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Después de pocas horas de sueño, me desperté por el sonido de la puerta principal cerrándose.

Casi trabajando en automático antes de estar completamente despierto, cogí el arma que había puesto bajo la almohada.

Pude sentir inmediatamente que no se trataba de Jake, y lo confirmé aún más por el sonido de sus latidos: había cuatro de ellos. Podía oír sus pulsaciones aceleradas.

Me levanté de la cama con cuidado y me puse de pie, escuchando atentamente cómo se movían por el piso inferior. Por suerte, había guardado la mayoría de mis pertenencias en una bolsa de lona que Jake me había dado. La metí debajo de la cama sin hacer ruido, e hice un rápido repaso de la habitación para asegurarme de que no quedaba nada personal por ahí. Levanté las mantas para que la cama pareciera hecha, y luego me dirigí con pies silenciosos hacia la puerta.

Abrí la puerta sin hacer ruido y salí al fresco pasillo, cerrando tras de mí con un silencioso clic. No me preocupé demasiado por ese chasquido. Si eran normales, no lo oirían en absoluto. Si eran algo distinto a mí, entonces estaba jodido: ya sabrían que no sólo estaba aquí, sino que también despierto.

Escuché atentamente mientras se movían por el piso inferior, dirigiéndose a la escalera. Desde luego, no actuaban como si pudieran oírme... ni olerme como yo a ellos. Mi nariz se estremeció ante el olor a sudor rancio y a spray corporal barato.

Cuando llegué a la sala de estar, me asomé por una esquina y pude ver a tres formas moviéndose por el interior oscuro. Di una oración silenciosa de agradecimiento a los ángeles que llamaron a Jake al trabajo... o tal vez sólo estaban vigilando sus idas y venidas, y el momento no era para nada casual.

Parpadeé rápidamente, y mi ojo izquierdo se adaptó rápidamente a la oscuridad, casi como si estuviera usando unas gafas de visión nocturna. Bueno... Eso sí que es nuevo. Necesitaba que alguien me enviara un puto manual de este ojo. Empezaba a pensar que tenía de todo menos radio Bluetooth.

Los seguí mientras exploraban la casa, revisando armarios y habitaciones. Una vez que estuvieron seguros de que la casa estaba vacía, pude notar el cambio en su comportamiento. Se mostraron menos silenciosos y cuidadosos cuando volvieron a bajar las escaleras, e incluso se hicieron notar con el tiempo que tardó uno de ellos en descifrar el código de la puerta del garaje. En un momento dado, uno de ellos chocó contra una mesa auxiliar, tirando un hermoso jarrón de cristal que sabía perfectamente que le pertenecía a la madre de Jake

Uno de los otros tipos le dio un codazo.—Límpialo, Zee—le exigió.

Zee le lanzó una mirada de incredulidad.—¿Me estás tomando el pelo? Deja que el buen doctor limpie su puta casa.

—No queremos que sepa que estuvimos aquí, tonto. Ahora, ve a buscar una escoba. Creo que he visto una en la cocina—el tipo maldijo mientras Zee se alejaba hacia la cocina, refunfuñando algo en voz bajo—. Dios. Los reclutas son más estúpidos cada puto año. Nunca entraran en el programa si no se ponen en forma.

Me dedo picaba en el gatillo. Me dolía la necesidad de sacarlos, de dejar que se desangraran allí mismo, sobre la alfombra de felpa de Jake. Pero sabía que alguien los había enviado. Y si no volvían, esa persona sabría que tenía algo que ver con Jake. No, lo mejor era dejar que hicieran lo suyo y que les informaran que no estaba aquí.

Parpadeé con mi visión nocturna, por si uno de ellos encendía una luz. Uno pensaría que alguien que entra en una casa evitaría hacer eso, pero empezaba a darme cuenta de que no estaba tratando con lo mejor de lo mejor.

Uno de ellos se arrodilló y empezó a recoger los fragmentos más grandes.—¿Cuál es el puto problema?—preguntó, malhumorado—. Cris no está aquí.

✧ Danaus- heejake ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora