Capitulo 8 - uno, dos, tres herederos y espuma de mar.

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¡Señoras y señores, personitas hermosas, ha llegado el momento! ¡Me presento!

¿Cómo andan, bellezas? ¡Ant por acá! Ya llegamos con el quinto capítulo, que marca el antepenúltimo del fanfic y también el cierre del maratón.

Como mencioné en el grupo de WhatsApp, me hubiera encantado seguir con más capítulos, pero alargarlo sería hacer drama por hacer. Creo que es hora de que estos tóxicos de confianza sigan con sus vidas felices porque, ¡sí! Van por buen camino y se lo merecen. 😎

Pero no los quiero retener más, así que vamos con las advertencias sensuales:

Advertencia: Este trabajo es pura ficción. Todos los personajes pertenecen a HBO y a George R.R. Martin. Solo ejerzo mi derecho a escribir fanfiction sin fines de lucro. Contiene lenguaje vulgar, incesto, discriminación, misoginia, escenas sexuales consensuadas entre mayores de edad, y violencia.

Si alguno de estos temas te incomoda, por favor, no lo denuncies, simplemente no lo leas. Si decides seguir adelante, recuerda respetar los comentarios y los gustos de los demás. 🙏

¡Disfruten de la lectura y nos vemos al final!


–¡Eso duele!

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–¡Eso duele!

Daeron gritó mientras cerraba los ojos con exageración, como si el pequeño pinchazo fuera más que un golpe en su orgullo. Joffrey, por su parte, solo suspiró, dejando caer la última toalla empapada de sangre sobre la mesa del maestre con calma calculada.

—Eso te pasa por molestar a Aemond —dijo sin mirarlo, concentrado en limpiarse las manos con una toalla limpia. Sabía bien cómo lidiar con los alfas como Daeron: con distancia y firmeza. Vertió un poco de agua caliente sobre sus manos, sintiendo cómo la sangre pegajosa desaparecía—. Si sigues provocándolo, terminarás con algo más que una nariz sangrando.

—¿Lo bueno? No lo logró esta vez, ¿cierto? Debería montar un teatro en la ciudad, actuaría de maravilla ahí —respondió Daeron, sonriendo de forma traviesa, como si todo fuera una simple broma. Pero Joffrey conocía esa sonrisa; era la misma que usaba para salir de cualquier situación. Como si su condición de alfa lo eximiera de las consecuencias. Aemond no le había golpeado de nada, lo falló porque tenía agua en su ojo así que cuando le dio el puñetazo simplemente Daeron actuó, se tiró al suelo y se picó un vaso en la nariz el cual sangraba.

Joffrey apenas alzó la mirada, observando cómo la sangre seguía fluyendo de la nariz de Daeron. Sabía que no debía ser tan indulgente. Esa herida, aunque exagerada, era real. No porque Aemond lo hubiera lastimado gravemente, sino porque Daeron, como siempre, había hecho el drama más grande de lo que era, haciéndolo sangrar profusamente por picar más, nada más. Joffrey no podía evitar pensar que hasta su herida parecía calculada. No, Joffrey sabía que era calculada

—¿Crees que alguien iría a verte? —preguntó Joffrey con desdén mientras se giraba para tomar un paño limpio y empaparlo con medicina. La sangre escandalosa, aunque superficial, le preocupaba por las implicaciones. Si el maestre Kelva se enteraba, probablemente llevaría la situación a Lucerys, y lo último que necesitaban era más problemas con él.

El omega de las MareasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora