ventinueve

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Kevin cayó al lado de mi en la cama una vez que termino. Simplemente se hizo a un lado y terminó recostado a un lado de mi, con sus ojos cerrados y su pecho subiendo y bajando erráticamente intentando controlar su respiración.

Mientras que en mi una sensación agridulce se acomunaba en mi pecho. Rápidamente mi cuerpo busco al de Kevin, pero lo único que conseguí fue aferrarme a su brazo esperando entrar el calor que pudiera cubrir el frío que comenzaba a calar en mis huesos.

—Kev...—susurre en voz muy baja, pero no hubo respuesta. —Kevin.—repetí.

Pero nada, el no respondía.

Entonces comencé a escuchar unos suaves ronquidos saliendo suavemente de su boca indicándome que se había quedado dormido.

Suspire derrotada y decidí no despertarlo.

Únicamente me separé de su brazo e intente pararme.

Mis piernas no habían dejado de temblar mientras que un dolor punzante se acumulaba desde mi vientre bajo hasta mi parte íntima.

Cubrí mi boca con mi mano para no hacer ruido, y una vez más hice mi mayor esfuerzo para poder levantarme.

Luego de muchos intentos lo logre, poco a poco fui posando mis pies en el helado suelo hasta quedar totalmente de pie, y así a pasos lentos y tropiezos logré llegar hasta el baño dentro de la habitación.

Una vez que entre, cerré la puerta tras de mi y proseguir a encender la luz encontrándome con un camino de sangre que corría hasta mis muslos internos.

Ignore eso y fui hasta el escusado. Poco a poco baje hasta lograr quedar sentada en la taza sintiendo mis muslos quemar de dolor por el esfuerzo que hice; pero eso no fue lo peor.

Lo peor vino en el momento en el que la pipi salió de mi vejiga provocando que soltara un sollozo de dolor por el ardor que me provocó.

Sentí como me quemaba por dentro, dolia horrores. Me dolía casi tanto como dolió el momento en el que Kevin se introdujo en mi.

Dure una eternidad ahí sentada hasta que logre pararme de nuevo con mucho esfuerzo.

Con cuidado me limpié quitando el rastro de sangre que había salido de mi para después ir hasta el lavamanos.

Llegue y después de lavarme me serví por primera vez a verme en el espejo soltando un jadeo de susto cuando mire mi reflejo.

Me veía horrible.

Mi rímel estaba todo corrido, mis ojos se veían hinchados y tenía marcas desde la mandíbula hasta el inicio de mis pechos.

Me sentía horrible. Mi mente se nublo y comencé a sollozar en silencio arrepintiéndome de lo que acaba de hacer.

Me cegué.

Me cegó el deseo que sentía y termine haciendo lo que tanto temía. Yo me sentía lista, sentía que el era el indicado, que con el tendría la primera vez que tanto soñé, pero no fue así.

Más y más sollozos quisieron salir pero no lo permití.

Abrí la llave del agua y la acumulé en mis manos para después enjugar mi cara hasta que estuviera limpia, luego la sequé con una toalla de manos y salí de nuevo a la habitación.

Busque la primera prenda que encontré, la playera de Kevin estaba tirada a un lado de la cama así que la tome y me la puse encima para tapar la desnudez de mi cuerpo y luego fui hasta la cama en donde me acosté en una orilla.

Mi mente no dejo de pensar.

Pensaba muchas cosas que no hacían más que lastimar más mis sentimientos.

Me sentía una tonta.

Jale aún más la playera de Kevin para cubrirme lo más que pude y me hice bolita dándole la espalda al pelinegro para intentar conciliar el sueño.

Pero era imposible. Mi mente no me dejaba descansar, mis respiración eran cada vez más irregulares y temía despertar a Kevin. Tenía que tranquilizarme.

Pero no lo hice.

Un rato después sentí como su cuerpo se acercaba mas al mío. Sus brazos me encontraron y me presionó contra su pecho desnudo haciéndome imposible mi tarea de permanecer tranquila.

Mi pecho comenzó a subir y bajar con más rapidez y fuerza, y eso fue lo único necesario para que Kevin se diera cuenta de que no estaba dormida.

Sentí como me volteó completamente para después posar su vista en mi rostro.

—¿Que tienes?.—pregunto encendiendo la luz de una lámpara a su lado para verme mejor.

—Nada.—negué con la cabeza tragándome mis lágrimas.

Odiaba esto, odiaba parecer una niña inmadura que no sabía controlar sus sentimientos, pero eso es lo que era yo. Una niña.

—Anna...—murmuró con dureza.

—No pasa nada Kev, vuelve a dormir.—respondí.

Kevin negó y quitó mis manos del borde de su playera con la que me cubría.

En cuanto la playera se levantó, mis muslos quedaron al descubierto y con ellos el pequeño rastro de sangre que había limpiado antes.

Los ojos de Kevin se abrieron con sorpresa, sus manos tomaron mis piernas y las movieron a un costado dejando ver ahora la mancha de sangre ahora en la sabana blanca.

Su rostro de lleno de preocupación y rápido me miro a la cara.

—¿Eras...?.—no podía ni completar la frase.

Baje la mirada avergonzada.

—Si.—susurre.

Kevin se alejo de mi, deje de sentir su presencia en la cama y voltee a verlo ahora parado en la cama con un gesto de angustia.

—¿Por que no me lo dijiste?.—pregunto.

—Yo...—no sabía que responder.

—¡Soy un pendejo!.—exclamó jalando su cabello.—¿Te hice daño? ¿Te lastime?.

Le dio vuelta a la cama hasta quedar del lado donde me encontraba yo.

—No, no.—negué repetidas veces.

Kevin se sentó en la cama y tapó su rostro con sus manos.

Ahora me sentía peor.

Con cuidado me acerque a él y puse mi mano en su hombro para reconfortarlo.

—Está bien Kevin, tú no lo sabías.—le dije mientras lo acariciaba suavemente.

El destapó su rostro y me miró.

Tomó entonces mi brazo y me abrazo con fuerza como intentando hacerme sentir mejor.

—Vamos a que te bañes.—susurro en mi oído sin dejar de abrazarme con ternura.

¿Me arrepentía? Si.

¿Volvería a hacer exactamente lo mismo? Totalmente.

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No me culpes 𝐊𝐞𝐯𝐢𝐧 𝐀𝐥𝐯𝐚𝐫𝐞𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora