Capítulo 7: estaremos bien

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Volkov consigue un nuevo papel protagonista dos meses después de que haya salido a la luz la noticia de su divorcio, en febrero.

Para ese momento su historia ya se ha visto opacada por otras más nuevas y más emocionantes -él y Alanna ponen especial cuidado en ser la pareja más aburrida de Los Santos- por lo que a la gente le resulta más y más difícil seguir odiándolo. Además, el público vuelve a enamorarse de Volkov cuando salen las primeras imágenes promocionales de la película, porque es un papel distinto a lo que suele hacer, mucho más rebelde y sexy, lo que garantiza que la película va a tener éxito en cuanto salga.

El inicio del año 1968 es casi perfecto. Él vuelve a estar en un buen momento laboral y sentimental, pasa todas las noches con Horacio, y Alanna les da muchísimo apoyo a los dos y se ofrece de tapadera cada vez que es necesario mentir en algo.

Pero el nuevo año no trae solo cosas buenas.

Apenas habla con su hermana. Poco después de volver a Estados Unidos, tal vez a los dos o tres días, llamó a casa. Las conversaciones con ella a partir de ese momento fueron siempre igual de sosas, igual de incómodas, igual de banales. Ella hablaba y hablaba sin parar de su madre y de su hermano y de ella misma, y una parte de Volkov creía que era porque le daba miedo hacer preguntas sobre su vida personal y recibir más información que no le gustara.

Con el paso del tiempo ella empezó a excusarse, diciendo que necesitaba salir a comprar o que estaba ocupada leyendo, y ahora siempre es su madre la que le coge el teléfono, incluso su hermano pequeño, pero nunca Aleksandra. Probablemente se ha cansado de las conversaciones tensas, y ha preferido una solución más fácil: no hablar con él nunca.

A Volkov le duele muchísimo perderla de esa manera, porque es una de las personas más importantes para él. Fue su confidente toda su vida, puesto que solo es año y medio más pequeña que él, y siempre se lo contaron todo. Cada vez que recuerda las largas tardes jugando juntos de pequeños, o el consuelo que buscaban cuando tenían problemas en casa por culpa de su padre, o las llamadas diarias cuando llegó a Los Santos y estaba solo, siente un breve dolor en el pecho. Un pinchazo de tristeza, ya no de nostalgia, al ver cómo han acabado: evitándose el uno al otro.

Pero también siente rabia al pensarlo. Es injusto que ella reaccione así a algo como eso: de quién está enamorado él. Horacio es una persona increíble y que le hace inmensamente feliz, y si ella se tomara el tiempo y esfuerzo de conocerlo le daría igual que fuera un hombre o una mujer. Volkov jamás la haría sentir culpable a ella por algo así, él le habría dado su apoyo incondicional, lo tiene claro.

Porque el bienestar emocional de la gente que quieres va por encima de cualquier tipo de ideología, y eso él lo tiene y lo ha tenido siempre clarísimo. Pensaba que Aleksandra también, pero le ha demostrado que no.

Tiene que lidiar con la tristeza y con la rabia solo, porque no le ha contado nada a Horacio, y no sabe si debería hacerlo. No quiere que le desilusione saber la reacción de Alek a la noticia, porque siempre ha querido conocerla -y ella, por el momento, no parece mucho en la labor de siquiera presentarse por teléfono- y porque cada vez está más seguro de que en algún momento podrán dejar de esconderse.

Saber que Volkov no lo tiene tan claro le va a hacer daño, así que el ruso intenta que ese tema salga lo menos posible.

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—Menos mal que puedes pagarle a gente para que haga esto por ti —ríe Volkov, mientras Horacio batalla con una cebolla para cortarla sin cortarse antes los dedos.

—Sí, sí, tú ríete, cabrón —se le escapa la risa a él también. Volkov le coge las manos y le ayuda a buscar la posición correcta—. Es que nunca tuve que cocinar, en casa siempre tuvimos cocineros.

Cornelia Street [Volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora