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Ese día sería la primera, y la última vez que Fyodor Dostoyevski comería tacos en su vida.

Pero vamos por orden.

Gracias a que Nikolai era la persona más animada y alegre del mundo entero, Fyodor no tuvo que decir nada en todo el camino, además de "ajases" y "sies", pues el albino se la pasó hablando y hablando de muchas cosas, la mayoría sin demasiado sentido para el ruso.

Era bastante refrescante escucharlo hablar, aunque no lo entendiera.

Llegaron al lugar de tacos, sin duda alguna bastante popular, pues ya había allí una fila de personas esperando por su comida.

Era algo así como un puesto simple de comida callejera, y no había lugares donde sentarse. Era pedir tu orden, recibir tu taco e irte mientras te lo comías.

—Entonces, ¿te gustan mucho los tacos? —Preguntó Nikolai mientras hacían fila.

—No lo sé, creo que es la primera vez que los pruebo —Confesó, un poco sonrojado.

—¿En serio? Bueno, te digo que son buenísimos. Te van a gustar.

Estuvieron esperando unos diez minutos, y el sol empezaba a quemar. Estaba finalizando la temporada de lluvias y empezaba el verano, junto con el final de clases y el inicio de unas largas vacaciones. Fyodor se había propuesto a sí mismo que antes de terminar el colegio debía confesarse a Nikolai y pedirle el noviazgo.

Es más fácil decirlo que hacerlo, al parecer.

—¿Qué van a pedir? —Preguntó el señor que tomaba la orden. Era muy robusto y tenía un frondoso bigote, que contrastaba con su reluciente calva.

—Para mi, al pastor —Dijo Gogol despreocupadamente—. ¿Y tú, Dos-kun?

—Ah, lo mismo para mi.

—¿Salsa? —Preguntó el hombre.

—Échale todo el bote, amigo. ¿Y tú, Dos-kun?

—Ah, lo mismo para mi.

Fyodor no sabía en lo que se estaba metiendo.

La salsa era picante. Muy picante. Él no lo sabía. Nikolai lo sabía, pero no sabía que Fyodor no lo sabía. Y Fyodor no sabía que Nikolai sabía que la salsa era picante y no sabía que él no lo sabía.

Les entregaron los tacos, pagaron y se fueron caminando a sentarse en alguna parte, cuando a Fyodor se le ocurrió morder su taco.

El taco estaba demasiado picante.

Su rostro se puso rojo de inmediato mientras él no paraba de jadear

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Su rostro se puso rojo de inmediato mientras él no paraba de jadear. Al final, se le terminó cayendo el taco al suelo mientras él se tapaba la boca. Gogol se preocupó, y pensando que tal vez se había atragantado, le dio un fuerte golpe en la espalda.

Pingüinos /Fyogol/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora