Capítulo 16

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- ¿Desea un café o té, señorita? – la azafata la sacó de su lectura, ofreciéndole una amable sonrisa.

- No, gracias. – hizo una leve referencia a modo de agradecimiento, para después la azafata continuar preguntando a los demás pasajeros. Volvió a su lectura, no sin antes echar un rápido vistazo a la duelista, la cual se encontraba apoyada sobre la ventanilla y dormía.

O fingía dormir.

Sage sabía perfectamente que no era así, pues el fruncido de su ceño temblaba cada pocos segundos. Probablemente, estaría evitando cualquier tipo de conversación con la centinela. Y el hecho de que un asiento las separase, ayudaba a que no mantuvieran ninguna conversación.

- ¿No vas a dirigirme la palabra en todo el viaje? – Reyna ni se inmutó, siguió cruzada de brazos y respirando pausadamente. – Pues qué bien. Ni si quiera sé qué hago aquí.

- Yo tampoco sé qué haces aquí. – dijo, manteniendo su postura. – Fueron ordenes de Brimstone.

- ¿Y desde cuándo tú le haces caso a Brimstone? – preguntó, manteniendo su vista sobre el libro que leía minutos atrás. Escuchó a Reyna bufar, abriendo los ojos por fin.

- Necesitaba su aprobación.

- ¿Su aprobación para qué?

- No creo que te haga falta saberlo. – giró el rostro y concentró su vista en la ventana, ya se veía tierra firme. No tardarían mucho en aterrizar.

- Creo que merezco saberlo, al fin y al cabo, estoy aquí contigo. Supongo que, porque necesitas mi ayuda.

- Te recuerdo que Brimstone me obligó a traerte.

- Entonces Brimstone sabe que necesitas mi ayuda para yo qué sé qué cosa que no me quieres contar.

- La puta madre que... – se quejó en español, Sage la miró.

- No sé qué estás diciendo, pero no suena muy amigable. – Reyna la miró, por primera vez en todas las horas de vuelo que habían compartido. Por fin, miraba a Sage directamente a los ojos después de lo que pasó en la última misión. Su cuerpo tembló un poco, ya que, la última vez que la miró a los ojos, estaban a punto de morir.

- Necesito traer a alguien a Protocolo. – confesó, manteniéndole la mirada. – Necesito tenerlo conmigo, saber que está a salvo, y poder protegerlo. – Sage tragó saliva, Reyna parecía bastante seria y a la vez, conmovida. Nunca había visto a Reyna preocuparse genuinamente por otra persona que no fuera ella, así que la tomó por sorpresa.

- ¿Sabes cómo llegar hasta él?

- No del todo. – confesó. – Le pedí que se mantuviera al margen, que pasara desapercibido.

- ¿Entonces cómo vamos a dar con él? – preguntó no muy convencida.

- Tengo... algunas pistas.

- "Algunas pistas", no parece suficiente en una ciudad tan grande como Miami. – alzó el ceño, sin estar convencida todavía de ello.

- Se supone que eres la optimista del equipo. – la azafata interrumpió la conversación, pidiéndoles que se pusieran los cinturones, pues el avión iba a aterrizar en cualquier momento. – Tú solo... déjamelo a mí. – Sage la miró con reproche, pero decidió ladear la vista e ignorar la actitud de Reyna.

Iba a ser un viaje largo.

Muy largo.

...


Tú das vida, yo la quitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora