La Cena

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El recepcionista le abrió la puerta de la sala principal a Natsu en cuanto lo vio. El pelirrosa entró, con los brazos en los bolsillos y una gran sonrisa, aunque.. estaba sin su bufanda. Miró todo lo que lo rodeaba, para llegar al último piso tenía que bajar unas escaleras de madera, muy bien pintadas que estaban divididas en dos partes.

Antes de bajar, se detuvo a mirar el reloj colocado justo en el centro de la pared. Luego observó nuevamente a cada persona alrededor y bajó los escalones restantes suspirando. Podía que Erza no saliera de su cabeza, pero su cuerpo también tenía necesidades y una de ellas, la más vital para Natsu, era la comida, tenia hambre.

Natsu se cruzó de brazos y se apoyó a esperar al final de la escalera a que Erza apareciera, pero en el transcurso de unos segundos vio que su forma de pararse no era apropiada. Empezó a imitar a los hombres que tenía alrededor. Se paró erguido, colocó su mano izquierda detrás de su espalda y con la mano derecha fingió estar llevando del brazo a alguien, solo para practicar.

De la escalera, Irene y Jellal bajaban hablando algún que otro tema sin sentido y Natsu se encaminó casi hasta adelante de ellos para saludarlos, pero estos dos lo ignoraron por completo. Quizás porque no lo vieron, o no lo reconocieron—Lo cual era raro ya que su cabello es único —. El punto fue que el chico quedó como un idiota parado, solo, al lado del último escalón de la escalera.

Erza estaba por bajar cuando vio a Natsu abajo. Sonrió enormemente, la había impresionado por completo y estaba feliz de poder estar a su lado una noche más.

La música de fondo, calmada y serena sonaba en el momento en que Natsu vio a Erza bajar las escaleras. Quiso ocultar su sonrisa, algo que le fue muy complicado ya que estaba feliz de verla y más aún estando tan hermosa. Antes de que la pelirroja bajara los dos últimos escalones, Natsu tomó su mano y sin apartar su mirada de los ojos color miel de su hermosa dama, beso su mano, provocando un leve sonrojo en la susodicha.

Natsu: Vi esto una vez en el cine y siempre quise hacerlo —se justificó el y la pelirroja sonrió.

Una vez los dos a la misma altura, Erza rodeó el brazo de Natsu y caminaron sonrientes hasta el lugar en donde se encontraba Jellal. La pelirroja tocó su hombro.

Erza: Querido.. querido —éste y Irene, quien estaba a su lado voltearon al instante quedando totalmente sorprendidos ante el hombre que estaban viendo —Aquí está Natsu Dragneel.

Jellal: Esto es increíble —rió sarcástico —Casi podría confundirte con un caballero.

Natsu: Sí, casi —respondió no habiendo entendido si era un cumplido u ofensa.

Una vez estando en el salón comedor, Erza y Natsu hablaban casi entre susurro y susurro.

Erza: Pensé que vendrías con tu bufanda.

Natsu: Las cosas que hago por ti, ¿no es así?.

Anna se les acercó y sonriendo le preguntó al pelirrosa.

Anna: ¿Me escoltas hasta la mesa?.

Natsu: Claro que sí —respondió con una gran sonrisa.

Caminando con una mujer de cada lado, llegaron a la puerta principal, y antes de llegar a la mesa, Anna agregó.

Anna: ¿Es sencillo, no? Recuerda, aman el dinero. Dí que tienes una mina de oro y estas dentro del club.

Debió estar nervioso, pero no lo demostró. Todos pensaron que era uno de ellos, tal vez heredero de una gran fortuna; nuevo rico obviamente, pero miembro del club. Mi madre, por supuesto, siempre quiso ridiculizarlo.—Erza.

Irene: Háblenos de la tercera clase, Sr. Dragneel —habló una vez que todos estuvieron sentados a la mesa —Dicen que es muy cómoda en este barco.

Natsu: La mejor que he visto, madame. Casi no hay ratas —todos en la gran mesa rieron a causa de este chiste.

Jellal: El Sr. Dragneel de tercera clase nos acompaña —explicó tratando de sonar amable —Anoche le fue de gran ayuda a mi prometida.

Erza tomó una servilleta y fingió toser, solo para que Natsu le preste algo de atención a ella en vez de las otras ocho personas en la mesa y así poder hacerle señas de que debía tomar una servilleta y ponérsela en las rodillas y que dejara lugar al mozo para que sirviera su copa.

Natsu miró en la mesa, había tres cubiertos y tres cuchillos, todos parecían iguales, ¿para qué tantos? Él simplemente quería comer y disfrutar de la noche, ¿por qué tenía que aguantarse todo eso?.

Irene: ¿Y dónde vive recientemente, Sr. Dragneel? —preguntó.

Natsu: Bueno, por ahora vivo aquí, en el Titanic. Ya Dios nos dirá después.

Irene: ¿Y cómo obtiene medios para viajar? —insistió, esta vez indignada.

Natsu: Trabajo en cada lugar al que voy.. ya sabe, cosas eventuales y eso. Pero gané mi pasaje al Titanic en un afortunado juego de póquer —miró a Erza que lo miraba sonriendo mientras tomaba un sorbo de agua —Un juego muy afortunado.

—La vida es un juego de azar —pensó en alto uno de los comensales.

Jellal: Uno crea su propia suerte —apoyó —¿No es así, Dragneel?

Natsu: Ajá —contestó el chico sin mucho interés.

Irene: ¿Y esa vida sin raíces le resulta atractiva, verdad? —Insistió en tratar de hacerlo sentir mal.

Natsu: Pues sí, así es. Es decir.. tengo todo lo que necesito aquí conmigo. Aire en mis pulmones y una bufanda que considero mi fiel amigo. Me encanta despertar en la mañana sin saber qué pasará —tomó un pedazo de pan, le dio un gran mordisco y siguió hablando con la boca llena—O a quién conoceré, o a dónde voy a estar. La otra noche estaba durmiendo debajo de un puente y hoy estoy aquí, en el barco más grande del mundo bebiendo champagne con personas refinadas —uno de los mozos le sirvió la copa que sostenía en la mano —Creo que la vida es un regalo y no quiero desperdiciarlo, nunca se sabe con lo que uno se va a encontrar. Se aprende a tomar la vida como viene. Hago que valga cada día.

Anna: Bien dicho, Natsu —lo apoyó tomando su copa en mano.

Erza: Por que valga cada día —propuso levantando su copa y todos las levantaron también.

—Por que valga cada día —respondieron al unísono y luego tomaron.

Después de cenar, Natsu sació su estómago de tal manera que tuvo que reprimir varios eructos para no quedar como un mal educado. Aunque de la forma en que cenó, no dejaba mucho que desear. Los hombres de la mesa se pararon y agradecieron a las mujeres la compañía brindada. Natsu se paró también y uno de los comensales se le acercó.

—Sr. Dragneel, ¿quiere venir con nosotros a tomar Brandy o se quedará aquí con las mujeres?.

Natsu: Gracias por la oferta, pero tengo que irme.

Natsu se acercó a Erza que aun estaba sentada en su asiento y le sonrió cálidamente.

Erza: ¿Tienes que irte? —preguntó ella ingenuamente.

Natsu: Es hora de volver con los otros esclavos —tomó su mano nuevamente y la besó, pero al soltarla, Erza encontró en su palma un pequeño papel doblado en varios pedazos —Todo un placer, Erza.

La pelirroja tomó el papel y fijándose de que nadie se diera cuenta, lo abrió y leyó el pequeño recado. "Te espero en el reloj a las once."

TITANICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora