Atohallan.
__¡Que comience el baile!__ Aunque resulte difícil de creer, resulta bastante fácil mentir. Bastante fácil manipular los hechos cuando subestimas demasiado a quien es tu enemigo.
Annabelle Marie de Arendelle lucia un hermoso vestido largo, repleto de los símbolos mas importantes de Arendelle y del imperio, de un color azul tan oscuro que asemejaba el color negro.
Tal vez era la corona, o quizá el peinado recogido que mostraba su hermoso circular rostro. Pero lucia tal como una reina, tal como ella quería. Por fuera estaba tan feliz y contenta, saludaba a los invitados y se reía con la gente de su pueblo, pero por dentro; todo lo que Anna había deseado se le estaba siendo arrebatado y su corazón se caía a pedazos. Veía a la distancia a su amado esposo y pensaba en lo que él pensaría de ella si es que llegaba a enterarse de lo que ocurría tras bambalinas.
Pero ahora las cosas no podrían ser reparadas. El daño era tan profundo que su propio podrido corazón ya no tenia cura alguna.
Miro fijamente a a Nammari también, la princesa se veía tan serena y tranquila como si ignorara por completo la ausencia de Hiccup y Hamada, el primero seguramente estaría por ahí molestando a las mucamas (actividad que ya era cotidiana para el príncipe en el castillo), mientras que el segundo seguramente estaba tras de algún asunto que no le incumbía, y Anna lo suponía así dado que desde el amanecer de ese día el príncipe había desaparecido por completo de la mirada de todos.
La ultima vez que alguno de sus guardias, que mantenían sus ojos sobre ellos lo vio fue la noche anterior cuando el príncipe entro a su habitación que después seria invadida por sus amigos y de la que solo serian vistos salir hasta muy entrada la madrugada.
Sabia que enviar golems para vigilarlos no era su acción favorita, mas aun porque su padre no lo sabia y no solamente no lo sabia, la mataría si se enteraba que estaba haciendo algo fuera de sus deseos cuando claramente le dijo que su única tarea era verse bonita y adorable para todo su maldito pueblo. Además; estaba tentando con la privacidad de los 3 príncipes mas peligrosos del mundo, el trio de dragones mas violentos y versátiles del podrido mundo, se les conocía como asesinos de titanes por una razón.
Suspiro temblorosa mientras cambiaba de mano su copa de jugo de naranja fresca y busco distraerse con otra cosa, los príncipes de su propio imperio tampoco eran de su agrado para variar, Jack Frost era malditamente leal a su hermana, encerrarla y hacerla pasar por muerta era uno de los secretos que si ese hombre sabia bastaría para encender en él, el deseo de matar a medio mundo.
Jack Frost no amaba a su hermana como una amante, ella lo sabia. Su hermana jamás llego a amarlo de ese modo tampoco. Sin embargo, sabia que entre ellos dos, tal cual herederos, tenían una conexión divina, como ese lazo invisible rojo que te indica que tu alma tiene una otra mitad llena de valentía y versatilidad. Elsa era el mar en calma listo para tragarte vivo al mas mínimo vistazo, era ese mar solemne y frio que se hacia uno con el cielo infinito durante las noches. Jack era un suave oleaje veraniego, de esos que esparcen el olor natural a sal del hermoso océano, un mar que se hace uno con el cielo de un día soleado pero fresco. Las dos caras de una moneda.
Si Jack sabia que su mejor amiga no estaba muerta y que en realidad estaba encerrada porque dentro de ella habitaba mucho mas que solo el poder del elemento de su imperio, no importaba cuantas excusas pusiera, no importaba cuanto el viento tratara de llevarse el sentimiento, o si ponía a su hijo como excusa para ser perdonada y no ir a parar a la cárcel, Frost la mataría viva.
Kida no era muy diferente a él, su hermana se había sabido ganar el corazón de los aliados, jamás olvidaría como la reina de amanecer se había inclinado hacia ella y le había hecho el símbolo del supremo Dios. Ningún otro rey se había arrodillado ante un príncipe antes como lo hizo la reina Dahlia. La reina que tomo la mano de su hermana y la acerco a su frente en símbolo de que le entregaba todo, que ella seria su guía si la joven princesa lo planeaba de ese modo. Kida amaba a su hermana, eran amigas, eran confidentes, eran aliadas.
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Maestros Elementales. Tadelsa.
FanfictionY la princesa, harta de príncipes azules desteñidos, se acerco al dragón y le dijo: -Perdona, ¿Tienes fuego?. Porque no se tiene que esperar a que un príncipe se digne a llegar, cuando tienes un dragón que vigila tus pasos día y noche.