La Sentencia de Roy y Riza

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La Asamblea se encontraba nuevamente reunida, la masacre ishvalana no podía olvidarse, el acuerdo de paz de Amestris obligaba a que todo saldo a favor fuera justamente efectivo. Trataron de que personas que no tuviesen que ver directamente con la milicia, llevaran el mando de la situación, excepto por el mayor Miles, que ahora tenía el cargo de embajador de la paz y era la conexión entre Ishval y todo el pueblo Amestriano.

Grumman observaba desde el centro de la sala toda la situación, se limitaba a escuchar las diversas opiniones de los asistentes, sabía que esa reunión sería la más complicada, ambos significaban para él, elementos muy importantes.

-¡El podría volvernos cenizas si es que así lo deseara! -Gritó uno de los presentes.
- Lo sabemos pero, ellos se han declarado culpables -dijo con firmeza otro asistente.
- Hicieron lo que el que era entonces Führer les había ordenado, actuaron como lo que son, soldados parte de un ejército -Defendió alguien con severidad.
- ¡No vamos a llegar a nada con esto! -indicó el juez de la asamblea y enseguida se giró hacia el representante Ishvalano-. ¿Qué opina usted Mayor Miles?
-Mi gente se siente tranquila ahora, la tierra y Dios saben que la venganza no debe ser parte de nosotros, el hecho de que ya no nos vean diferente y de que se nos permita llegar a ocupar cargos como los demás Amestrianos, nos mantiene en paz -Habló el mayor mientras todos escuchaban sin quitarle la mirada de encima.
-Perdonen pero, siento que se complican demasiado -Pronunció uno de los asistentes que hasta ese entonces se había mantenido en silencio-. Mi sobrina, fue una ishvalana que murió con fuego en la batalla, sin embargo, yo no busco venganza.
-¿A qué viene todo eso entonces? ¿Usted cree que debemos concederles el perdón? -preguntó el juez tratando de entender las palabras del contrario.
-Tengo entendido que durante la guerra contra Ishval, los laboratorios encargados desarrollaron una solución, que al ser inyectada por vía intravenosa, podría darte sensaciones verdaderamente horripilantes, algunos los describieron como lo que es peor que la muerte -Contó el asistente con una voz bastante intrigosa y sugerente.
-¿Sugiere que los torturemos? -Volvió a preguntar el juez.
-Creo que el mayor Miles podrá coincidir conmigo en que nuestro pueblo al fin está tranquilo y por supuesto, yo no busco venganza -Aquel sujeto, se acomodó los lentes haciendo un espacio entre sus palabras mientras fijaba su mirada en algún punto, entonces pronunció lo siguiente con un tono cizañoso-. Pero si ellos quieren redención... Estoy a favor de que la tengan, pero que sientan un poco de lo que miles de personas sintieron.

La sala hizo un silencio total por unos segundos y luego se escucharon unas murmuraciones.

-¡Quiénes estén a favor de lo mencionado por favor levanten la mano!-preguntó el juez alzando la voz.

Entonces la mayoría alzó la mano, dando a conocer su voto; Grumman, quien hasta ese entonces había permanecido en silencio, al fin se hizo escuchar.

-Después de cumplida la sentencia, quiero que ambos regresen a sus puestos de trabajo en la milicia -Indicó el Führer y enseguida se dispuso a salir del lugar acompañado de una escolta.

Grumman caminaba mientras pensaba en la decisión tomada por aquella asamblea, se sentía temeroso por la primer teniente, esperaba que fuera lo suficientemente fuerte para soportar aquella resolución y el castigo que iban a tomar, al llegar a su oficina les pidió a todas las escoltas dejarlo solo, entonces sacó una fotografía de un cajón del escritorio que tenía asegurado con llave, aquella imagen era de una mujer de cabellera rubia, de ojos verdes, tenía una vestido largo y parecía muy feliz; Grumman no dejó de observar la foto por varios segundos y sus ojos empezaron a nublarse por ciertas lágrimas que se asomaban, dejó la foto a un lado cubriendo su rostro.

-Mi querida Elizabeth, me pregunto si tú estuvieras de acuerdo con mis acciones, ojalá pudiera retroceder el tiempo y no haberte alejado, quizá le evitaría tanto dolor a ella.

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