Vitzger se le antojaba aburrido.
Na Jaemin, dieciséis años, castigado por sus padres después de chocar su auto contra un árbol. Ahora debía vivir con su abuelo en un pueblo remoto que ¿De verdad existía? No estaba seguro. Le parecía ridícula la simple idea de ser castigado, pero si no hacía caso perdería su preciada vida de niño rico a la que tanto se aferraba. Como consecuencia, ahora viviría en un lugar al que, muy seguramente, no llegaría ni el servicio de internet.
─Si mamá, le haré caso al abuelo ¿Feliz?─. Al otro lado de la línea, Yoon soltaba una pequeña risa ante la negativa de su hijo mayor.
─Papá Kun no es tan malo, bebé. Sabes que te adora y que todo esto es por tu bien, no puedes regresar a la ciudad hasta que tu padre y yo resolvamos tus problemas legales.
Jaemin asintió con la cabeza, estaba cansado de esa situación. Al parecer, sus padres decidieron eso porque era muy peligroso para su imagen pública que siguiera por ahí cuando su auto resultó destrozado. Una completa estupidez, según el castaño.
La casa de los abuelos no era tan mala, allí su abuela le daba los mejores postres y su abuelo lo consentía con reliquias hermosas. El problema era el pueblo, siempre tuvo una vibra rara.
Jaemin no tiene ningún recuerdo ameno de ese lugar, por lo general esos extraños habitantes se encargaban de mirarlo espantados; siempre que iba de visita a Vitzger, tenía pesadillas y en todas se repetía el mismo hombre de cabello negro que lo acechaba al igual que un cazador. La pesadez en su pecho era enfermiza, como si hubiese algo obstruyendo su respiración cada que se adentraba más en las calles de ese pueblo. Vitzger, Vitzger, Vitzger; saldría loco de ese lugar.
Cuando Kun vio a su nieto, la cara se le iluminó con felicidad, rápidamente le avisó a su esposa Seunghee y ambos salieron a recibirlo con un cálido abrazo. Así de bien se sentía su familia y por fin Jaemin pudo ignorar la pesadez en su pecho que amenazaba con ahogarlo desde que llegó allí en el autobús.
Aunque Jaemin seguía en desacuerdo con pasar meses en aquel pueblo, en el fondo sabía perfectamente que sus padres tenían razón y por eso mismo debió tragarse la humillación de vivir en aquel remoto lugar perdido en los mapas. Suspiró, a lo mejor esos meses le ayudarían a pensar en qué podría hacer cuando regresara a Londres.
Ingresó a la vivienda junto a los dos adultos; sus abuelos gozaban de salud y un matrimonio bastante estable, algunas veces Jaemin se preguntó si algún día él encontraría amor de esa forma. Tenía un historial de relaciones fallidas, simplemente nada lograba llenar la inmensa expectativa que se situaba en su corazón, se planteó que era un caso perdido y dejó de exigirse a sí mismo sentir amor por alguien más, la soledad no era tan mala después de todo. Además, era un adolescente, su romance no debía ser de lo más profundo y su corazón se curaba con una fiesta. Jaemin era fiel creyente de que no estaría para siempre con la misma persona, se aburría tan fácil.
Cuando cayó la noche, sucedió lo que de pequeño Jaemin tanto temía: las pesadillas.
Aquel hombre de cabello negro le seguía tan de cerca, pero no podía ver su rostro. El sentimiento era abrasivo, sofocante, casi podía sentir que el aire se hacía caliente a su alrededor y le limitaba la capacidad para respirar. Jaemin quería descifrar cuál era su rostro, pero dentro de la inconsciencia del sueño terminó siendo guiado a una larga habitación llena de retratos de personas que no conocía, todas estas parecían de distintas épocas. Era casi indescriptible el sentimiento, la penumbra en sus miradas frías retratadas en aquellos cuadros. Cada uno con un porte e historia diferente, aunque tenían algo en común, algo implícito que Jaemin no conocía pero su alma sí.
Aquella figura masculina de cabello negro caminaba detrás suyo, mientras él iba corriendo a toda velocidad aunque este fácilmente podía alcanzarlo. No logró ver su rostro, sólo sintió cómo este le atrapaba por la espalda y un aire frío le recorrió el cuerpo cuando le susurró algo al oído.
ESTÁS LEYENDO
Our Lady of Sorrows ─Nomin.
FanfictionJaemin siempre tuvo el presentimiento de que algo estaba mal con él. Desde sueños caóticos hasta los rumores que crecían alrededor suyo, todos en el pueblo estaban de acuerdo en que él era hijo del pecado. Lastimosamente ni el creyente más fuerte no...