La Chica Pelirroja

188 4 0
                                    

Un enorme barco.. no, un gigantesco barco yacía parado en el puerto de Southampton, Inglaterra. Este era el viaje inaugural que el Titanic iba a dar, su primer recorrido por el océano, algo tan hermoso y atrapante a la vez. ¿Quién diría que todo terminaría en lo que terminó? La ruta predeterminada empezaba en Southampton, Inglaterra y terminaba en New York, Estados Unidos. Un hermoso recorrido lleno de aventuras y diversión.

 Cientos y cientos de personas, quizás hasta miles, estaban paradas en frente del enorme crucero. Algunas queriendo subir, otras despidiéndose y otras simplemente observando la maravillosa escena que tenían ante sus ojos. El día estaba soleado, no había ni una sola nube, el mar se mantenía calmado. Todo parecía tan perfecto.Grúas subían coches a la parte de equipaje pesado al barco. Autos antiguos y bien pintados —que claramente solo las familias bien adineradas podían pagar—, con hermosos detalles en negro y rojo.

Un oficial se encontraba parado en una de las puertas de entrada, con unos papeles en su mano. Gritaba a más no poder, y aunque su voz era muy bien escuchada, nadie parecía querer hacerle caso.

—¡LOS DE TERCERA CLASE POR ACÁ, POR FAVOR!

Delante de él, una fila que parecía dividirse en tres, hacía barullos y comentarios sobre lo feliz y excitados que estaban de poder ser parte del gran movimiento de los últimos tiempos. Todos se empujaban y aplastaban, les era imposible correrse o ser más prolijos. El oficial vio la escena algo frustrado y después de suspirar se dio por vencido y siguió pidiendo los boletos de los que abordarían a tercera clase sin preocuparse más por el orden. 

Entre toda la multitud un auto se abría paso tocando bocinazos. En cuanto paró, el ballet se acercó rápidamente a la puerta trasera y la abrió. Un brazo vestido con un fino guante de seda blanca y varios anillos se hizo presente esperando que la ayudaran a bajar.

Era una hermosa chica de unos 20 años. Su pelo era rojo y sus ojos marrones. Su cara era tapada a medias por la sombra de un enorme sombrero blanco que hacía juego con sus guantes y su vestido apretado hasta las rodillas. Su cuerpo era voluptuoso y mantenía su rostro bastante serio ante la situación. Detrás de ella bajó un hombre que estaba igual a su edad. Se vestía con un smoking color negro y mantenía una malévola sonrisa en sus labios que daban a mostrar sus blancos dientes. Su pelo era azul y desacomodado, sus ojos negros y parecía ser bastante fuerte con el solo hecho de prestar un poco de atención a sus trabajados brazos, pero lo que es más llamativo en él, es el extraño tatuaje que tiene en el lado derecho de su cara. 

—No veo porqué tanto alboroto —Dijo la chica pelirroja volteando a ver al hombre —No se ve más grande que el Mauritannia.

—Pueden aburrirte muchas cosas, Erza. Pero no el Titanic —contestó tratando de sonar cariñoso y señalando el barco. La chica volvió a mirar al crucero y dio unos pasos hacia adelante acomodándose su sombrero para poder ver mejor —Mide 30 metros más que el Mauritannia.. y es más lujoso. 

El hombre después de terminar de hablarle a la muchacha que parecía no prestarle demasiada atención, extendió su mano a la puerta del coche, ayudando a bajar a otra dama, igual a Erza, solo que bastante mayor. Sus cabellos eran color rojos y sus ojos marrones, y llevaba puestas varias joyas en sus manos y cuello.

—Su Hija es muy difícil de impresionar, señorita Irene —le dijo a la señora que sonrió al bajar.

 —¿Este es el barco que nunca se hundirá? —preguntó parándose junto a la pelirroja y observando todo a su alrededor —¿Es eso lo que dicen? ¿Que no puede hundirse?.

— ¡No puede hundirse! —afirmó levantando la voz al parecer emocionado el hombre del traje —¡Ni Dios podría hundir a este barco!.

 —¿Señor? Señor.. —lo interrumpió uno de los encargados de mantener a todos los pasajeros informados sobre la situación del barco.

—¿Qué? —contestó de mala gana el peliazul.

—Tiene que llevar su equipaje con usted hasta el barco —le explicó el hombre con una de sus valijas en la mano —La terminal esta por esa dirección.. 

El hombre, bastante molesto, sacó de su bolsillo del saco un fajo de billetes y se los entregó al encargado, que lo miró durante unos segundos sin entender. Luego, el peliazul volvió a sonreír y le dijo: 

—Pongo mi confianza en sus manos, encárguese de mi equipaje —señaló al señor parado del coche —Hable con mi ballet. 

Después de entregar el dinero se fue siguiendo el paso a las dos mujeres que estaban observando el gran alboroto a su alrededor. 

Maldición.. lo que tengo que hacer para que estos idiotas lleven mis maletas hasta mi habitación —pensó para sus adentros con cara de indignación. 

El ballet le informó al encargado a donde tendría que llevar el equipaje. Y a los pocos minutos, un gran silbato se hizo escuchar en todo el lugar. 

—Damas, ya es hora. Por aquí —dijo el hombre después de mirar su reloj de bolsillo y empezar a hacerse paso entre la gente. 

Erza y su madre, seguían al hombre entre la multitud. Detrás de ellas, dos sirvientas cargaban con sus abrigos y sus pequeños bolsos personales.

 Pasaron por al lado de la fila que se dirigía a la tercera clase, vieron como le revisaban la barba a un hombre con un peine para estar seguros de que no tuviese piojos.

—¡LOS DE TERCERA CLASE FORMENSE AQUÍ PARA LA REVISIÓN DE SALUBRIDAD! —se escuchó decir a un oficial moviendo los brazos sin mirar a ningún lado específico.

 El pequeño "puente" por el que subían a bordo las personas de la primera clase estaba pintado de blanco. No había demasiada gente subiendo por allí, por lo tanto fue rápida la entrada al barco. En la puerta, se encontraban dos hombres, vestidos de negro, que daban la bienvenida a bordo a todo aquel que entrara a la habitación.

—Bienvenidos —le dijeron al peliazul en cuanto entró primero que las dos mujeres, pero éste no contestó.

Seguido de él entró Irene, con una sonrisa de superioridad en su cara. Al escuchar la bienvenida, simplemente sonrió,dando a entender que no le interesaba el saludo pero que tampoco era una mal educada.

Erza miró antes de entrar al barco, al sol, que le pegaba en la cara, cálido y alegre. Dio un vistazo rápido a la gente debajo de ella, era todo tan extraño.

Era el barco de los sueños para todos.. para todos los demás. Para mi era un barco de esclavos que me regresaba encadenada a América. Por fuera yo era todo lo que una chica bien educada debía hacer. Pero por dentro estaba gritando y llorando. —Erza.

TITANICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora