Capítulo 1: dejarse usar

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—¿Todo bien? —pregunta Volkov, intentando empezar la conversación. No sabe qué se supone que quiere Horacio, y lo pone bastante nervioso.

Se enciende el cigarrillo y le pasa el mechero a Horacio, que hace lo mismo.

—Sí, sólo quería hablar contigo —contesta, devolviendo el mechero. Volkov se lo guarda en el bolsillo del pantalón—. Antes no nos dejaron mucho tiempo para conocernos.

Se apoya en la pared, al lado de Volkov, que no sabe muy bien qué decir. No se le da bien mantener una conversación con desconocidos a menos que sea sobre el trabajo. Durante unos segundos, odia que Alanna haya decidido dejarlos solos.

—¿De dónde eres? —pregunta Horacio, para romper el hielo. Volkov espera que se esté sintiendo tan incómodo como él con la conversación.

—De Rusia —responde, con educación—. ¿Por qué?

—Porque ya te lo notaba... en el acento y la piel, pero... quería preguntártelo —después de eso y viendo que Volkov no aporta nada nuevo a la conversación, Horacio se queda callado.

Fuman en silencio un rato. Si Horacio se siente incómodo en algún momento no lo demuestra, porque se queda a su lado, a pesar de lo tenso que parece Volkov. Tira su cigarrillo al suelo y lo apaga pisándolo.

—Quería proponerte una cosa —dice Horacio, poniéndose frente a Volkov, que sigue teniendo la espalda apoyada en el muro.

—Adelante —dice, dándole pie a seguir. Horacio mira al suelo, después a la puerta y, finalmente a los ojos de Volkov. El ruso no le aparta la mirada de encima.

—Podemos ir a tomar algo después de grabar las escenas de hoy —propone. Volkov frunce el ceño.

—¿Tomar algo? —¿por qué querría Horacio Pérez salir a "tomar algo" con él una tarde cualquiera?

—Sí, un batido. O una cerveza. O... ¿qué tomáis en vuestra tierra? ¿Vodka? —Volkov asiente con la cabeza, aunque sin saber muy bien qué contestar.

—Eh... —quiere rechazar la oferta. No le apetece salir con Horacio, ni siquiera sabe todavía si le cae bien. Pero recuerda las palabras de Alanna, y sabe que tiene razón. Que le vendrá bien hacer un amigo, y dice mucho de Horacio que haya salido a buscarlo para preguntarle si quiere tomar algo con él—. Vale.

Horacio sonríe. Tiene una sonrisa preciosa. Físicamente, es todo lo contrario a Volkov, aunque el ruso sabe que Horacio es tan atractivo como él. Simplemente, son bellezas distintas. Volkov tiene rasgos marcados, finos, fríos. La gente que lo ve piensa que es muy guapo, pero no intenta nada porque dan por sentado que no tienen oportunidad.

En cambio, Horacio tiene una sonrisa cálida y unos ojos brillantes, y todo el mundo se le acerca porque tiene ese tipo de belleza que te hace sentir que darías todo por formar parte de su vida. Además, Volkov sabe que Horacio está soltero. Lo ha leído en cientos de portadas de revistas.

—Genial —contesta Horacio—. Conozco un sitio... Puedo pedir que nos lleven después.

Volkov no está tan acostumbrado como Horacio a los lujos de ese calibre, no ha crecido con ellos. Por eso, todavía tarda unos segundos en darse cuenta de que con ese "lleven" se refiere a su chófer. No sabe si va a llegar a acostumbrarse nunca a esas cosas: a poder comprarse todo lo que le dé la gana, a que la gente lo reconozca por las calles y le pidan que les firme la camiseta o el recibo de la tienda de la que acaban de salir. No sabe si se va a acostumbrar a los flashes de las cámaras, a ver su foto en portadas de revistas.

Pero es lo que su madre siempre ha querido, y es lo que él tiene. Es una persona muy privilegiada y, se acostumbre o no, tiene que estar agradecido y hacer lo que haga falta para nunca perderlo.

Cornelia Street [Volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora