Capítulo 5 | Bestia

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Tenía las manos atadas sobre los muslos, cada tobillo estaba sujeto a las patas de la silla que lo mantenían estático en su lugar. Una mordaza le cubría la boca mitigando los sonidos mientras sus ojos, dos pozos negros asustados veían la situación frente a él.

Un hombre, aparentemente de poco más de 30 años estaba atado a una silla en medio de la habitación, Luzu estaba frente a él, con unas pinzas ensangrentadas y aquella bata que le había visto puesta más de una ocasión. Su semblante era sereno, demasiado relajado para lo que en realidad estaba haciendo.

-Te juro que no se nada.- balbuceó adolorido aquel hombre.
Lo acusaban de tráfico de niños, la última víctima había sido la hija de uno de los superiores de Luzu por lo que sí o sí tenía que hablar. El castaño como consecuencia al ver que no soltaba ni una palabra, decidió que sería buena idea arrancarle un par de dientes.

-¿Ah no? ¿y por qué tu nombre está en la lista de los hombres encargados de llevarse a esa niña?- hizo girar las pinzas en su dedo índice disfrutando de la situación.

-N-No lo se, debe ser un error.

Luzu chasqueo la lengua con desaprobación.- Mientes.- afirmó mirando hacia Quackity que se encogió en su lugar con temor.- ¿Tú qué opinas? es un mentiroso, ¿no es así?

El menor asintio, inseguro de llevarle la contraria.

La verdad es que el hombre se veía bastante nervioso, una vez una amiga suya le había contado sobre lo que la expresión corporal podía decir de ti, y este hombre solo demostraba la culpa por cualquier poro de su ser.

-¿Te gustaría perder otro diente o ya vas a decir la verdad?- caminó alrededor de él, analizándolo cuál animal dentro de una caja de cristal, expectante a las siguientes palabras del hombre aterrado.

-En el almacén del parque de diversiones abandonado.- dijo abruptamente cuando Luzu había acercado las pinzas al no escuchar respuesta.- Están ahí, todos los niños.

Quackity miró con sorpresa al hombre, ¿todos?

-¿Cuántos?- se había acercado bastante al rostro ensangrentado, evidentemente como método de intimidación.- ¡Pregunté cuántos!

-Díez.- sollozó.- Hoy se los llevan, eran pedido especial de nuestros compradores.

Luzu rió con saña.- Hijos de puta.- miró a Quackity.- Tú, vendrás conmigo.

El menor se encogió, no tenía elección.

Tal vez así podría escapar.

Asintió. Volvería a intentarlo.

La noche era helada, para su fortuna Luzu le había dado la ropa necesaria para pasar desapercibidos

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La noche era helada, para su fortuna Luzu le había dado la ropa necesaria para pasar desapercibidos. Ambos completamente de negro, solo sus ojos se miraban en la oscuridad de la noche; los de Luzu tenían un brillo aterrador bajo la luz de la luna, demostraban rabia, y también inteligencia.

Anestesia | Luckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora