Capítulo 3

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Al día siguiente me levanté justo cuando los
corredores corrían hacia el laberinto.

Alguien tapó mi visión.

—Buenos días verducha.

Miré hacia arriba para verle la cara.

—Buenos días Newt— sonreí.
—Sartén te llama para que le ayudes a hacer el desayuno— sonrió.
—Voy.

Me levanté y me estiré. Newt me acompañó hasta la cocina, y se puso a la cola de los clarianos.

—Buenos días Emily— Sartén me sonrió.
—Buenos días Sartén— le devolví la sonrisa.
—Ayúdame a hacer tortitas.
—Vale.

Ayudé a Sartén a hacer la masa de las tortitas, y luego las freímos en sartenes.

—Tío, ¿por qué como te llamas como esto?— le pregunté a Sartén mientras me reía y le mostraba una Sartén.
—Yo que sé, oye, esto es bullyng eh— Sartén rió.
—Deja de llorar, y vamos a servirle las tortitas a los leones— reí.

Servimos las tortitas a los clarianos, y luego nos sentamos en una mesa Chuck, Sartén, Thomas, Newt, y yo.

Todos terminamos las tortitas, recogimos todo y Sartén fregó.

Cuando terminamos de hacer todo, nos sentamos en una mesa dentro de la cocina Sartén y yo.

—Tengo ganas de correr— dije riendo.
—¿Qué?— Sartén me miró y se rió.
—Sí, no sé, tengo ganas de correr— reí.
—Pues ala venga, vamos a correr— Sartén me
cogió de la mano y salimos de la cocina.
—Venga, ¿y cuánto quieres correr?
—No sé, hasta que me canse— reí.
—Pues nada, de aquí allí y así hasta que te canses, o hasta que me de un infarto a mí— rió.

Sartén y yo empezamos a correr desde la cabaña hasta la pared.

Llevábamos ya seis repeticiones, y yo aún no estaba cansada.

—Oye hija, ¿tú no te cansas?
—Aún no.
—Pues yo sí— Sartén se tiró al suelo.
—¿Estás bien?
—Sí... sí, pero creo que he escupido un pulmón.
—Exagerado.

Yo continué corriendo de un lado a otro, y Sartén seguía tirado en el suelo, me acerqué a él y me senté a su lado.

—Que conste que no me he cansado, pero me da pena dejarte aquí solo.
—Gracias, al menos moriré acompañado.

Newt se acercó a nosotros.

—¿Sartén?, ¿estás bien?— Newt se agachó para ver si Sartén estaba bien.
—Si hijo si, la que no está bien es esta— me señaló.
—¿Por?— Newt me miró confundido.
—Ha corrido como quince veces de aquí hasta allí, y no se cansa la tía.
—¿Cómo que no se cansa?— rió.
—¿No la ves?, si yo estoy muerto, y esta mujer está para correr una maratón.
—Emily, hazme un favor, levántate y corre de aquí a allí.
—¿Por qué?— le miré confundida.
—Tú solo hazlo.

Me levanté, corrí hasta la pared y volví.

—Otra vez.
—Pero Newt, ¿cuál es el sentido de esto?— reí.
—Emily, tú hazlo.

Volví a hacer una repetición.

—¿No te cansas?
—Hombre, a ver, cansar cansa, pero podría hacerlo varias veces más.
—Ven aquí.

Newt me aparto el pelo, y me tomó el pulso en el cuello, me puse un poco roja.

—Tu corazón no va muy rápido, tienes una resistencia de la leche— Newt rió asombrado.
—¿Y?— estaba muy confundida.
—Espérate aquí, Sartén, lo siento, pero si lo aprueban, te quedas sin compañía.

Contigo [Newt y tú] {TERMINADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora