Ordenes Del Capitán

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En la habitación de Erza, la pelirroja miraba a Jellal con una mueca de desprecio en su todos se habían retirado. No creía que Natsu hubiese robado el collar, simplemente no podía creerlo. No quería creerlo. Tenía dudas, sí, pero aquel chico de con extraña bufanda no era esa clase de persona. No lo era.

Unos pocos días y su mundo había dado un giro de 180 grados, simplemente por conocerlo. ¿Se había enamorado? No estaba segura, pero quería irse con él a donde quiera que él fuese. Su destino ya no era salvar a la fortuna familiar, seguir dándole prestigio a su apellido o casarse con algún idiota porque se lo mandaban; No. Su destino era más que todo eso. Su destino era Natsu Dragneel. Más que su destino, él sería cada bocanada de aire que ella diera, cada gota de rocío al atardecer, cada brisa fresca moviendo en su cabello, cada caricia al despertar por la mañana. Él sería su vida y eso ya no podía remediarse. Era demasiado tarde.

Jellal: ¡Eres una cualquiera! —se acercó a Erza con brusquedad y le abofeteó la cara obligándola a mirar a un costado —¡Quiero que me mires cuando te hablo! —la zamarreó tomándola de sus brazos y la pelirroja se vio totalmente confundida.

La puerta se abrió de repente, Erza disimuló la situación arreglándose un poco el pelo. Aunque estaba asustada, tenía miedo, su cara estaba pálida, quería romper en llanto pero a la vez no iba a quedar como una débil frente a aquel hombre.

—Señor Fernandez.

Jellal: ¡Ahora no! Estoy ocupado —gruñó pero de igual manera el sirviente entró a la habitación.

—Señor, debo pedirle que usen los chalecos salvavidas y vengan a la cubierta del barco.

Jellal: ¡Dije que ahora no!.

—Lamento molestarlo, Sr. Fernandez, pero son ordenes del Capitán. Por favor, usen ropa abrigadora. Es una noche fría —Jellal rió sarcásticamente y soltó a Erza de un tirón mientas el sirviente sacaba de uno de los compartimientos del ropero los dos chalecos.

Jellal: Que estupidez —masculló, yéndose de la habitación.

—No se preocupe Señorita, simplemente son pequeñas normas de seguridad. Todo estará bien.

Erza se tocó la mejilla y miró al hombre sin contestar.

[.....]

Laxus caminaba seguido de la peliblanca entrando ya a los pasillos de la tercera clase. Se dirigían a la que era su habitación.

—¡Miren muchachos! —el pelirrubio siguió caminando pero miró sobre su hombro al grupo de hombres que acababa de pasar por al lado —Esa preciosura era la que bailaba la otra noche en nuestra gran fiesta, ¿qué pasa, bonita? ¿Necesitas venir a la tercera clase para tener un poco de diversión? ¿Necesitabas un sirviente para el viaje y te elegiste al inmundo ese?

Laxus volvió en sus pasos hacia atrás. Mirajane había parado de caminar y estaba siendo acorralada por los cuatro hombres que le hablaban grotescamente mientras reían, así y todo la chica no mostraba preocupación o miedo.

Mirajane: ¿Qué es lo que desean, señores?

—¿Sabes, linda? Si quisieras también un sirviente para cuando bajes del barco.. podría ir contigo adonde pidas.. —el hombre la hizo caminar hacia atrás hasta hacerla chocar con la pared y una vez lo suficientemente cerca de ella, tocó su muslo en una caricia forzada.

Laxus: Mala idea, idiota —su voz fue casi como un susurro. 

No pasó mucho tiempo hasta que el primer golpe fuera soltado.

Laxus: muévete. Quiero llegar rápido a mi habitación.

Mirajane: No creo que esto haya sido en verdad necesario.. — miraba al piso abrazándose los brazos —¿No te parece que te has pasado un poco? —los cuatro hombres estaban inconscientes, llenos de golpes, algunos con algunas pequeñas cortaduras rodeadas de un poco de sangre.

Laxus: Ellos se lo buscaron.

Recorrieron unos pasillos más en los que varios ayudantes gritaban en cada habitación de mala forma, despertando abruptamente a todo el mundo, que la gente debía ponerse sus chalecos salvavidas inmediatamente.

Al girar en un pasillo, el pelirrubio se detuvo sin aviso previo. Mirajane se chocó con él para luego mirar sobre su hombro el motivo de la parada.

Laxus: ¡¿Qué demonios es esto?! —gritó, para luego correr rápidamente el camino restante a su habitación.

En cuanto llegó se dio cuenta que no se encontraban ahí ni sus pertenencias ni las de su amigo. No sabía qué hacer, qué estaba pasando. El agua le llegaba hasta los tobillos.

Mirajane: ¿Laxus? — se acercó a la puerta abierta de la habitación mirándolo.

Laxus: Este barco de mierda se va a hundir —pateó el agua salpicando una de las camas.

Mirajane: Entonces es mejor que nos vallamos de acá. Hay que subir al primer bote salvavidas que encontremos.

Laxus: ¿De verdad crees que van a dejarme subir contigo? Sos una dama de la alta sociedad. Yo soy basura —la peliblanca no contestó —Vamos, tienes que subirte a uno de esos botes o no voy a perdonarme.

Mirajane: Laxus —ella le sostuvo la mirada—Si no subís conmigo, no subiré a ningún lado. Por lo tanto, empieza a preocuparte de cómo no separarte de mi, ¿entendido?

Laxus: Tsk.. maldita mujer. Siempre estás diciéndome qué hacer —salió de la habitación y empezó a caminar —Rápido. No quiero tener que irme sin ti.

La pelibalnca sonrió levemente para sus adentros y lo siguió en silencio.

[.....]

Ichiya supervisaba cómo los oficiales y guardias del barco bajaban a toda velocidad todos los botes salvavidas de la cubierta D en la clase media-baja. El carpintero quería tratar de calmarse, de estar calmado pero el solo pensar que no había forma de salvar a todos si el barco se hundía lo hacía simplemente querer desaparecer.

La noche era fría, el ruido de gritos, máquinas, y madera se escuchaban retumbando en todas partes. Ichiya se acercó a Freed.

Ichiya: ¿Dónde están los pasajeros?

Freed: Adentro, hay mucho frío y demasiado ruido para ellos.

Una vez dicho esto, el pelinaranja entró a la sala de la primera clase en donde los músicos tocaban incesablemente una tranquila melodía. Un mozo se le acercó y le ofreció una copa de vino como era común en el, pero este ni siquiera la rechazo, estaba demasiado inmerso en sus propios temas como para decir que no deseaba nada.

Anna detuvo a un sirviente del brazo que parecía andar bastante ocupado.

Anna: Oye, muchacho. ¿Qué esta pasando aquí? Nos hicieron usar estos horribles chalecos y no estamos haciendo nada.

—Lo lamento, pero no sé nada. Iré a averiguar.

Anna: Nadie sabe lo que está pasando —se quejó la mujer mientras el sirviente se alejaba de ella.

Erza, Jellal e Irene entraban en ese momento a la sala principal. Ichiya estaba a punto de subir las escaleras en cuanto la pelirroja se acercó a él por detrás y tocó su hombro. El pelinaranja volteó a verla.

Erza: Señor... yo vi el iceberg y lo veo en sus ojos. Por favor, dígame la verdad.

Ichiya bajó los pocos escalones que había avanzado y Jellal se acercó.

Ichiya: Señorita, lamento tener que decirle esto pero....El barco se hundirá.

Erza: ¿S-seguro?

Ichiya: Sí, en una hora más o menos. Esto se irá al fondo del Atlántico —Erza se llevó la mano a la boca para tapársela, no podía creer lo que acababa de escuchar —Por favor, que no lo sepan todos, no quiero que el terror se expanda. Suba a un bote salvavidas, no lo dude. ¿Recuerda nuestra conversación acerca de los botes, verdad?

Erza: Sí.. entiendo.

Ichiya siguió su camino y lo único en lo que Erza pudo pensar acerca de todo esto, fue en Natsu.

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