Capítulo 34

81 17 14
                                    

El local estaba a reventar de jóvenes que saltaban al ritmo de la música dejando que sus cuerpos se movieran libremente, chocando unos con otros. El aire estaba cargado, una mezcla de perfumes, sudor y alcohol esparcido por un suelo pegajoso. A ninguno de los presentes parecía importarles. Estaban demasiado borrachos para notarlo.

Seguí a mis amigos hasta un lado de la barra mientras Maru trataba de hacerse hueco para pedirnos unas copas.

— ¿Ron?

— Sí. — contesté distraída.

La verdad es que me daba igual. Sólo trataba de encontrar a Mario entre la multitud. No fui capaz, pero localicé a Fran a unos metros bailando con unos amigos.

— Ahora vengo. — grité al oído de Maru haciéndome oír entre el ruido.

Fran me saludó con entusiasmo cuando me vio acercarme.

— ¡Eh! No te esperaba por aquí. — me dijo abrazándome con tanta fuerza que me elevó unos centímetros del suelo. — ¿Bebes algo?

Acepté la copa que me tendía y pegué un trago largo arrugando la nariz. Whisky. Lo odiaba. Fran me pasó un brazo por los hombros y acercó sus labios a mi oído para que pudiera escucharlo con aquel ruido.

— Estos son Álvaro y Carlos. — dijo señalando a sus dos amigos.

— ¿Esta es la pelirroja de Mario? — preguntó el más alto.

Fruncí el ceño y lo golpeé en el pecho no muy fuerte.

— No soy la pelirroja de nadie.

— Vale, vale. — el chico levantó los brazos en señal de paz y todos soltamos una carcajada. — Mejor entonces. — añadió guiñandome un ojo.

Sonreí. Aquel chico me miraba de arriba abajo. Podía notar el deseo en sus ojos y eso era justo lo que necesitaba.

— ¿Eso es ron?

Asintió con una media sonrisa en la cara y cuando fui a cogerle el vaso lo apartó elevándolo por encima de mi cabeza.

— ¿Qué gano yo a cambio?

Sonreí frunciendo los labios y me puse de puntillas apoyándome en su pecho para hablarle al oído pero de pronto noté como la cara del chico se tensaba y se apartó mezclándose entre la gente hasta desaparecer. Fingí ponerme seria, intentando ocultar la enorme sensación de victoria que crecía en mi interior. Al fin y al cabo había conseguido mi propósito, llamar su atención. Me volví cruzando los brazos sobre mi pecho.

— ¿Vas a espantar a todos los chicos con los que hable?

Los ojos de Mario se clavaron en mí haciéndome sentir un escalofrío.

— Perdona pelirroja, no sabía que te interesaba Álvaro, pero ahora mismo lo llamo. — dijo burlándose de mí. — Os puedo dejar mi coche si quieres.

Solté un bufido y lo empujé para hacerme paso pero Mario me agarró por el brazo haciendo que me volviera.

— ¿Qué? ¿Con ellos sí hablas pero conmigo no?

Me deshice de su agarre.

— Tú vete a hablar con tu amiguita. Yo ya me voy.

Traté de esquivar a la gente lo más rápido que pude abriéndome paso hasta la salida del local. El aire fresco de la noche me acarició el rostro nada más salir haciendo que me cubriera con mis propios brazos por el contraste de temperatura. Fijé la vista en mi moto, aparcada al otro lado de la plaza y comencé a andar tratando de mantener el equilibrio pese a mi estado de embriaguez. Saqué las llaves para abrir el cajón donde había guardado el casco pero Mario me las arrebató con un movimiento rápido.

— ¿Qué cojones haces?

— No te dejaré coger la moto con las copas que llevas encima. Te llevo.

Tenía razón. Estaba algo mareada y no podía coger la moto en esas condiciones.

— Puedo coger un taxi.

Mario se acercó más a mi.

— He dicho que te llevo.

Sus ojos verdes recorrieron mi boca hasta clavarse de nuevo en mis ojos. Sentí como mi respiración se aceleraba y el corazón me latía con fuerza amenazando con salir de mi pecho. No pude resistirme y me lancé a sus labios con desesperación. Mario presionó mi cuerpo con fuerza, clavando sus manos en mi espalda, y luego me soltó de golpe alejándome bruscamente y dándome la espalda.

— Adri para.

Su voz sonó tan fría que me heló la sangre. Lo agarré del brazo para que se volviese de nuevo a mirarme.

— Gírate y dímelo a la cara. Dime qué ya no hay nada.

— No tienes ni idea.

Estaba tenso, la mandíbula apretada y los ojos brillantes.

— Pues haz que lo entienda. — supliqué.

— No es una buena idea.

Podía notar cómo las ganas crecían en su interior, al igual que las mías. Salvajes, como un potro desbocado que ya no puede ser contenido por más tiempo.

— No tienes ni idea de lo que quieres. — le grité.

Le eché en cara la rabia que sentía golpeándole el pecho con el puño cerrado para desahogarme y me giré para marcharme pero su mano fue más rápida. Me agarró con ansias encerrándome entre sus brazos y su torso y me besó. Sus manos se perdieron en mi nuca enredándose en mi pelo y tirando ligeramente de mi cabeza hacia atrás. Nuestras lenguas se buscaban desesperadas. Lo hice retroceder un par de pasos, avanzando sin despegarnos hasta que su cuerpo chocó contra el capó más cercano y me incliné sobre él mientras sus manos presionaban mis caderas contra las suyas. Podía notar la dureza entre sus piernas y la humedad descendiendo por mis muslos. Me separé ligeramente mordiendo su labio inferior para mirarlo a los ojos.

— Eres muy guapa, pero eres una cabrona.

Sonreí mientras Mario me levantaba del suelo agarrándome por el trasero y rodeé su cintura con mis piernas. Avanzamos besándonos y mordiéndonos hasta su coche y condujimos hasta una calle cualquiera. El calor de nuestra respiración no tardó en empañar los cristales del Toyota. Sexo de reconciliación. Posiblemente el mejor sexo de mi vida. Tristemente demasiado bueno para durar. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Amor y otras drogas - ADRENALINA [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora