7. El conteo de las estrellas

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El conteo de las estrellas

Llegada la noche, Axl y yo bailamos alrededor de la fogata tomando grandes tragos de vodka. Estoy un poco feliz mentalmente, y no por ganas sino por el alcohol. Axl también lo está. Solo que nos cansamos tanto de revolcarnos en el barro y en la arena, que lentamente nuestros cuerpos comienzan a rendirse hasta quedar tirados al lado del fuego.

―Contemos las estrellas ―dijo él observando el cielo.

Posicioné mi cabeza al lado de la suya, y levanté mi dedo índice para comenzar a contarlas, pero tuve que recomenzar unas cinco veces porque me mareaba y perdía la cuenta.

―Mi turno ―dice Axl―. Si digo cuántas estrellas hay entonces... Tienes un reto.

―¿Y cuál es el reto? ―lo miré divertido.

Y al girar suavemente mi cabeza hasta él, noté su rostro de perfil iluminado por el fuego y la luna. Y es como si lo hubieran sacado de una fábrica de barbies. Su nariz es pequeña, sus labios medianos, sus cejas largas y amarillentas, y su frente... ¿Cómo es posible ser americano y no tener una frente enorme?

―El que gana, tiene que recibir un masaje de espaldas del perdedor.

―Tengo uno mejor ―respondí―. El que gana, tiene que recibir un masaje de dedos del pie.

―¡No, espera! Se me ocurrió algo mejor: el que gana, debe recibir masaje de espaldas, de pecho y de dedos del pie.

―Hecho.

Axl tosió ajustando su garganta y comenzó:

―Una, dos, tres, cuatro, cinco... ―señaló cada una con sus dedos.

Pero, a decir verdad, si no estuviera algo borracho, entonces le diría que es imposible saber cuántas estrellas hay porque ninguno de los dos sabe la cifra. Por lo tanto, él puede estar mintiendo de cuántas existen, y yo le creería.

De hecho, le estoy creyendo. Sobre todo cuando dijo:

―Hay veintitrés.

―¿Estás seguro? El cielo está lleno.

―Hay veintitrés, acabo de contarlas ―respondió el mentiroso claramente riéndose por dentro― ¡Hora de masajear dedos!

―¡Nooo! ―me negué dramáticamente y fingí un llanto. Axl estalló de la risa―. ¡Prefiero comenzar con el pecho!

Axl aceptó, y se quedó quieto esperando que comenzara.

Me senté en la arena, con risas vergonzosas por parte de ambos, y lo ayudé a quitar su playera para encontrarme con su pecho desnudo.

Había olvidado su piercing dorado en el pezón.

―¿Te dolió? ―le pregunté al contemplarlo.

Un poco. ―guardó un silencio, y concluyó:― En realidad, grité como una niña pequeña ―imitó el sonido y seguramente despertó a los insectos de la selva.

Comenzamos a reír devuelta, y me senté al lado de su cintura para posicionar mis manos sobre su pecho.

¿Cómo hace para seguir teniendo la piel suave?

Intenté masajearlo, pero terminé hundiendo mis dedos en su piel haciéndole cosquillas. Y de un momento a otro, Axl me empujó hacia él y tuve que abrir mis piernas para evitar caerme sobre su cuerpo. Hecho esto, quedé sentado sobre su entrepierna.

Las risas se esfumaron.

Los dos quedamos tensos al encontrarnos en esta posición. De todas las veces que me imaginé a mi mismo sobre un hombre, jamás imaginé que sería en la posición vaquera. ¡Es que las piernas siempre me duelen! Sin embargo, la cadera de Axl es tan pequeña, que no me genera ningún tipo de incomodidad.

Axl me observa apenas con los ojos abiertos, creo que está demasiado borracho para pensar en dónde estoy, o eso creo. Aun así, estira sus brazos y toma cada lado de mi cintura.

Si mal no entiendo su disposición, quiere hacerme bailar sobre él. Y yo estoy dispuesto a hacerlo.

Apoyo nuevamente mis manos sobre su pecho desnudo, notando sus ojos abrirse todavía más, encorvo un poco mis hombros, arrastro mi trasero hasta el punto exacto con su entrepierna, y estoy a punto de frotarme sobre él cuando...

Veo pasando alrededor del fuego a una especie de... ¿Serpiente?

Grito desesperadamente y me levanto pegando saltitos de punta de pie como si estuviera tratando de matar un insecto. Axl se levanta silenciosamente junto a mí y gira su cuerpo para encontrarse con una serpiente increíblemente enorme.

Todavía, con nuestras vistas, no encontramos su cabeza, solo su largo, y eso me aterra.

―Está bien, está bien ―dice Axl hablándose a sí mismo―. Slash tiene cientos de ellas, recuerda, es solo un animalit... ¡Ay, se está acercando!

No aguanto la desesperación y me trepo sobre la espalda de Axl, quien apenas hace equilibrio para sostenerme mientras comienza a retroceder.

La serpiente se mueve más rápido, y Axl deja salir su tono agudo de gallina siendo degollada y corre por dentro del bosque en plena oscuridad. Yo grito a su par mientras me sostengo de su cuello.

Segundos después, nuestros gritos fueron silenciados cuando Axl chocó contra un árbol y los dos caímos a la hierba.

Pero este césped es cómodo, mucho más cómodo que la arena, y estamos tan agotados y borrachos, que olvidamos a la serpiente y nos recostamos lado a lado para lentamente dormirnos. Lo último que recuerdo, es que Axl atravesó su brazo sobre mi pecho y recostó su rostro sobre mi cuello.

PERDIDOS EN EL TRIÁNGULO ||KURT COBAIN X AXL ROSE||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora