once

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Todo comenzó a tener sentido en mi cabeza cuando Luis mencionó a Nailea y Kevin pasando el día juntos.

Era obvio que lo que había sucedido entre nosotros no tenía importancia para el, o no tanta importancia como lo tenia para mi.

No necesitaba más explicaciones, ni si quiera tenia por que dármelas, si es que eso era de lo que quería hablar conmigo, así que decidí hacer casi omiso a sus palabras e irme de aquí.

Quería solamente esperar un momento más a despedirme de Luis, sentía que se lo merecía. De verdad el era un caso totalmente distinto.

Luego de que me pidiera venir al entrenamiento, fui recibida con una flor cortada y un chocolate Kit Kat, el cual la noche anterior le había confesado que era mi chocolate favorito y lo recordó.

Todos esos pequeños detalles me hacían darme cuenta que mi tontisimo cerebro se había fijado en el jugador incorrecto; las diferencias entre ellos eran increíbles.

Si, no podía negar que Kevin era un hombre precioso, todo en el hacía que me derritiera por dentro, sin si quiera tener que intentarlo se había metido profundamente en mis pensamientos, no podía evitarlo, era mi más grande debilidad. Pero sabía que el nunca podría ofrecerme lo que yo esperaba, así que tendría que irme quitando esa estupida idea.

Me espere unos minutos más a que Luis se desocupara para hacerle señas de que se acercará, y cuando por fin logre llamar su atención se acercó trotando hacia mi.

—¿Que pasó Anna?.— preguntó con una sonrisa en los labios.

—Ya me voy.— respondí.

—¿Ya? ¿Tan pronto?

—Si es que...— me mantuve en silencio mirando hacia mis tenis unos segundos buscando una excusa creíble.— no me siento tan bien, estoy cansada.

—Oh.—respondió.—Esta bien, ¿te irás sola?

Una vez más esos pequeños comentarios me hacían derretir, su preocupación, su atención.

—Pediré un Uber, pero ya, ándale vete a entrenar antes de que te regañen.—quise terminar la conversación antes de que más personas se dieran cuenta de nuestra cercanía.

—Bueno, me avisas cuando llegues o si necesitas algo, lo que sea.

Yo simplemente asentí con la cabeza y sonreí, entonces, Luis se acercó a mi y me dio un pequeño beso en la mejilla que me hizo sonrojar, el simplemente río levemente al verme y se dio media vuelta.

Sabía que alguien se había dado cuenta de nuestra interacción, pero preferí por mi paz mental no mirar hacia al frente.

Simplemente me di vuelta y comencé a caminar rumbo a la salida a la vez que sacaba mi celular para llamar un Uber y avisarle a mi padre que me iría a casa.

En cuando encendí los datos móviles, lo primero que llego fue aquel tan esperado mensaje, el mensaje que el día de ayer anhele con todas mis fuerzas, una señal de vida de Kevin.

Ignore y borre aquella notificación para después entrar a la aplicación y pedir un carro mientras caminaba hacia la salida.

Encontré un auto a 10 minutos de aquí y lo pedí, esperé unos minutos y cuando ya veía venir el sentra negro me pare de la banca y comencé a caminar hacia la calle, cuando de pronto sentí una mano tomar mi brazo y jalarme hacia atrás bruscamente encontrándome de frente con el lateral derecho de los Tuzos.

—Te dije que te esperara, Anna.—soltó secamente.

—Y yo no quise hacerlo, Kevin.— respondí de la misma manera.

Y es que si las miradas mataran, en este momento estaríamos los dos a 5 metros bajo tierra, ninguno quería ceder ante el otro.

—Tenemos que hablar.— volvió a insistir.

—Yo no quiero hablar contigo, y sueltame que ya llegó mi Uber.— hice fuerzas e intente mover mi brazo para soltarlo de su agarre, cosa que no logre.

—Vamos a hablar lo quieras o no.—y luego de decir eso me soltó y camino hacia el auto que estaba estacionado tras de nosotros.

El Uber bajo el vidrio y Kevin se inclinó para hablarle.

—Cancele el viaje.— y de no se donde saco un billete y lo aventó hacia adentro, luego camino hacia mi y literalmente me arrastró hacia su auto mientras que yo solo veía todo incrédula.

Había muchas cosas que no entendía.

Número 1, ¿como logró salirse del entrenamiento?

Número 2, ¿que chingados quería?

Número 3, mi papá va a matarme si alguien le cuenta la escenita que acababa de pasar, pues, literalmente estábamos frente a la universidad, con cientos de personas.

No me di cuenta de que sucedía hasta que escuché la puerta cerrarse con violencia, dejándome a mi sentada en el asiento del copiloto igual de confundida que antes.

Kevin entró segundos después y arrancó el coche acelerando de inmediato.

—Kevin, ¿qué mierda?.—pregunté horrorizada, su rostro se veía serio, casi furioso.

—Te dije que teníamos que hablar, y eso haremos.—fue lo único que conseguí sacarle, al final me resigne y me abroché el cinturón mientras volteaba a la ventana.

Pasaron unos 10 minutos más en los cuales ninguno de los dos hablamos, luego se estacionó en lo que parecía ser un mirador.

Apago el coche y giro su cuerpo para que estuviéramos frente a frente, yo me mantuve en silencio esperando que el comenzara a hablar.

—¿Que estabas haciendo con Luis, Anna?.

Abrí la boca sorprendía al escuchar lo primero que salió de su boca. No podría creer que tuviera el descaro de preguntarme algo como eso.

—Nada que te importe realmente.—respondí tajante ocasionando que su ceño se endureciera.

—Claro que me importa, así que responde. ¿Que estabas haciendo con Chávez?.—repitió.

—Es muy mi problema lo que haga o deje de hacer con el, realmente no le veo sentido a esta conversación.— sabía que mi tono desinteresado estaba tocando un nervio sensible.

—Lo preguntaré una vez más, ¿que hiciste con Chávez?

—Nada que no hubieras hecho tu con Nailea, ¿responde eso tu pregunta? ¿era eso lo que querías saber?.— antes de que me diera cuenta esas palabras salieron de mi boca dejándome casi sorprendida a mi misma.

Lentamente me atreví a mirar a Kevin a los ojos y cuando mi mirada se cruzó con la suya supe lo que había provocado.

Oh Dios, sálvame de lo que estaba por suceder.

Oh Dios, sálvame de lo que estaba por suceder

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No me culpes 𝐊𝐞𝐯𝐢𝐧 𝐀𝐥𝐯𝐚𝐫𝐞𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora