Capítulo 3: sé que esto está mal

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Volkov juguetea con el cable del teléfono, enredándolo y desenredándolo en el dedo índice.

—¿Puedes decirle a mamá que se ponga un momento? —pregunta. Aleksandra hace lo que puede para hablar con su hermano mayor por teléfono y ponerle la comida en el plato a su hermano pequeño al mismo tiempo.

—Está descansando ahora —contesta. Volkov escucha el sonido de los cubiertos de fondo, y vuelve a sentir nostalgia. No hay nada que le apetezca más en ese momento que una comida en su hogar, con su familia—. Pero está bien, te lo digo en serio.

—Me alegro mucho —responde, con un nudo en la garganta—. Muchísimo.

Cuando se mudó a Estados Unidos, llamaba a casa todos los días. La salud de su hermano y su madre estaba muy delicada en ese momento, y necesitaba asegurarse constantemente de que no empeoraban. Vivía con el miedo paralizante de no poder decirles adiós, y, al mismo tiempo, evitaba pensar en eso a cada segundo.

Ahora, casi un año después, han mejorado muchísimo, y sus llamadas se han quedado reducidas a los fines de semana. Después de sus primeros éxitos, con papeles poco importantes, empezó a mandar todo el dinero posible a casa. Lleva varios meses cobrando mucho, después de sus últimos dos papeles, y sin duda se nota. No sólo se nota la efectividad del tratamiento, sino también la de tener dinero de sobra para comida, calefacción, necesidades y caprichos.

Hace tres semanas que Aleksandra le contó que tanto su madre como su hermano han dejado de necesitar estar en cama prácticamente todo el día, porque ha disminuido el dolor y el cansancio. Ahora, ella le cuenta que están mucho más activos, con más apetito, y con más vida en los ojos que nunca. Queda mucho por delante, pero van en buen camino.

Y Volkov desearía estar con ellos, pero sabe que su lugar está ahí, en Los Santos. No en Rusia.

—¿Y tú qué tal? —pregunta Alek. Volkov contesta de manera automática.

—Como siempre —en realidad no. Se siente raro.

Hace tres días de la entrega de premios en la que escuchó por primera vez los rumores sobre Horacio. Y hace tres días que no lo ve.

—¿Seguro? —ella se lo nota. Siempre lo nota cuando algo va mal.

—Sí, de verdad —su hermano pequeño se queja de algo de fondo, y Volkov sonríe.

—Te llamo mañana, Viktor, voy a acabar de darle de comer —ella se encarga de prácticamente todo en casa, porque ahora ya no está Volkov para ayudar.

—Te llamaré yo —dice. Después se despiden. La llamada no ha durado mucho, pero a Volkov le sienta bien hablar frecuentemente con ellos y saber que están bien.

Cuando cuelga, su casa está extremadamente silenciosa. A veces, vivir en una casa tan grande sólo sirve para recordarle lo solo que está en Los Santos. Como si el silencio le dijera que no tiene a nadie.

Y, en ese silencio, empieza a recordar estos últimos días.

Entre grabar la película y su incipiente amistad, Volkov vio a Horacio cada día en esos últimos meses. Pero lleva tres días sin hablar con él, y, aunque le duela, sabe que se debe a lo que escuchó de él. No porque haya cambiado la manera en la que lo ve, sino porque... No lo sabe. No sabe qué siente, pero sabe que necesita pensar.

Y que necesita hablar con Horacio.

Pasó el resto de la noche de los premios con Carrie, hasta que se marchó a casa. Horacio no lo buscó a él y él no buscó a Horacio. Y las noticias no se hicieron esperar.

Sub Rosa (Junio, 1967), "Una noche mágica".

Ese es el titular de Sub Rosa esa semana, una de las revistas de prensa rosa más importantes de Los Santos. La foto son Carrie y él, en el balcón, bajo las estrellas. Un rato después de que se marchara Horacio y los dejara solos.

Cornelia Street [Volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora