veintiocho

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Mi mente iba en blanco, no podía pensar en ni una sola cosa que no fueran en los nervios que sentía al estar aquí con Kevin, una vez más en su casa.

El camino había sido rápido, llegamos en menos del tiempo que hacía normalmente gracias a la hora que provocaba que las calles de Pachuca estuvieran vacías, además de que la velocidad a la que el Audi iba estaba segura que era más alta de lo que estaba permitido en la ley de tránsito, pero no me atreví a decirle nada al respecto.

Estaba demasiado nerviosa como para hablar. Su semblante seguía igual de serio como horas antes. Sus dos maños sostenían con fuerza el volante y no miraba hacia otro lado que no fuera al frente.

Ahora no había puesto su mano sobre mi muslo como lo hacía normalmente, ni si quiera porque traía vestido y podía tener total acceso a mi piel. Tampoco había tomando mi mano y la había puesto sobre la palanca para que hiciéramos los cambios de velocidad juntos.

Mucho menos había encendido la radio y puesto música, todo estaba en silencio, en un silencio demasiado aterrador para mi, y creí que una vez que llegáramos a su hogar esta sensación desaparecería, pero no fue así.

Al contrario, mis nervios aumentaron al igual que los latidos de mi corazón. Estaba segura que me haría pis aquí mismo si durábamos cinco minutos más en esta incómoda situación.

—Ve abre.—Kevin por primera vez me dirigió la palabra mientras me extendía las llaves de la casa.

Yo no dije nada, solamente tome las llaves y baje del auto casi corriendo hacia la entrada.

Introduje la llave en la chapa de la puerta y una vez que abrí entre sintiendo el frío de la casa pegarme de frente.

Incómodamente me que parada a un costado de esta sin saber muy bien que hacer, hasta que de repente escuche los pasos tras de mi acercarse cada vez más, luego, la puerta se cerró y una mano se posó en mi espalda baja obligándome a caminar escaleras arriba rumbo a su habitación.

Una vez que entramos al cuarto Kevin prendió la luz dejándome ver su sobria habitación.

Una vez más quede parada sin saber muy bien que hacer. Me mataba el silencio que había entre nosotros.

No fue hasta que kevin me señaló la cama que tuve la confianza de caminar y sentarme mientras que él seguía parado frente a mi.

Poco a poco comenzó a quitarse lo que traía encima, quito su anillo dorado que tenía siempre en su dedo índice; luego quitó sus pulseras de las muecas para proseguir con su chamarra negra, luego se sacó los tenis todavía sin despegar su vista de la mía.

Ya quería que hablara, que me dijera algo, lo que fuera. Lo que sea con tal de romper este incómodo silencio el cual no me atrevía a desafiar.

Y gracias a Dios unos segundos después esto desapareció, y por fin pude escuchar su voz.

—Así que Anna, ¿tienes algo que contarme hoy?.—preguntó con voz ronca y sus ojos oscurecidos.

—Ehhh.—murmuré.—Lo qué pasó fue que...—mire como poco a poco kevin se fue acercando hacia mi.

—¿Fue que....?

—Yo no sabía.—me apresuré a decir.—Mi papá me dijo que iríamos a cenar y creí que seríamos sólo el y yo, pero cuando llegamos estaban el y otro señor también esperándonos, pero yo no sabía nada. Nada nada.

—Mmm.—respondió.—¿Y por que no me lo dijiste, Anna? ¿Por que preferiste mentirme en mi cara cuando te lo pregunté?.

Mi rostro se sonrojó y mi respiración se cortó en el momento en el que lo tuve justo enfrente, solo unos pocos centímetros nos mantenían alejados, mientras yo estaba sentada en al orilla de la cama, el estaba parado entre mis piernas tomando mi mandíbula con su mano para que lo viera de frente.

—es que me puse nerviosa.—me justifique tontamente.

—Nerviosa, ¿eh? ¿Quien te puso nerviosa? ¿el?.

—No, no.—negué sintiendo como kevin apretaba más su mano levantando mi rostro.

—Eres una mentirosa Anna, las niñas como tú no deben decir mentiras.—se agacho hasta que nuestras narices rozaron.

—Yo no te quería mentir, Kev.—le dije cerrando mis ojos.

—Pero lo hiciste, Anna. Y debes afrontar las consecuencias.— y sin más, chocó sus labios con los míos en un brusco beso.

Todo lo que estaba sintiendo desapareció para darle entrada a las mariposas que empezaron a revolotear por mi estómago.

Poco a poco Kevin fue haciéndose para atrás hasta terminar ambos recostados en el colchón, yo abajo atrapada entre su delgado cuerpo y la suavidad del edredón.

El beso comenzó a subir de tono. Sus manos buscaron hacer contacto con mi piel al igual que las mías que rápidamente se hicieron camino por debajo de su playera a su abdomen mientras que las suyas jugueteaban subiéndolas y bajándolas por mis muslos,

El frío de la habitación fue replantado por una ola de calor que nuestros cuerpos provocaban. El sudor comenzó a producirse y las ganas de quitarme la ropa aumentaron.

Pero kevin no me lo permitía, no me daba tregua para nada, seguía besándome y tocándome como si me odiara.

—Kevin...por favor.—jadee en cuanto nos separamos para agarrar aire.

Sentí su risa chocar contra mis labios y luego el vacío de su cuerpo para después ser remplazado por el tacto de su abdomen desnudo.

Luego pasó a los tirantes de mi vestido negro los cuales bajo rápidamente dejándome solamente en ropa interior.

Sus ojos negros me recorrieron de pies a cabeza. Su respiración entre cortada, las gotitas de sudor que recorrían desde su pecho a su V, y sus duros gestos fueron suficientes para mandarme al límite.

Lo necesitaba, necesitaba todo de el, y ya no tendría pena de pedirlo.

—Te necesito, Kevin.—supliqué con los ojos llorosos al sentirlo tocar mi área sensible.

Las cosas pararon por un segundo en mi mente, dejé de ser consciente de mi que pasaba hasta que me di cuenta que el resto de nuestra ropa desapareció.

Su cuerpo totalmente descubierto cayó sobre mi, su mano apretó con fuerza mi cuello y su rostro se acercó hasta mi oído en donde susurró.

—Tu eres mía.

Y entonces, lo fui.

Yoooo? Otra vez tempranooo? Lloverá

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Yoooo? Otra vez tempranooo? Lloverá

No me culpes 𝐊𝐞𝐯𝐢𝐧 𝐀𝐥𝐯𝐚𝐫𝐞𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora