Capitulo 6

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Helena

Mi pulso va a una velocidad extrema y siento como se me acaba el aire poco a poco, camino rápido hacia la mansión y entro azotando la puerta de la cocina con desesperación.

—Señora, ¿necesita algo? — pregunta Jonathan, el cocinero.

Lo ignoro siguiendo de lado con rapidez.

—¿Se siente bien?.

No respondo, estoy tan desesperada por llegar a mi habitación y tomar mis pastillas que subo corriendo las escaleras, siento como si me apretaran cada vez más los zapatos y el cuello de mi camisa me asfixiara.

Llego a mi habitación y cierro la puerta para adentrarme al baño y tomar las pastillas que están en la repisa, tomo dos y de inmediato me quito la ropa pudiendo respirar un poco mejor. Prendo la ducha y entro a bañera con la necesidad de sentir el agua caliente sobre mi piel.

Llevaba meses sin sentir de nuevo un ataque así, no recordaba la última vez que algo me había hecho sentir de tal manera, pero sí recordaba quien era el causante de la mayoría de esas veces.

¿Había cometido un error al permitir traerlo?

Por supuesto que sí.

Tiemblo demasiado y pego mis rodillas a mi pecho, abrazando mis piernas.

Me había prometido no volver a sentir esto, no permitirlo y menos a el, no estaba aquí si no para alimentar mi odio y no mis problemas, no podría dejar que volviera a obtener tal poder; ya no es así.

Salto al escuchar golpes la puerta.

—¿Helena? — habla Natasha —¿Helena, estás bien?.

—S… si Nat, lo estoy.

—¿Puedo pasar? — pregunta.

—Estoy en la bañera, ya salgo.

—Aquí te espero.

Salgo y sin secar mi cabello me coloco la bata y me dirijo a la puerta. Al abrirla veo a Nat sentada en el sofá a los pies de mi cama.

Se pone de pie y veo sus ojos hinchados y su nariz roja. No decimos nada, pero como si nuestras mentes se conectarán nos acercamos y nos abrazamos.

Noto cómo intenta aguantar las ganas de explotar en llanto sobre mi hombro.

La aparto y limpio con mis dedos debajo de sus ojos las lágrimas secas. No veo necesario preguntarle por qué llora, ya lo sé, y me arrepiento de no haber dejado que murieran en esa cárcel.

—¿Quieres que almorcemos en el balcón? — le pregunto.

—Si — sonríe en un suspiro —Jonathan lleva mucho tiempo torturandome con ese rico olor y tengo hambre.

—Seguro ya no debe tardar en terminar — me aparto —Voy a vestirme, tu avísale a Rosario que nos traiga la comida a mi habitación.

Veinte minutos después salgo del vestidor y Natasha está de espaldas sentada en el balcón. El olor delicioso de la comida se siente bien y me acerco a la mesa para sentarme frente a ella.

—La vista es preciosa — me dice sin despegar su vista del mar.

—Demasiado preciosa.

—Desde mi habitación se ve, pero no en este plano.

Regresa su mirada a mi y noto como le brillan los ojos y sonríe.

—Ese vestido te queda precioso.

—Gracias — le agradezco y sonrio.

MUÑECA DE LA MAFIA #2 || Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora