El Barco De Los Sueños

58 0 0
                                    


Natsu: Setenta, Setenta.

Natsu buscaba con la mirada el número 70 sobre cada puerta de habitación que veía. Los corredores eran blancos y estrechos —tan estrechos que mas de dos personas no podían pasar por el a la vez— y había varios encargados del barco, todos con delantales blancos que al creer que porque esa era la tercera clase, podrían tratar a todos como basura. Sin embargo, el pelirrosa no le prestó importancia a esos temas, ya que estaba ocupado buscando el número 70 y Laxus no quería causar problemas, por lo que si su amigo no "movilizaba" la situación, él tampoco iba a hacer nada al respecto.

Natsu: Aqui esta.

Natsu entró a la habitación y dejó su bolso en la cama litera que estaba vacía. Dos hombres, rusos también los miraron con asombro al verlos entrar a la habitación y acomodarse.

Natsu: Soy Natsu Dragneel. Encantado —les dijo alegremente mientras sonreía de par en par.

—¿Y dónde están Ajeel y Neinhart? —preguntó uno, pero nadie contestó, al mirar a su compañero, éste simplemente se encogió de hombros.

Natsu: ¡Laxus! ¡¿Quién te dijo que podías quedarte con la cama de arriba?! —Reprochó al ver a su amigo a punto de quedarse dormido muy cómodamente.

Laxus: No molestes.

[.....]

—Esta es su cubierta privada, señor. ¿Necesita algo? —preguntó un sirviente vestido con un chaleco y pantalón blanco al hombre que había subido a bordo anteriormente con Erza.

El peliazul, ya con una cara no tan simpática examinó la habitación. No era pequeño en lo más mínimo, era enorme. Había una mesa, una ventana, cortinas, hermosas sillas con detalles en cuero negro y unas alfombras completamente impecables.

—No —respondió para que el hombre se valla mientras se acercaba a mirar por la ventana que daba a la cubierta del barco, soleada en ese momento.

[.....]

—¿Este es? —preguntó una mucama mostrando un enorme cuadro a la pelirroja.

Erza: No —suspirando, ella misma tuvo que ir a buscar dentro de la enorme caja, el cuadro que quería colgar en la pared de su habitación —Es este. Tiene muchos rostros, ¿ves?

—¿Quiere que los saque todos, señorita?

Erza: Sí, hay que ponerle algo de color a este camarote.

—¡Cielos! Las pinturas de los dedos de nuevo.. —dijo apoyándose en la habitación el peliazul, con una botella en la mano mientras le hablaba a su ballet, quien también se encontraba ayudando a desempacar a Erza—Fue una pérdida de dinero.

Erza: La diferencia entre el gusto artístico entre Jellal y yo, es que yo si lo tengo —dijo apoyando una pintura en el suelo y observándola con gran admiración —Son fascinantes. Como estar dentro de un sueño o algo así. Es cierto pero ilógico.

—¿Y el artista cómo se llama? —Preguntó una de las sirvientas.

Erza: Un tal Piccaso.

Jellal: ¡JÁ! Un tal Piccaso.. —se burlo y agregó —Nunca será famoso. Jamás, créeme —tomó un sorbo de la botella y haciendo una mueca de satisfacción le dijo a su ballet —Hm.. por lo menos no fue costoso.

En Cherburgo abordó una mujer llamada Anna, Anna Heartfilia, pero todos solo la llamábamos Anna . La historia la llamaría.. la invencible Anna. Su esposo había encontrado oro en el Nuevo Oeste y era a lo que mi madre llamaba 'nueva rica'." —Erza.

En la tarde siguiente, el Titanic navegaba sobre el oeste de las costas de Irlanda con nada más que mar por delante.

El capitán del barco y el subcapitán sonreían tranquilamente mirando las hermosas olas chocantes y pacíficas a la vez. Después de unos momentos más en silencio, con tanta paz como siempre la tenía el Capitán Gildarts Clive, éste le dio a su subcapitán una orden.

Gildarts: Llévelo al mar, Macao. El barco está listo para adentrarse. A toda velocidad.

Macao: ¡Sí, señor! —el subcapitán recibió la orden con gusto y una vez habiéndose acomodado su cabellera azul oscuro, caminó hasta la cabina en la cual se encontraba el timón —A toda máquina, Freed—Le indicó al que manejaba en esos momentos el timón.

Freed: Muy bien, señor —el chico de cabellos verdes, envió una señal hacia la sala de calderas, donde las máquinas iban a empezar a trabajar más rápidamente.

En la sala de máquinas, el mayor al mando dio la orden que llegaba desde la cabina de mando. El lugar era oscuro, pero había reflejos rojos y anaranjados por todos lados a causa del carbón constantemente encendido y también de las chispas que provocaban algunos engranes al funcionar tan de prisa, aunque obviamente esto no era ningún problema para el barco.

[.....]

En la proa se encontraba Natsu, que se subió a las barandas del barco y miró hacia abajo, riéndo y emocionándose alver el agua chocar contra el barco de manera tan hermosa. El viento tiró hacia atrás su bufanda, que quedó colgando en su cuello y su pelo empezó a despeinarse divertidamente. Su camisa y sus bermudas de jean se movían balanceándose, al igual que la ropa y el pelo de Laxus, que se encontraba parado unos pasos detrás del chico, con una sonrisa tranquila en los labios y sus brazos cruzados. 

Natsu: ¡Ey! ¡Mira, mira! ¡Laxus! 

El pelirrosa empezó a emocionarse, saltar y mover los brazos. Señalaba hacia al agua, indicándole al pelirrubio que mira se hacia abajo. El mencionado no tuvo más remedio que acercarse a ver.

Natsu: ¿¡Lo ves?! —un delfín nadaba a la par.

Laxus: Maldición, sí, lo veo —contestó sonriendo.

Natsu: ¡Ahí hay otro! ¡Y ahí otro! ¡Woooo, ¿viste cómo saltó ese?! 

El viento era cálido, casi como una caricia para los dos muchachos que estaban viviendo toda una travesía yendo hacia América, casi como por obra de magia.

Natsu se paro sobre la baranda y se agarró de los fierros y soportes que se encontraban sujetos a esta. Sonriendo, abrió los brazos y miró hacia el frente, el sol empezaba a esconderse, la tarde empezaba a terminarse. Pero aun así, to doseguía siendo tan perfecto.

Natsu: ¡Soy el rey del mundo! —gritó él con una sonrisa enorme en la boca y aun sus brazos abiertos.

Laxus: Siempre con el mismo entusiasmo fastidioso, pero me agrada —comentó sonriendo ante la ocurrencia un poco tonta de lo que su amigo había acabado de decir.

TITANICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora