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Luego de llorar sin saber muy bien porqué pero haciéndolo hasta sentirme desahogada, había tomado una pastilla para el dolor de cabeza, había tomado mucha agua y me había dormido sin detectar el tiempo.

Aidan tardaría al menos cinco horas de Toronto hasta acá y otra hora en la ciudad, así que no me preocupaba tanto.

De pronto, sentí como despertaba de a poco y volvía a estar consciente de mi entorno, cuando suavemente comencé a sentir una caricia en mi cabello, que lentamente seguía por mi brazo y descendía hasta mi cintura, donde aquel tacto reposó.

Entonces me latió el corazón con prisa y el mariposeo volvió a mi estómago, sabía a quien tenía conmigo.

-¿Cómo dormimos vida mía? - Me susurró peligrosamente cerca, sentí su respiración tranquila que me erizó la piel y junto a su tacto, me sentí débil ante él. Y me encantaba ese poder que sin querer, tenía sobre mí.

-¿Honestamente? Pésimo. - Hablé y volteé a verlo, sus preciosos ojos verdes tenían ese brillo especial que tanto me atrapaba y una sonrisa coqueta, tan propia de él, se apropió de sus labios....los que por cierto se veían irresistibles.

Había pasado dos semanas sin verlo, y aunque parezca una completa dramatización, para mí no lo era, pues acostumbrada a verlo diario y a convivir como pareja, de un día para otro simplemente ya no estaba conmigo y me tenía que conformar con escucharlo unos minutos o máximo una hora al día.

Entendía que era trabajo y que era él y todo un equipo trabajando juntos y que no debía tomar decisiones solo...aunque había sus excepciones, como el día de hoy.

-¿Y cómo puedo mejorarlo? - Preguntó mirándome a los ojos, que curiosos miraron mis labios y regresaron a mi mirar. No me había dado cuenta que inundada en mis pensamientos me había dejado llevar por lo que quería y mi cuerpo ya estaba sobre el suyo de manera suave, muy cerca de su rostro estaba el mío y sus manos permanecían firmes en mi cintura.

-Simplemente existiendo ya mejoras mi vida, aunque no lo sepas. - Susurré y sonreí cerrando los ojos, ladeé la cabeza y sin posponerlo más, nuestros labios se encontraron. Y tengo que admitirlo; aquella sensación en mi estómago se volvió tan intensa como la primera vez que nos besamos, sentí volverme débil y al mismo tiempo tan fuerte al tener nuestros labios unidos, disfrutándonos a nuestro ritmo, lento, con amor, con ese sentimiento donde nos decíamos que nos habíamos extrañado. No supe cómo, pero creo que fue ese mismo sentimiento que volvimos ese un beso cada vez más intenso. Mis manos desesperadas fueron a su nuca, acariciando su piel y disfrutando de la sensación me perdí en su cabello siempre suave y con ese aroma delicioso a coco. Él llevó sus manos a mi trasero, ahuecó las mismas para recibirme mejor y me ayudó a sentarme en su regazo para ambos tener un mayor control de la situación.

Y nuevamente, mi mente jugó en mi contra.

A esto era precisamente a lo que Sophia se refería. ¿Y cómo no? Ella me conocía, me conocía mejor que nadie, claro que ella sabía que si Aidan quería que le abriera las piernas y le entregara mi virginal cuerpo y mi pureza una y otra y otra y otra vez yo lo haría sin cuestionárselo ni me detendría a pensarlo, porque se trataba de él. Y él era demasiado, más de lo que cualquier mortal merecemos.

Fácilmente él podría equivocarse y ser yo quien le pidiera perdón por existir.

-Nena, ¿Todo bien? - Preguntó suave. Y lo miré, me había separado de golpe de aquel beso y encima no había dicho nada, solo estaba hundida en mis pensamientos.

Pero el recuerdo de cómo le grité a Sophia hacía unas horas por algo tan tonto me ganó. La culpa pudo conmigo.

-Le grité. - Apenas y hablé, pues apenas pude hacerlo cuando ya estaba hecha un mar de lágrimas. Me recibió entre sus brazos y acariciaba mi cabello. - Le grité en pleno centro comercial como una maldita loca y ella no había hecho nada, soy una maldita...soy una pésima amiga. - Sollocé y mi llanto se hizo mayor.

Realmente mi mejor amiga no tenía la culpa de las heridas de abandono y mi miedo a convertirme en madre. Ella, al contrario, había estado para mí y durante mis crisis se había dedicado a abrazar mis miedos, a entender mi dolor en el silencio y a comprender el significado de mis lágrimas. Siempre me había recibido con los brazos abiertos para recordarme que me amaba y que era lo más importante en su vida o para ser en quien podía apoyarme y convertirme en mi pequeña yo, llena de dolor.

-Pero amor, no creo que haya sido por "nada" y tus lágrimas me lo confirman. Hubo algo que ella tuvo que haber dicho o hecho de manera inconsciente que a ti te lastimó. Y si es algo que sigue vigente, es natural reaccionar desde el miedo, el dolor o el coraje. Ahora dime, ¿Qué sucedió para que reaccionaras de esa manera? - Tomó mi mentón, levantando mi rostro hacia el suyo. Mi mirada volvió a encontrarse con esos divinos ojos verdes y supe que no iba a juzgarme.

Tragué duro y me obligué a silenciar mi dolor por unos segundos.

𝐏𝐞𝐫𝐣𝐮𝐫𝐢𝐨 (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖𝓪𝓵𝓵𝓪𝓰𝓱𝓮𝓻) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora