Capítulo 13 | Caníbales

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Quackity sabía que había días buenos y malos.

Días buenos cómo aquellos cuando era niño, dónde su padre amanecía de buen humor y lo llevaba a comer un helado con cubierta de chocolate.
O días malos, cómo cuando recibía regaños de él incluso por respirar.

Luzu le recordaba un poco a él, con esa forma tan tosca de ser. A veces con la sonrisa divertida que asomaba casualmente entre las conversaciones, o con ligeros roces que hacía al pedirle que por favor le pasara la sal.
Había otros días donde simplemente parecía no tolerarlo, le gritaba ante la más mínima provocación y si llegaba a desobedecer hasta la más mínima órden terminaba encerrado y atado en la habitación o recibía un buen baño caliente que le dejaba la piel roja.

Pero estaba bien, porque hay días buenos y malos.

Quackity miró la hora, pasaban de las 10 am y no encontraba que hacer. La televisión era algo aburrida al igual que Luzu, quién se mantenía leyendo un libro bastante viejo bajo las gafas con aumento. Eran contadas las veces que le veía usarlas, pero cuando ocurría no hacía más que suspirar encantado.

Mordió la manzana que sostenía en la mano con la vista fija en la pantalla, había pasado poco más de una semana y lo único que había cambiado era que ahora parecía "vivir" con Luzu. Claro que, no podía salir para nada o si no recibía un severo castigo; se estremeció al recordar la primera y única vez que trató de salir, el castaño le había arrastrado al interior sujetandole del cabello, lo siguiente que recuerda es pasar dos días enteros con esposas y sin comer.

Miró de soslayo a Luzu que parpadeaba bajo las espesas pestañas en movimientos elegantes. Contorneo con la mirada los delicados labios rosados que ocasionalmente eran humectados por la lengua, miró con detenimiento las cicatrices, deteniendose una vez que llegó a encontrarse con los rubíes que le veían fijamente bajo los lentes. Tragó con dolor la manzana y desvío la vista avergonzado.
-Lo siento, no quería molestarte.- volvió a morder la fruta sintiendo como la piel le ardía, el corazón le latía con fuerza al saber que había sido atrapado contemplándolo.

-No me molestas.- dijo con una sonrisa ladina antes de volver a la lectura, sabiendo que Quackity volvería a posar los ojos en él.

Y no estaba equivocado pues de manera un poco más disimulada los azabaches fueron a parar a las manos de este, dedos largos con las venas ligeramente marcadas en cada cambio de página, un reloj bastante costoso le adornaba la muñeca haciéndole ver aún más delgado de lo que era; se permitió divagar un poco más en él, subiendo por los músculos que se marcaban de forma sutil bajo la camisa arremangada, brazos fuertes que muchas veces le habían castigado. Miró su pecho, bastante grande y tonificado lo que le hizo soltar un suspiro encantado, a veces solo quería acercarse y tocarlo.

-Deja de verme las tetas.- murmuró sin despegar la vista del libro, el pelinegro rió bajando la mirada cuando Luzu se acomodó en el sofá con una rodilla sobre la otra haciendo visible un bulto.

Ah sí, su lugar favorito.

Apretó los muslos con cierta fascinación al imaginarse el cuerpo del castaño sobre el suyo, fantaseando con tenerlo entre las piernas.

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Anestesia | Luckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora