seis

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La tensión del ambiente aumentó aún más, si es que eso era posible. En cuanto el claxon se escuchó los dos nos separamos de golpe.

Kevin comenzó a manejar mientras que yo pase mi mirada a mis piernas y comencé a juguetear con mis manos sin saber muy bien que hacer o que decir.

Seguimos en silencio unos cuantos segundos más hasta que Kevin prendió el radio y una canción de Bad bunny empezó a sonar en volumen bajo.

Pero tú me tiene' enredao, me envolví Iba por mi camino y me perdí. Mi mirada cambió cuando tus ojos vi. Bye-bye a los culo', ni me despedí.— cantó el mirando enfrente en todo momento.

—Yo no te busqué, no. Chocamo' en el trayecto, con tu alma es la que yo conecto. Tranquila, no tiene que ser perfecto, no.— esta vez cante yo, dirigiendo mi mirada de vez en cuando en el y en su hermoso perfil.

No terminaba de entender como es que era tan guapo.

Los dos seguimos cantando bajito por unos minutos más hasta que llegamos a un lugar bastante vacío. Era un mirador.

Kevin apago el carro y rápidamente se bajo, luego vi como dio la vuelta por enfrente del auto y pasó hasta mi lado, después abrió la puerta para que pudiera salir y caminamos juntos hasta la barda de piedras que estaba en el lugar.

—y, ¿que te pareció el entrenamiento?.— Kevin pregunto, girando un poco para verme de frente.

Inconscientemente morí levemente mi labio y pensé en que responder, pues, no podría decirle que no puse ni la más mínima atención en el entrenamiento por estarlo viendo a el, en cada segundo.

—Pues...se vio cansado.—escuché como el río un poco y asintió.

—Bastante cansado, pero, vale la pena.—respondió dando un paso más cerca de mi.

—Ojalá que si. Se ve que trabajan muy duro todos los días.—dije.

—Mjm, todos los días.—contestó y dio otro pequeño paso. Eran tan pequeños que apenas y podía darme cuenta de cuando lo hacía, pero, era consiente que distancia entre nosotros se acortaba cada vez más.

—Si me gusto mucho el entrenamiento.—mentira, ni si quiera lo vi.

—Mmm.—dio otro paso más.—¿te gustó el entrenamiento? ¿O te guste yo?.

Mi rostro se calentó y mis nervios salieron a flote al escuchar sus palabras. Me había visto. Sabía que no podía quitar mis ojos de él.

—Y-yo...—murmure nerviosa.

—¿tu?

—Yo, tu...—intente que las palabras salieran de mi boca.

—Sentí tu mirada todo el tiempo, Anna. No puedes mentirme.—basto un solo paso más para que la distancia entre nosotros se acortara tanto que podía sentir su aliento y su respiración en mi rostro.

Eso, y sus intensos ojos marrones que miraban directamente a los míos, sin ningún tipo de descaro, iban a provocar que terminara en el piso si no lograba recomponerme. Era increíble lo que el causaba sobre mi. No había duda, los dos teníamos el mismo interés.

—Es que, tu...—una vez más busque en el fondo de mi cerebro algo coherente que decir, pero no había nada.

—¿Es que yo?.—murmuró.

—Es que me pones nerviosa.—una frase completa salió de mi boca por fin.

—¿Por qué te pongo nerviosa, Anna?.—el y sus preguntas iban a provocar que me diera un infarto en cualquier momento.

—N-no, no se.—murmuré con voz entre cortada cuando sus ojos bajaron a mis labios entreabiertos.

Había olvidado como respirar. No estaba respirando en este momento. En realidad no era consciente de nada de lo que estaba pasando alrededor.

Solo el, era el en lo único que podía pensar.

—Mm, yo creo que si lo sabes.—respondió.

—Kevin.—susurre sintiendo como sus manos poco a poco se dirigían a mi cuerpo.

—Anna.—dijo de la misma manera que yo ahora poniendo desconfiadamente una de sus manos en mi cintura.

Ya no aguantaba esta tensión entre los dos, y si tenía que dar yo el paso y humillarme ante el lo haría, lo haría todo con tal de matar esta horrible sensación de desesperación que se posaba en mi pecho.

—¿Puedes...?.—mi voz se corto.—¿puedes besarme?.

Su sonrisa de agrando y sus ojos se oscurecieron y brillaron aún más de lo que lo hacían antes. Su agarre se apretó y con una fuerza tan tranquila pegó mi cuerpo al suyo provocando que sintiera la dureza de su pecho contra la suavidad del mío.

Su cabeza se inclinó un poco hacia abajo por la notable diferencia de estatura que había entre nosotros, luego, fui testigo de cómo remojó sus labios con su legua una vez más y entonces cerré los ojos por fin esperando el tan deseado contacto entre nosotros.

Milímetros.

Eso era lo que nos separaba solamente. Un par de milímetros y podría por fin probar sus labios que tanto deseaba.

Por fin besaría aquellos labios que mantenían mi corazón latiendo erráticamente. Por fin sentiría aquella sensación de calor y mariposas revoloteando por todo mi cuerpo. Por fin lo sentiría a él. A nadie más que a él.

Un milímetro.

Sus labios rozaban con los míos. Instintivamente entreabrí más mi boca e incline mi cabeza un poco a la vez que mis pies se ponían en punta para béselo de una vez por todas.

Mi mano pasó por su cuello al mismo tiempo que su brazo rodeó mi cintura y me levantó un poco.

Su nariz rozó con mi nariz y en ese momento pasó.

Había sucedido. Sus labios chocaron con suavidad en los míos. Un simple pico fue necesario para derretirme por completo ante el.

Me besó cortamente y las sensaciones explotaron dentro de mi.

¿es acaso esto a lo que llaman mariposas en el estómago?

Pero estas no son simples mariposas, es un vacío, un remolino, un explosión dentro de mi que pone a todo mi ser en revolución, me deja plasmada, en shock. Sin poder emitir palabra alguna y titubiar en todos mis movimientos.

Y es que, si eso lo hacen unas maripoas
¿qué es lo que harán grandes aves?

Y es que, si eso lo hacen unas maripoas¿qué es lo que harán grandes aves?

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No me culpes 𝐊𝐞𝐯𝐢𝐧 𝐀𝐥𝐯𝐚𝐫𝐞𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora