"La vida es una osada aventura o nada en absoluto" - Helen Keller.
El verano acababa y con él las últimas fiestas en la playa.
—He pillado un reservado está noche.
Carlos llegó trayendo consigo pulseras de todo incluido para todos y las fue repartiendo entre el grupo.
—¿Vendrás no?
Se paró ante mí tendiendome la pulsera.
—¡Claro!— respondí —No me perdería tu cumpleaños por nada del mundo.
Me devolvió la sonrisa entregándome la pulsera de plástico.
—Como si no te hubieras perdido ya el resto del verano.— murmuró entre dientes Xavier levantándose y alejándose hasta la orilla.
—¿Qué?
No me respondió.
—¿Qué le pasa?— pregunté al resto.
Todos se encogieron de hombros negando con la cabeza y siguieron hablando de los planes para esa noche. Observé a mi mejor amigo en la orilla, salpicando con el agua de las olas que llegaba hasta sus pies. Me levanté y me acerqué hasta él.
—Ey.
—Eh.
Genial. Nuestra primera conversación incómoda. Nunca nos había pasado esto. Ni siquiera cuando nos contamos nuestra desastrosa primera vez. ¿Qué nos estaba pasando?
—¿Está todo bien?— pregunté.
Xavier me miró intentando descifrar mi rostro.
—No lo sé, dímelo tú.
—Pues claro que está todo bien.
—Genial.— respondió escuetamente volviendo a fijar la mirada en sus pies.
Intenté sonreír pero el ambiente era demasiado raro. No sabía cómo comportarme. Tal vez eran los secretos. Joder. Era la primera vez que le estaba ocultando algo y ni siquiera sabía por qué. Sí, tal vez me diría que era una idiota por estar con un capullo, por haber caído en sus redes cuando dije que no lo haría, pero podía soportarlo. Tendría que soportarlo gastándome bromas y burlándose de mi pésimo gusto en chicos pero estaríamos bien. Siempre lo estábamos. Simplemente la bola se había ido haciendo más grande desde la noche de la pelea y ya no había encontrado el momento de contárselo. Pero tampoco era tan grave. ¿Verdad? Al fin y al cabo no es que hubiera sido Mario el que había pegado a Carlos en las hogueras. Había sido su amiga, y él no podía ser responsable por todo lo que sus amigos hicieran. Sí. Eso es. Sólo tenía que ser clara con él y dejarme de misterios.
—Xavier...
—Voy a nadar.
Me interrumpió dejándome con la palabra en la boca antes de que pudiera decir nada y se zambulló en el agua desapareciendo entre las olas.
—Perfecto.— susurré. —Me ha encantado nuestra conversación.
Me di la vuelta y volví con el grupo justo a tiempo para empezar una partida de cartas.
🖤🖤🖤
La música sonaba por todo lo alto. Era de las últimas fiestas que celebraba el chiringuito y los jóvenes disfrutaban de los últimos días de libertad antes de tener que volver a las clases.
—¡Copaaaas!— Irene y Carlos llegaron trayendo varias botellas y vasos para todos.
Nos servimos y comenzamos a brindar. Teníamos un espacio reservado cerca del escenario lo suficientemente cerca de la pista como para tener una visión perfecta desde allí. Lo ví nada más llegó. La camisa remangada a la altura de los codos y varios botones sin abrochar. Me hizo un gesto nada más verme para que lo siguiera.
—Salgo un segundo. Ahora vuelvo.
Me separé del grupo y salí del reservado tratando de volver a localizarlo. Lo había perdido de vista un segundo y la gente que me rodeaba ahora no me permitía verlo. Gajes de ser enana. Me acerqué a la barra y trate de buscarlo desde allí, o esperar a que él me encontrara.
Sin darme cuenta apareció a mi espalda.
—Hola pelirroja.
Me di la vuelta para encontrarme de frente con su seductora sonrisa. Sólo hizo falta eso para que me perdiera. Me tomó de la mano y me dejé arrastrar hasta una parte más apartada de la fiesta. La tensión entre nosotros podía notarse. Nuestros cuerpos se atraían como dos imanes. Electrizante. Acercó sus labios y me besó con ansia bebiendo de mi boca. Yo me dejé. Tenía el mismo deseo. Las manos de ambos empezaron a recorrer cada centímetro de nuestros cuerpos hasta que los dedos de Mario encontraron la humedad entre mis piernas.
—Espera, qué haces.
—¿Quieres que pare?
Contestó sin apartar la mano de mis muslos. Su voz sonó tan seductora que me hizo soltar un gemido. Sonrió haciendo un poco más de presión.
—¿O quieres que siga?
Volví a gemir mordiéndome el labio. No esperó más respuesta y volvió a jugar con sus dedos dentro de mí. Definitivamente sabía lo que hacía. Dejé escapar un suspiro y me agarré a su cuello inclinándome ligeramente hacia atrás mientras él me besaba bajando hasta mi escote. Sentía como el calor iba creciendo dentro de mí. Oía el ruido de fondo pero nada en aquel momento existía. Solo él y yo. Cerré los ojos y me dejé llevar. Sus labios siguieron besando cada centímetro de mi cuerpo. Bajando por mi pecho, mi ombligo hasta llegar a mi entrepierna. Temblé ligeramente cuando la humedad de sus labios me rozó.
—Nos van a ver.— alcancé a decir entre susurros ahogados.
—Aun no has dicho que paré.
Agarró con fuerza mis muslos colocándolos alrededor de sus hombros y su lengua ocupó el lugar que antes habían llenado sus dedos. Está vez el gemido fue más fuerte pero no paró. Al contrario, tapó mi boca con su mano y continuó con ansias haciendo que perdiera la noción del tiempo.
—¿Qué cojones?
Mierda. La voz de Xavier me hizo volver a la realidad de golpe. La mezcla de decepción y enfado en su mirada me heló la sangre. Aparté a Mario y me coloque el vestido totalmente avergonzada.
—Bueno al menos ya sabemos por qué has desaparecido todo el verano.— soltó aquella frase cargada de rabia y me atravesó el corazón como un dardo.
—Xavier espera.
Traté de ir tras él pero Mario me agarró del brazo.
—Deja que se vaya. Necesita espacio ahora. Ya hablarás con él cuando se calme.
Miré en la dirección en la que Xavier se había ido. Dudé si seguirlo mientras lágrimas de impotencia se arremolinaban en mi interior como un nubarrón amenazando con descargar una tormenta torrencial. Pero Mario me envolvió en sus brazos besándome el cuello.
—No has hecho nada malo. Lo entenderá.— susurró a mi oído con voz dulce, y su voz hizo que la tempestad se disipase. —Ven pelirroja, quiero enseñarte algo.
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Amor y otras drogas - ADRENALINA [Completa]
RomanceDicen que en la vida todos tenemos tres amores. El primero es el que llega en la adolescencia, inocente, te llena de ilusiones. El segundo te enseña el dolor y te aferras a él aún sabiendo que no es para ti. Ese amor que hubieras deseado que fuera p...