Capítulo 18

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- Podéis comer todo lo que queráis, por favor, no os cortéis. – la mujer mayor sonrió, volviendo a dejar otro plato repleto de arroz en la mesa. – En cambio, tú ya has comido suficiente. – golpeó la mano de Mateo, alias Gekko, que intentaba volver a llenarse el plato.

- Ah, ¡má! – se quejó. - ¿por qué hiciste eso?

- Si Reyna ha tenido que venir aquí por ti, es porque algo muy malo has tenido que hacer. ¿Me equivoco? – la señora giró el rostro hacia Reyna y Sage, esperando la respuesta de ambas.

- No ha hecho nada malo. – Reyna mintió, obviando el episodio de los mafiosos de horas atrás. – Estoy aquí por mi cuenta. – la señora abrió un poco los ojos, expectante. – Necesito pedirle un favor.

- ¿Y cuál sería ese favor?

- Quiero que Mateo venga conmigo. – Reyna tragó saliva. – Hay una amenaza ahí fuera que... me preocupa. – Sage la miró, probablemente era la primera vez que veía a Reyna tan insegura y nerviosa. – Soy, - rectificó. – Somos. – Miró a Sage. – Parte de una organización que...

- Preferiría no saber nada de eso. – la madre de Gekko suspiró, masajeándose las sienes. - ¿Por qué estaría más seguro contigo que aquí, en Los Ángeles? Tú eres una guerrera increíble, pero Mateo...

- Lo entrenaré yo, personalmente. – Reyna aseguró, levantándose del asiento. – No permitiré que le toquen ni un pelo. – respondió mordaz. – Mateo es mi responsabilidad, desde que lo conocí. Y nunca he dejado que le pasase nada. Por favor, má... necesito que me creas. – insistió. – Mateo necesita venir con nosotras a Protocolo Valorant.

- ¿¡Te has unido a Protocolo, Reyna!? ¡Siempre dijiste que lo detestabas! – interrumpió Gekko por primera vez en la conversación. – Dijiste que...

- Ya sé lo que dije, carajo. – respondió bajo la atenta mirada de Sage. – Hay cosas que han cambiado, ahora... tenemos un enemigo común. – la centinela observó a la perfección el puño de Reyna cerrarse con rabia. Realmente no sabía lo que había llevado a Reyna a unirse a ellos. Ella es un lobo solitario que no depende de nada ni de nadie para luchar. ¿cuáles serían sus razones para dejar todo eso atrás?

- Má. – dirigió la vista hacia su hijo. – Me voy con ellas, con tu permiso o sin él. Es la única manera de ser más fuerte para poder protegerte a ti y al resto de la familia. – Los pequeños monstruitos salieron del cinturón de Gekko, tomando forma y emitiendo soniditos indescifrables, pero que parecían apoyar al chico. – No puedo seguir trabajando como camarero si sé que puedo servir en otro sitio y defender a aquellos que me importan. – la centinela observó a los tres, la tensión en el ambiente era palpable. Pero decidió no intervenir.

- Mateo... - la señora suspiró, mirando los ojos de determinación del chico. De repente, un "crack" proveniente del piso de arriba llamó la atención a todos, rompiendo la tensión del momento. La señora frunció el ceño, mirándolo con enfado. - ¡Cómo vas a salvar a nadie, si no eres capaz de arreglar el techo que tú mismo rompiste!

- ¡¡Fue culpa de wingman, ríñele a él!! – echó a correr, para evitar que su madre lo lograse atrapar.

- ¿Cómo crees... que ha ido? – preguntó la centinela, una vez que estuvieron solas.

- Bien. – respondió la duelista. – O eso espero. – dirigió su vista hacia Sage. – Pienso llevármelo, quiera o no. – en sus ojos se instaló un aura de color morado que Sage no tardó en reconocer.

Tú das vida, yo la quitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora