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Durante el camino hubo un silencio eterno. Aunque no era incómodo sino todo lo contrario, todo lo que había pasado por mi mente había hecho que desconociera de mí misma.

Al llegar al edificio donde se estaba quedando, la recepcionista me miró de tal manera y con tal intensidad, que de inmediato supe que me odió en ese mismo instante y quería matarme allí mismo si lo hubiese podido hacer.

Aunque no dije nada, me sorprendió que al retirarnos, Aidan de inmediato entrelazó su mano con la mía y me llamó "amor" en voz alta. Sin mencionar como nuestros cuerpos quedaron relativamente juntos.

Al llegar a su apartamento, nos separamos por obvias razones. Y aunque no quería mencionar nada acerca del tema, fue él quien habló.

-Disculpa si fue muy atrevido de mi parte, pero era mi principal razón para traerte aquí. - Mi expresión fue de sorpresa.

-¿Para que la chica se me lanzara a golpes? Que detalle. - Respondí sin darle mucha importancia, pero con ironía.

De inmediato soltó una carcajada, sentándose a la par mío, en el fino sillón de gamussa gris oscuro, frente mío.

-Claro que no bonita. Nunca dejaría que te hicieran daño. Pero esa chica me comió con la mirada desde el primer instante que puse un pie en este edificio. Puedo detectar el deseo y la desesperación en su mirada, y honestamente odio eso...en especial porque viene de ella. - Hice un gesto con el labio, haciéndole notar mi coraje al respecto.

-O sea que si viniera de cualquier otra chica...

-O sea que si viniera de cualquier otra chica que no fueras tú, sería igual de molesto. - Me interrumpió. Su tono de voz estaba lleno de seguridad, lo que me hizo sentir mariposas. Su mirada estaba sobre mí, y yo sólo quería desmayarme ante tales sensaciones tan intensas. - Quería que ella supiera que no estoy disponible. - La sonrisa que se me escapó me delató, la cual detectó enseguida. - ¿Deseas salir? Te prometí que te llevaría a conocer los alrededores. - Cambió de tema rápidamente al notarme incapaz de hablar. Y creo que también porque sabía de sobra que si seguíamos así, acabaríamos en una situación verdaderamente comprometedora.

¿Y qué tenía de malo? Digo, muchas personas tienen intimidad sin conocerse, intercambian placer y continúan con su vida normal sin volverse a ver jamás.

Pero este no era el caso...¿verdad?

Asentí con una pequeña sonrisa, aunque por dentro moría de ganas por salir a su lado. Y así fue, antes de meditarlo, estábamos saliendo del gran edificio.

Caminamos unas cuadras, y aunque todas las calles eran bonitas, llegamos a una en especial que tenía cierto romanticismo no sólo en sus edificios, sino también en el cielo que apesar de la oscuridad de la noche, tenía un par de nubes.

Una oleada de aire frío llegó y estremecí, sin pensarlo mucho me acerqué hasta el cuerpo de Aidan que caminaba a mi lado derecho, de inmediato pasó su mano por detrás de mi cuello, acercándome a su cuerpo y a su calor.

-Pensé que...¿A dónde vamos? - Pregunté al darme cuenta que habíamos pasado aquella bonita calle.

Soltó una risa y casi lo pude deducir.

-Es una calle ordinaria, y tú eres todo lo contrario. No merecía la pena, créeme. - Respondió sin voltear a verme.

Sentí un mariposeo en mi vientre y sonreí sin más. Me sentía completa, a su lado siempre lo hacía.

Seguimos caminando hasta que la mayoría de la ciudad estaba frente a nosotros, y definitivamente la vista era cien veces mejor que aquella calle.

La luz que hacía la gran ciudad junto a la noche, era muchísimo más hermosa, y desde mi punto de vista...romántico.

Recargué mi cabeza sobre su torso y nos quedamos en silencio. Aunque no duró mucho.

-Princesa... - Habló y se puso frente mío. Y tengo que admitirlo, mi vista se volvió mil veces mejor. Su mano acarició mi mejilla y me dejé llevar por su tacto. Hizo el ademán de hablar, pero entonces comenzaron a caer pequeñas gotas de agua. Cerró los ojos y sonrió, como si aquello le causara gracia. - Te juro que no planeé que lloviera cuando... - Se mordió el labio de nervios, pero yo no terminaba de deducir lo que quería decir. - No te voy a aventar todo un sermón de palabras hermosas sobre miel y hojuelas, porque soy malo expresándome y creo que ya te has dado cuenta de ello, sólo quiero que sepas que, aunque la atracción ya es evidente…eres la única mujer que quiero en mi vida... - Acerqué mi rostro al suyo, mi corazón latía e intentaba averiguar si no era una broma o un escenario de mi cerebro. - Eres a la mujer que quiero, eres a la única que quiero ver arder entre mis brazos y ver amanecer a mi lado...sólo te quiero a ti. La verdadera pregunta es, ¿Me permitirías dar ese paso formal contigo? - Preguntó.

Y ante todas sus palabras yo quedé sin ninguna. Había sido tan concreto y tan directo, se había ahorrado todas aquellas frases clichés y había sido él entregándome su corazón y nada más.

La lluvia se volvió más insistente, y comenzaba a hacerse con fuerza. El impacto de las gotas cada vez más constantes sobre mi piel fueron lo de menos.

-Oh, Gallagher.... - Fue todo lo que pude decir, no tenía palabras y aunque quería aceptar sin pensarlo, simplemente las palabras no salían.

En ese momento me dejé llevar por mis emociones y abrazándolo por el cuello, me acerqué hasta él, quien acercó su rostro al mío.

Cuando nuestros rostros quedaron lo suficientemente cerca como para sentirlo suspirar y viceversa, cerré los ojos y entreabrí mis labios y un pequeño jadeo salió de ellos ante aquella lluvia que ya era bastante constante, tanto como para comenzar a mojar nuestras prendas.

Fui yo quien unió sus labios con los míos. Mil emociones me recorrieron de arriba a abajo, sus labios eran tan suaves como los había imaginado y aún más deliciosos de lo que pudiese describir.

Entonces fue él quien tomó el poder de la situación, sus movimientos se volvieron un poco más intensos y con ellos...más adictivos. Le seguí el paso y fue cuando sentí la humedad de su boca...habíamos profundizado tanto aquel beso que su lengua había entrado en mi boca. Lo cual, por cierto, era exquisitamente perfecto.

En medio de aquella lluvia intensa nos separamos lentamente, mi corazón seguía latiendo a mil por hora y no podía creermelo....acababa de besarlo...por fin luego de tantos días anhelándolo había sucedido.

Busqué su mirada y encontré esos preciosos ojos esmeralda que brillaban llenos de emoción y tal vez, amor.

-No me quedó muy claro… - Dijo coqueto, esta vez yo tomé sus manos y las llevé hacía mi trasero cuando nuevamente volvimos a quedar cerca.

Sonreímos y volví a besarlo lento, esta vez llevamos un ritmo más calmado, pero igualmente lleno de deseo.











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𝐏𝐞𝐫𝐣𝐮𝐫𝐢𝐨 (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖𝓪𝓵𝓵𝓪𝓰𝓱𝓮𝓻) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora