1 Mi despertar

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Así nací. Permítanme contarles muy brevemente unos antecedentes de mi vida, y si he de ser clara y precisa, no intentaré este relato diciendo lo clásico, que nací con el cuerpo equivocado, que siempre me gustó la ropa de niña, que era un afeminado, que abusaron de mi ni nada de eso. Soy la menor de 3 hermanos, dos hermanas mayores y yo. Mi madre una mujer increíble, y padre no tuve la fortuna de conocerlo.
Mi nombre es Tonya y mi vida es ésta. Nací en una ciudad del Estado de Sonora, México. Mi madre me tuvo a los 29 años de edad, y mi padre era un destacado Ingeniero de aquella norteña ciudad, era una familia digamos que normal, antes de mi nacieron mis hermanas Sofía y Malena. Poco después de mi nacimiento, mi padre falleció y mi madre quedo viuda a cargo de la familia, claro que yo no me acuerdo de él. Por lo que me comentó mi madre yo nací sin dificultades, pero hubo una pequeña particularidad en mí nacimiento, a los médicos les llamo mucho la atención que mi área genital estaba con poco desarrollo, no tenía pene o por lo menos lo tenía muy pequeño y arrugado, los testículos no se veían, y yo orinaba por un orificio que estaba por debajo del supuesto pene. Los médicos estaban extrañados, e inicialmente fui declarada como que nací con sexo femenino, pero según me cuenta mi madre en un principio ella preguntó qué es lo que había tenido y le dijeron que una mujercita, y que cuando la dieron de alta le dijeron que un hombrecito, por lo que mi madre pregunto qué pasaba conmigo porque decían una cosa y luego otra cosa. Que era hombre y que tenía que consultar a un urólogo que porque había nacido con una malformación congénita severa a la que llamaron en aquel tiempo como hipospadias severa.
Finalmente fui registrada viva con sexo masculino, una vez que mi madre me reviso pregunto por qué yo estaba así, los médicos ignorantes le dijeron que había un problema hormonal, pero que con el tiempo se arreglaría, que los testículos me bajarían y crecería el pene.
Me contaron mis hermanas que a mi madre le dijeron que ella tenía la culpa, que, porque eso había ocurrido porque ella tomaba anticonceptivos orales del tipo dietietilbestrol, y que aun embarazada siguió tomándolos y que eso había ocasionado el problema hormonal y mi desarrollo genital. Dicen mis hermanas que ella se sintió muy mal por eso.
Mi atención médica se vio opacada, ya que en aquel tiempo mi padre enfermó y toda la atención se le dio a él, y yo quede así, sin tratamiento y sin mayor atención al respecto por parte de mi padre, de mi madre y de los estúpidos doctores. Finalmente, mi padre murió y mi madre quedo al frente de la casa, ella continuó trabajando para dar la escuela a mis hermanas y a mí, respecto a mi salud ella siguió ignorándome. Quede al cuidado de una señora la cual por cierto me cuentan que insistía constantemente con mi madre de que yo estaba muy rara de mis partes y que deberían de atenderme, pero no le hizo caso, termino corriéndola a ella y a otras dos más, y finalmente creo que me prestó atención de nuevo al cumplir los 5-6 años, cuando yo le hacía preguntas sobre mi cosita ya que en jardín de niños yo veía que mis compañeritos eran muy diferentes a mí en sus genitales, le preguntaba por qué yo no podía orinar estando de pie, que tenía que sentarme para poder orinar  Un día se dio cuenta que yo seguía sin pene o por lo menos era mucho muy pequeño y sin testículos ni escroto, solo una pequeña bombachita cerrada. Me llevo finalmente al médico, quien solo le decían que necesitaba un tratamiento hormonal y que en la adolescencia me curaría, y me pusieron inyecciones de hormonas, pero no sirvieron para nada, los doctores dijeron a mi madre que el tratamiento empezó muy tarde y que si seguía con tanta inyección yo me quedaría chaparrito.
Mi madre no se quedó conforme y me hicieron otros estudios y me vieron varios médicos, según me cuentan me vio un cirujano que le dijo a mi madre que yo no tenía hipospadias, ya que ni siquiera tenía un pene ni testículos, que yo no era del sexo masculino, el me mando con otros médicos y tengo entendido que continúe creo que con una multitud de pediatras en donde finalmente le dijeron a mi madre que yo tenía un síndrome de diferenciación sexual, el cual no me acuerdo el nombre, le dijeron que los genitales tal vez se me desarrollarían normalmente o que tal vez no, y que tendría tal vez algunos caracteres sexuales secundarios femeninos o masculinos. Y hasta ahí llegó todo, mi salud paso nuevamente a segundo término, se debían de atender las prioridades. Y para fines prácticos yo seguía siendo un niño varón y así se me educó.
El trabajo de mi madre, las ocupaciones con mis hermanas y el llevar la casa ella sola se volvió rutina y mi condición médica quedo como les dije en el olvido. Les he de decir que en realidad mi infancia se llevó a cabo dentro de lo más normal conforme me lo habían asignado, seria niño y por lo tanto yo jugaba con carritos, muñequitos, jugaba béisbol, tenía amigos, etc., es decir, una infancia relativamente normal. En casa las cosas eran ciertamente especiales, yo al ser el menor y al ser el único supuesto hombre, pues fui el consentido por mis hermanas y por mi madre. Mis hermanas me miraban raro y mi madre siempre evadía el tema cuando yo le preguntaba de mis genitales.
Todo se me complacía, pero yo también correspondía porque era un buen niño y salía bien en la escuela. La situación tuvo cierto giro en cuanto me empecé a dar cuenta de lo que pasaba por la casa en relación a la sexualidad. Yo tendría unos 8-9 años de edad y las cosas empezaban a cambiar en mi mente y en mi cuerpo.
Mi madre después de quedar viuda no se volvió a casar, pero en realidad ella era una mujer muy atractiva, ella era de estatura media, muy buena figura con gran dotación de senos y muy nalgona, bonitas piernas y de cara muy agradable, en aquel tiempo contaría con unos 38-40 años de edad; mi hermana mayor al igual que mi madre era de estatura media, era blanca aunque de cabello negro, muy chichona y muy nalgona, pero todo dentro de las medidas anatómicas normales, tendría unos 22-23 años ; y mi hermana menor era un prodigio de mujer, ella era la más alta, de tez muy blanca, de cabello castaño claro, estaba delgada y tenía una cara hermosa, su cuerpo era esbelto y estético, y con muy buen trasero y buenas tetas, no tenía que pedirle más a la vida. Tendría unos 18 años.
La situación en casa, no sé por qué motivo, quizá hormonal o genético, pero se respiraba un ambiente de mucha sensualidad. Yo notaba que mis hermanas andaban desnudas por la casa, mi madre igual se dormía desnuda, se veían pantaletas, brasieres, toallas femeninas en las habitaciones, y en el baño: zapatillas, medias, maquillajes por aquí y por allá, ese era el medio en donde yo vivía, en realidad no había nada masculino, en primer lugar, porque no había hombre en esa casa, y yo solo era un niño mimado y consentido, muy callado, y muy raro pero muy listo y observador. En mi habitación había juguetes y cosas de deportes que nunca usaba, pero ahí estaban, guardados y acomodados.
La sexualidad humana, en este caso femenina, es una condición constante y con patrones ya marcados por naturaleza, y en mi casa no éramos la excepción. Todas tenían sus roles y conductas ya bien establecidas, y como ya mencioné, yo me daba cuenta de todo. Sabía el comportamiento de las 3 mujeres de la casa, cuando estaban contentas, alegres, tristes; cuando iban a tener su menstruación, cuando estaban calientes, cuando se masturbaban, cuando tenían relaciones sexuales etc. Yo sabía todo. Yo misma empecé a notar cambios en mi conducta y cuerpo al cumplir los 10 años de edad. Ahí fue cuando empecé a darme cuenta de las cosas en toda su magnitud, yo me sentía extraño y estaba desconcertado con mi cuerpo., en definitiva, no tenía un cuerpo masculino.
Aunque siempre fui un niño encerrado en la casa siempre tenía vecinos y amigos, pero a los 10 años los empecé a ver de una manera diferente, las cosas ya no encajaban bien, ya casi no salía ni me frecuentaba con ellos; tenía miedo que vieran o tocaran mi cuerpo muy diferente al de ellos, pero ciertamente tampoco no me juntaba con niñas, mi pubertad empezaba a asomarse, en primer lugar mi cuerpo empezaba a cambiar un poco, crecí de estatura, mi voz  aguda en extremo en la infancia, ahora ya era no tan aguda, pero para nada era grave, aun no tenía vello axilar, ni barba ni bigote, solo se asomaba un poco de vello púbico , mi parte genital seguía igual, sin cambios, nunca se desarrolló , aquel pellejo que dijeron algunos de los doctores que era el pene, en vez de crecer ahora era ya casi imperceptible, no era para nada un pene y menos como los penes de mis compañeros de escuela a los cuales veía cuando estábamos en el baño o cuando hacíamos deportes o cualquier otra actividad en donde nos quitábamos la ropa, yo por supuesto siempre me escondía, no permitía que me observaran, seguramente se burlarían.
Algunos de mis amigos ya tenían vello en la región genital y les colgaban grandes testículos y el pene lo tenían grande, en cambio yo no tenía nada de eso, por lo que empecé a acomplejarme, obviamente me sentía en extremo diferente a ellos, quizá hasta inferior a ellos.
Al pasar los días notaba que mis pezones me causaban cierta incomodidad, cierto dolorcito y comezón; la cadera y el trasero los tenía más anchos, mis pechos crecieron un poco y los pezones se mi hicieron más amplios, saltones y rosados. Yo pensaba que eso era porque estaba un poco gordito. Con los niños también cambiaba mi comportamiento hacia ellos, ahora ya no me sentía parte de ellos, ya no jugábamos a lo mismo, de hecho, me rechazaban un poco, o al menos eso me daba la impresión. Por ejemplo, tenía un vecinito que era mi amigo, se llamaba Andrés, como a los 11 años él se puso muy alto, y yo ya lo miraba muy simpático, lo encontraba muy bonito y procuraba estar siempre a su lado, mientras más pegados mejor, me gustaba que me tocara, que me abrazara, me sentía muy protegida a su lado, estando con él no me molestaba nadie. No pasó desapercibido por mí, ni creo que por Andrés.
Una cosa es cierta, aunque con mis cambios físicos y por mi situación en casa y por cómo estaba mi cuerpo yo no sentía que debía de actuar como mujer, es cierto que tenía ciertas maneras y modos, pero en realidad yo nunca fui un niño afeminado, rarito o maricón, siempre trate de no mostrar mis verdaderos pensamientos o lo que sentía, mi rol en la vida era de masculino porque así me lo habían indicado. Trataba de actuar como hombre, porque así me habían dicho que tenía que ser, además imitaba a mis compañeros creo que desde ahí empezaba la gran simulación de mi vida, el querer pretender ser mujer sin serlo y el querer ser hombre sin serlo.
En ocasiones en la soledad de mis pensamientos me traicionaba el subconsciente y creo que la frustración se hacía presente y pensaba, y pensaba sobre cómo se sentiría ser mujer, en ocasiones anhele algo que en realidad no era y nunca lo sería, es decir, una niña, una mujer de verdad, usar vestidos, usar el cabello largo, maquillarme, etc. Dichosas ellas que podían andar de la mano entre ellas o con quien quisieran, dichosas ellas por permitírseles arreglarse y verse más coquetas y bonitas, dichosas ellas con la capacidad de amar tanto y saber que también son amadas y deseadas, dichosas ellas que se reunían entre ellas para hablar de cosas secretas, dichosas ellas que reían tímidamente y pícaramente hablando de los chicos, y hablando de cosas muy íntimas de chicas, dichosas ellas que más tarde tendrían la capacidad de desarrollarse en su cuerpo y alma para así sentir intensamente el más mínimo roce de la persona amada; dichosas ellas que tienen la capacidad de amar y ser amadas por un hombre, dichosas ellas que tienen la capacidad de gozar en forma muy intensa la explosión de su intimidad, dichosas ellas con la capacidad de engendrar y dar la vida.
Una vez llegada la adolescencia mis cambios físicos y sentimientos ya no tenían marcha hacia atrás, mis cambios se hicieron más intensos y francamente muy evidentes, yo seguía desarrollando bastante el aumento del volumen de las mamas, de plano yo estaba ya muy chichona para ser hombre, yo pensaba que eso era porque mi mama y mis hermanas eran muy bustonas y que, porque yo era un poco gordito, si eso debía de ser. Mi voz no se desarrollaba desentonada ni grave, aunque por lo menos no era tampoco muy aguda ni aniñada, era normal, pero nunca como la de un verdadero adolescente masculino; mis caderas y mi trasero se hacían más grandes y mi cintura se hacía más estrecha, en realidad yo le daba justificación a todo eso. Mi pene seguía igual sin existir, sin desarrollarse nada, es más, cada vez más escondido entre unos pliegues de piel que se me formaron, y orinaba por un orificio que estaba debajo de lo que se supone era el pene, pero no en la punta como todos los penes normales. Lo tenía muy sensible. Debajo del supuesto pene había un área obscura que se supone era donde debían de estar los testículos, pero no había nada. Para serles franca la verdad es que sentimentalmente yo me sentía prácticamente normal, porque mi papel era el de hombre, aunque había ciertas particularidades, dejaron de gustarme los carritos y los juegos, ahora me gustaba la ropa, me gustaba admirar a los niños, me gustaba rozarme con ellos en los juegos y deportes, las chicas no me interesaban nada. Me empezó a interesar todo lo relacionado a las mujeres, y también lo justifique porque en casa eran puras mujeres.
Los impulsos sexuales a los 11 años aún estaban reprimidos, pero ya empezaba el despertar a mi sexualidad, aunque en aquel tiempo, sin saber hacia dónde se dirigiría.
Las diferentes situaciones por la casa no pasaban desapercibidas para mí, como mencioné en un principio en mi casa se respiraba un ambiente muy hormonal, muy femenino, de mucha sensualidad y sexualidad.

Continuará..

Del nacimiento de la mujer que siempre fui.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora