Capítulo 4 | Distorsión

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Un ardor fuerte en su garganta lo despertó del profundo sueño en el que se encontraba. Respiró con dificultad sintiendo una pequeña corriente haciéndole cosquillas en las fosas nasales, descubriendo rápidamente que era un respirador artificial; llevó una de sus manos hacia su cabeza tanteando donde antes se había golpeado, llevándose la sorpresa de que ya estaba vendado.

–No toques, vas a destruir el vendaje.– la voz ronca de Luzu lo hizo abrir los ojos mientras se incorporaba en la cama. Una punzada le atravesó el cráneo y gimió de dolor.– Idiota, vas a lastimarte.– el de rubíes ya estaba junto a él sujetandole la mano que tenía una intravenosa.

Sintió náuseas al sentir el tacto contrario así que lo empujó.– ¿Voy a lastimarme? ¿y qué es todo esto?– gruñó frustrado apuntando la herida en el muslo.

–No fue mi culpa, ¿acaso te toqué un solo cabello? porque a lo que recuerdo la contusión y la herida fueron cosa tuya.– el tono burlón le alteró los nervios.– Quacks, si quisiese ya estarías muerto.– tomó un mechón azabache entre los dedos y sonrió.– Pero eres divertido, muy valiente.

Quackity apretó la sábana con la mano que no llevaba la intravenosa, en realidad estaba aterrado pero no se la iba a dejar tan fácil.
–Perdí, ¿qué es lo que quieres?– no tenía opción más que aceptar cualquier cosa que aquel enfermo pidiera.

–Que me escuches, seamos amigos.– el cuerpo de Luzu hundió el colchón cuando se sentó en la orilla de la camilla.– A cambio prometo no herirte... A menos que lo pidas.– arqueó una ceja y el menor se sintió más asqueado que antes.

–¿Solo esa mamada?– la cabeza le punzaba.– ¿No pudiste acercarte cómo una puta persona normal? 

La mandíbula del mayor se tensó y antes de que Quackity pudiese retractarse de lo que dijo fue sujetado del mentón y empujado contra la almohada. Apretó los ojos al sentir como la herida en su cabeza punzaba, los dedos hicieron presión sobre la piel causando dolor pero no dejó salir sonido alguno.

Lo pedí por las buenas.– el rostro de Luzu estaba a solo unos centímetro de él regalándole una mirada cargada de ira.– Pero parece que te encanta ser tratado como mierda.– los rubíes le analizaron el rostro soltando una risita.– Me obligas a hacerlo por las malas.

Fue soltado repentinamente, podía sentir como su corazón latía con fuerza debido al temor; los azabaches se detuvieron en Luzu que había conectado una jeringa a su intravenosa vaciando un líquido transparente.

–¿Qué haces?– una vez más fue preso del miedo.

Por las malas, Quacks.

Se sintió mareado, tanto como para tambalearse en su lugar. La figura de Luzu se volvió borrosa ante él, pero la sonrisa en su rostro permanecía.
Su cuerpo debilitado cayó hacia atrás en la camilla, con la cabeza siendo detenida por el castaño que le acarició el cabello con un extraño cariño enfermizo.

Se sentía enfermo.

Se estaba durmiendo.

Lo había drogado.

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