Capítulo II.

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❝ 𝓜𝓪𝓻𝓲𝓸  ❞『 ♥️ 』

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10:15 P.M.

El viento soplaba suavemente, remolineando entre las flores de fuego que crecían naturalmente en el pasto, llenando el panorama de pequeñas luces de tonos anaranjados y rojizos. Las flores se mecían al compás de la brisa, al igual que las hojas del árbol bajo el que descansaban Toad, Peach y Mario. Dormían en ese pequeño claro bajo el árbol, necesitaban descansar para continuar la jornada de viaje hasta el reino de los Kong.

Sin embargo, el tranquilo descanso que tenían se vió interrumpido, al menos para Mario, por una horrible sensación que se le instaló en el pecho. Empezó a removerse entre sueños, quejándose levemente. Un súbito dolor punzante en su pecho lo despertó. Se sentó en el suelo, agitado. Se pasó la mano por el cabello —que había quedado libre cuando su gorra roja cayó al suelo después de levantarse— y respiró profundamente para calmarse.

—¿Mario? —preguntó suavemente la voz de Peach, un tanto adormilada aún. La princesa también se levantó de donde dormía y acercó sus sutiles pasos hasta el plomero, sentándose a su lado—. ¿Estás bien?

—Está herido… —murmuró, mirando de reojo a la princesa. Ella hizo un gesto confundido, invitándolo a continuar hablando—. Mi hermano está herido.

—¿Cómo lo sabes?

—Yo… no sé cómo explicarlo, es complicado… Siempre he sido capaz de saber cuando mi hermano está herido, aún si no puedo verlo.

—¿Algo así como una conexión de mellizos?

—Sí, supongo que sí —suspiró Mario. Miró a Peach por unos momentos mientras se abrazaba a sí mismo—. Más que nada sucedía en la escuela, solían molestar a Luigi, y yo siempre sabía cuando pasaba, podía sentirlo. Solía ir a defenderlo de los abusones, pero ahora… Ni siquiera sé dónde está… Me preocupa no poder estar con él para protegerlo.

La princesa escuchaba con atención las palabras del plomero, podía sentir la impotencia que Mario tenía y demostraba. Ella no sabía lo que era tener hermanos, pero imaginaba que debía ser similar a la urgencia que ella sentía por mantener a salvo a sus Toads. Suspiró suavemente y pasó uno de sus brazos por la espalda de Mario para abrazarlo en un intento por consolarlo.

—Estará bien, te lo aseguro, y pronto lo traeremos de vuelta.

Él, por un momento, no supo cómo reaccionar, pero después agradeció la acción de la princesa y, como pudo, correspondió el abrazo.

—Espero que así sea…

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