Capítulo 31

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— Hola pelirroja.

Lo encontré en la puerta, fumándose un porro con algunos amigos a los que yo no conocía. Tenía los ojos enrojecidos y por su forma de hablar y de actuar diría que llevaba ya un tiempo en el pub bebiendo y fumando.

— Hola. — saludé algo seca.

Se suponía que iba a pasar a recogerme para ir los dos juntos a la fiesta pero me había llamado a última hora para cambiar el plan porque unos amigos se habían presentado en su casa un poco antes e iban a ir todos juntos desde allí. Le dije que no pasaba nada. Que nos veíamos directamente en el pub. Pero en realidad me había molestado.

Dos chicas que estaban con el grupo soltaron una risita estúpida, como si la situación les hiciera gracia. A mi desde luego no me la hacía. Una de ellas se acercó apoyándose en su hombro para pedirle el porro y Mario se lo pasó sonriendo. No estaba entendiendo nada.

— ¿Has visto a los demás? — pregunté intentando cambiar mi foco de atención.

— Mira a ver dentro.

¿Que mire a ver dentro? ¿En serio esa era la respuesta que me iba a dar? Otra vez aquella estúpida risita de aquellas estúpidas chicas. ¿Qué les hacía tanta gracia? Empezaba a notar como la sangre me hervía y estaba a punto de soltar una bordería cuando noté una mano sobre mi hombro.

— ¡Ey! ¿Qué hacéis aquí fuera, no ha llegado nadie más?

Me volví para ver la cara de Xavier. Tener a mi amigo allí me ayudó a mantener la calma.

— Acabo de llegar, no he entrado aún.

— Espera, los llamo.

Xavier se apartó un poco de la puerta para evitar el ruido del local mientras marcaba el número de Irene. Lo seguí esperando a ver si nuestra amiga nos respondía y había llegado ya. Mientras Xavier hablaba al teléfono mi mirada buscó a Mario y su grupo de amigos. Mario dio la última calada a su cigarrillo y lo tiró al suelo pisandolo para terminar de apagarlo. Me miró fijamente durante unos segundos y luego volvió dentro del bar seguido de aquellas chicas y un par de chicos más. Sentí un pinchazo en el corazón. Dicen que lo intenso es breve, o moriríamos de extenuación. Pues justo eso. La sensación de felicidad de esta mañana no duró mucho y la historia se repetía.

— Irene está dentro con Carlos y Pedro. Junto a la barra.

Asentí sin prestar mucha atención y seguí a Xavier al interior del local para reunirnos con nuestros amigos. El pub estaba repleto. La música sonaba inundando el ambiente y obligando a que la gente elevara el tono de voz para hacerse oír. Saludé a mis amigos con dos besos y pedimos un par de copas en la barra.

No vi a Mario al principio, pero una de las veces que fui al baño volvimos a cruzarnos. Me cogió de la mano y me arrastró hasta el centro de la pista de baile. Mi cabeza no pensaba. Comenzamos a movernos al ritmo de la música, nuestros latidos acompasados. Nos rozábamos, la tensión se notaba. Nuestras miradas se cruzaron una milésima de segundo y fue suficiente para que comenzáramos a besarnos, con asia, saboreandonos, acariciando nuestra piel. La música, la gente, todo desapareció a nuestro alrededor. Sólo estábamos él y yo.

— Estás jugando conmigo. — alcancé a decir separándome de él.

Se acercó un poco más buscando mis labios de nuevo

— Estás jugando conmigo. — repetí.

— Te quiero cerca pelirroja, me haces bien.

Negué con todas mis fuerzas separándolo de nuevo.

— Tú no sabes lo que quieres. Lo último que necesito es más locura.

— Espera, espera. ¿Qué te pasa?

Me siguió hasta el exterior.

— Venga Adri espera. Sólo te pido una oportunidad para hablarlo

— ¿Una oportunidad? — me giré como un basilisco dispuesto a atacara a su presa. — Creo que ya te he dado más de una oportunidad.

— Estaba confundido, lo siento, la he cagado.

— No, no estabas confundido. Solo me has mostrado cómo eres realmente. Huyes de mí, simplemente te escapas y luego vuelves como si nada ¿Es que no te das cuenta? ¿No entiendes el daño que me haces?

Se acercó una vez más para susurrarme al oído.

— Tendrás que alejarte tú de mí, porque yo no puedo alejarme de ti.

¿Crees que yo puedo? Pensé. Pero tenía que poder, tenía que hacerlo, por mi bien. Un suspiro se escapó entre mis labios y sin pensarlo antes de que pudiera arrepentirme traté de marcharme, sin mirar atrás, esperando que las lágrimas borraran su imagen de mi memoria cuanto antes y para siempre.

— ¡Adri ni se te ocurra largarte así! — me agarró con fuerza del brazo obligándome a detenerme.

— ¡Suéltame! Me haces daño. Déjame en paz, no quiero saber nada más de ti.

Xavi apareció justo en ese momento.

— Te ha dicho que la dejes.

La mirada fulminante de Mario se clavó en mi amigo que dio un paso más colocándose junto a mi. Podía notar la tensión y contuve la respiración rezando porque aquello no fuese a más. No quería que aquello acabase en las manos. Finalmente Mario me soltó y se marchó apretando los puños.

— ¿Estás bien?

— No, estoy cabreada por ser tan estúpida. 

Amor y otras drogas - ADRENALINA [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora