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EN EL CAPÍTULO ANTERIOR

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El matón se quedó petrificado al ver la cara de Rubén. Intentó gritar por ayuda, pero fue incapaz al ser silenciado con seda en su boca. El chico parecía estar poseído, como si se tratase de una verdadera película de terror. Además el terror llegó a su punto máximo cuando mostró algo mucho más amenazante. Un par de peligrosos y puntiagudos colmillos aparecieron en su boca, tan finos pero a la vez afilados que podrían perforar fácilmente la carne humana sin el más mínimo esfuerzo.

<<Ya no más...Esta vez, no dejaré que la escoria arruine por segunda vez mi vida>> pensó mientras más se acercaba al cuello de su víctima. Justo ahora, había muy pocas posibilidades de que el matón saliese con vida del espantoso final que tendría.


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― ¡Detente! ―se escuchó una voz en la cabeza de Rubén

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¡Detente! ―se escuchó una voz en la cabeza de Rubén.

El chico se detuvo en seco, al mismo tiempo que su conciencia y cordura parecía regresar. El ladrón había cerrado los ojos esperando que todo acabara pronto, sin embargo, pronto los volvió a abrir al darse cuenta de que seguía vivo. Rubén llevó su vista hacia atrás y pudo notar una aparición un tanto escalofriante. Después de todo, no todos los días ves ante tus ojos una silueta de una calavera con cuerpo femenino, vestida con ropajes antiguos mexicas y un penacho que cubría un extenso cabello negro.

― ¿Qué...? ―musitaba Rubén anonadado ante lo que veía.

Hablaremos, ―le respondió Mictecacíhuatl, pero no aquí. Sígueme.

La diosa se lazó por los aires, transformada en una bola de fuego dorado. Rubén no podía creer lo que veía, pero ya poco importaba ahora. <<No sé qué estoy haciendo o si ya me volví loco. Pero en fin, que más me queda...>> Miró de nueva cuenta al matón, el cual acababa de desmayarse por ver manifestarse a la diosa.

No perdió el tiempo y escaló la pared del lado opuesto hasta llegar a la azotea. La bola de fuego estaba estacionaria en el aire antes de que se moviera de nueva cuenta. Directamente hacia la dirección del edificio donde vivía Rubén. El chico la siguió lo más que podía, corriendo y saltando entre los tejados a una considerable altura. En cierta forma le pareció divertido, pero sacudió la cabeza para después concentrarse.

No tardaron mucho en llegar al edificio. <<Será mejor que baje por la escalera de incendios. No quiero llamar la atención>> dijo mentalmente el adolescente. Y así lo hizo, teniendo cuidado de no hacerse notar por las otras ventanas. Ya ubicando la suya, levantó el vidrio y se adentró en su habitación con la imagen de la mujer. Por suerte, su madre no estaba a estas horas del día, pues trabajaba como una enfermera en el hospital.

𝐒𝐏𝐈𝐃𝐄𝐑-𝐌𝐀𝐍: 𝐓𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀 𝟒𝟑𝟏𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora