Epílogo

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La fría brisa de la tarde golpeó su rostro, dejándole en claro que el frío no parecía cesar en ningún momento. Se arregló la bufanda, subiéndola para que le cubriera hasta la nariz y las orejas, se arregló el beanie y metió sus manos en los bolsillos de su abrigo antes de caminar hacia la parada del autobús.

El frío de la ciudad comenzaba a molestarlo.

Ya se estaba oscureciendo, así que de vez en cuando levantaba su cabeza para mirar el precioso cielo, con sus nubes y sus colores tan lindos. Caminaba a pasos rápidos, esquivando a la gente que caminaba igual de rápido que él en dirección contraria.

Llegó a la parada de autobús, encontrándose con dos personas más, completamente perdidas en las pantallas en sus manos. Agradeció, por lo menos ahora tenía más posibilidad de conseguir un asiento y poder descansar un rato, quizás hasta podría dormir un poco.

Estaba cansado, como todos los días desde hace meses. Pasaba el día cansado y con sueño, sobreviviendo a base de café, y en la noche el insomnio lo atacaba, manteniéndolo despierto hasta casi la hora en la que debía despertar.

Además de sus clases, había conseguido empleo en un restaurante, así que pasaba la mayor parte del día fuera de casa, lo cuál agradecía. No le convenía estar por su cuenta mucho tiempo, ya que sus pensamientos no se demoraban en atacarle y él perdía la resistencia cada vez más rápido, deprimiéndose por días enteros.

Las canciones que salía por sus audífonos era la misma que llevaba escuchando durante meses en bucle, siendo esa la única playlist que usaba. Desde que Luzu se había ido, no existía la música alegre en su vida.

Luzu se había ido y se había llevado con él toda su felicidad y alegría.

Divisó el autobús acercarse a la parada, y mientras se acercaba pudo ver que habían varios asientos disponibles, lo cual lo alivió un poco. Esperó que este se detuviera frente a él y subió, pagando el pasaje y dirigiéndose de inmediato a los asientos vacíos al fondo. Se sentó junto a la ventana, y apoyó en este su mochila para usarla como almohada.

Si tenía suerte, lograría dormir aunque sea unos minutos, los suficientes para que no cayera en la locura esa noche.

De pronto, notó en primera fila como comenzaba a llover, tan suave que fácilmente podría pasar inadvertida. Se quedó mirando la lluvia, como si fuera la cosa más interesante del mundo entero, dibujando diferentes formas en el vidrio.

La lluvia lo deprimía.

Aunque a esta altura de su vida, cualquier cosa le deprimía.

Extrañaba a Luzu con todo su corazón, y el no tener noticias lo entristecía. Cumplió con no escribirle ni llamarle los primeros meses, pero en una noche de borrachera no pudo evitarlo y marcó su número doce veces, sin conseguir ninguna respuesta. Intentó llamando a su suegra, pero consiguió el mismo resultado, gritándole al teléfono todos los insultos que se le pasaron por la cabeza en ese momento.

Desde ese entonces no había vuelto a intentarlo, aunque ganas no le faltaban, pero prefería no perder el tiempo porque sabía cual sería el resultado que obtendría.

Constantemente se preguntaba si esa sería su vida por el resto de los días, deprimido completamente y cuestionándose si algún día sabría si su amado estaba vivo o muerto, si lo volvería a ver, si lo volvería a abrazar con fuerza.

La incertidumbre lo estaba matando lentamente, destruyéndolo.

Solo quería retroceder el tiempo y volver a cuando era feliz.

Se mantuvo el resto del camino mirando por la ventana, hasta que el sueño comenzó a vencerlo y se durmió abrazando su mochila. Se despertó cuando el chofer gritó avisando que estaban en la última parada del recorrido, y se puso de pie colgándose la mochila al hombro, listo para llegar a casa.

So, it's end? [Luckity​]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora