𝐏𝐞𝐫𝐣𝐮𝐫𝐢𝐨 (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖𝓪𝓵𝓵𝓪𝓰𝓱𝓮𝓻)

０５

La últimas tres semanas se habían pasado más rápido de lo que me hubiera imaginado, y creo que en gran parte era por lo enamorada que estaba.

Ya lo había admitido, estaba enamorada.

¿Y cómo no estarlo si era de Aidan Gallagher?

Había caído en sus encantos, y aunque la primera semana me había resistido, me fue imposible sostener mi propia mentira que me vendía de manera convincente. Todas las tardes nos veíamos a la misma hora en la cafetería, tomábamos un café y luego íbamos a algún lado. A veces sólo nos quedábamos allí y platicábamos de temas variados, reíamos y nos coqueteabamos de manera discreta, luego me llevaba a mi casa.

Cualquiera que fuera el plan, era perfecto, porque era con él.

Sophia era la más feliz, a diario quería saber si ya nos habíamos besado o siquiera agarrado de la mano, y pegaba de gritos cuando le contaba que comenzábamos a tener mayor cercanía.

Siendo honesta, mis ganas de tener esos apetitosos labios sobre los míos sólo habían aumentado desde aquel día que estuvimos muy cerca de besarnos, pero no me atrevía a besarlo y parecía que aunque él también lo deseaba, esperaba que fuera yo quien diera ese paso.

Lo poco que lo había conocido, sólo sabía una cosa; él era el único hombre que necesitaba en mi vida. Lo necesitaba como mi esposo, siendo un equipo.

Todo este tiempo me sentía tan respaldada a su lado, tan protegida, que sabía que era a él a quien estaba esperando.

Suspiré mirando el techo de mi habitación, como lo hacía todos los días luego de que llegaba de con él o los fines de semana, cuando esperaba que pasara por mí.

Hoy el plan era de lo más relajado, iría a conocer su apartamento y conocería los alrededores del lugar, que por lo que me había dicho, era un lugar lindo. Aunque realmente, estando a su lado, no podía haber paisaje que se le comparara en lo absoluto.

-Corazón, ya llegaron por ti. - Habló mi mamá, tocando suavemente la puerta de mi habitación.

Sí, también le había hablado de él a mi mamá. Tenía que hacerlo.

Ella también se emocionó al saberlo, y aunque aún no se conocían de manera formal, (pues Aidan y yo aún no éramos nada formal) mi mamá quedó encantada al ver como él me trataba, pero más allá del trato que le vendiera, del cómo yo era de feliz a su lado.

Me levanté de la cama y le sonreí, me sonrió de regreso y nos abrazamos.

-Nos vemos más tarde, te quiero. - Le dije tomando mi celular y casi saliendo de la habitación. Me regaló una sonrisa llena de orgullo y asintió.

-Con protección por favor, a menos que ya quieran empezar a darme nietos...yo sería muy feliz. - Dijo con cierta gracia. Sonreí de regreso y negué con la cabeza.

Salí de la casa y ahí estaba, recargado en su precioso auto negro, con los brazos cruzados, una media sonrisa coqueta y su mirada puesta en mí.

-Buenas noches preciosa. - Saludó caminando hacia mí. Alcé mi mirada hasta encontrar la suya. Su mirada me decía algo...algo que no podía descifrar, pero sin duda algo que me hacía sentir única en su vida.

Sonreí ante sus palabras, pasando una mano por su suave cabello.

Besó mi mejilla, aunque mi nerviosismo no pudo ser mayor cuando aquel simple saludo fue cerca de la comisura de mis labios.

Definitivamente tenía que besarlo lo antes posible.

-Buenas noches Aidan. - Respondí sin ocultar los nervios en mi voz.

-No vamos a hacer nada que no quieras...pero tampoco vamos a evitar nada que sí quieras. - Me susurró. Su cercanía, y su voz ligeramente ronca tan cerca mío me hicieron estremecerme de pies a cabeza. - Y sé lo que quieres hacer. - Dejó un casto beso en mi oído y se alejó como si nada hubiese pasado. Me había dejado sin palabras y lo sabía.

¡Maldito el control que tenía sobre mí!

Me ofreció la mano y subí a su auto, cerró la puerta y luego subió él. Él era demasiado.