Tenias una migraña mortal, tendías a tenerlas muy a menudo, así que cuando la tenias, todo tenia que estar tranquilo y oscuro.
La luz de tu habitación estaba apagada, las cortinas estaban cerradas y había tanto silencio que podías oír caer un alfiler. De repente, tu teléfono comenzó a sonar y gemiste, el dolor se intensificó.
"¿Hola?" Gemiste en el teléfono, ni siquiera miraste la pantalla, así que no tenias ni idea de quien te estaba llamando.
"¿____?"
"¿Taylor?"
"Sí, soy yo. ¿Estás bien?"
"No. Tengo otra migraña".
"Oh, pobrecita. ¿Quieres que vaya?"
Debatiste en tu cabeza y decidiste que tenerla a tu lado podría hacerte sentir más cómoda.
"Sí"
"Está bien, iré en un segundo"
Murmuraste un vale y luego colgaste tu teléfono, colocándolo de nuevo en tu mesita de noche mientras seguías gimiendo por el dolor insoportable.
Sentiste una mando frotando tu espalda suavemente, sacándote de tu sueño.
Te diste la vuelta para ver a Taylor sentada a tu lado, con una sonrisa comprensiva en su rostro.
"Oye. ¿Te sientes mejor, cariño?"
"Un poquito"
Te deslizaste un poco más en la cama, palmeando el lugar a tu lado para que Taylor pudiera acostarse a tu lado.
Se acostó y tiró de las sábanas sobre ti, besando tu cabeza mientras la colocabas sobre su pecho, poniendo tu oído en su corazón, escuchándolo latir suave y hermosamente.
"Ve a dormir nena. Estaré aquí cuando despiertes"
Cerraste los ojos, el sonido de los latidos de su corazón te calmaba para dormir.
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