Un Escupitajo A La Realidad

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En la sala del té de la primera clase, Irene se encontraba charlando con dos mujeres que se acercaban a su edad, mientras que de fondo, una banda con el líder siendo un hombre flaco y con un gran afro tocaban una tranquila canción.

Irene: El propósito de la Universidad es encontrar un buen marido —contaba a las mujeres —Y mi hija lo ha conseguido.

—Mira, ahí viene esa mujer tan vulgar —comentó la mujer a su lado, dando a entender que hablaba de Anna.

Irene: Mejor vayámonos, o se sentará con nosotras.

Justo en cuanto las tres damas se levantaron, Anna había llegado a la mesa.

Anna: Hola chicas, quería tomar el té con ustedes.

Irene: Que lastima, llegaste tarde —contestó sin mucho gusto —La condesa y yo nos íbamos a tomar aire a cubierta.

Anna: Qué buena idea, me faltan los últimos chismes —trató de ser graciosa pero no recibió ninguna respuesta y las tres mujeres le pasaron por al lado casi sin mirarla.

En otra mesa de la sala se encontraban hablando Loke y Gildarts.

Loke: ¿Aun no enciende las cuatro calderas, Capitán? —Preguntó fijándose en un papel que le acababan de entregar.

Gildarts: No, no es necesario. Llevamos un excelente tiempo.

Loke: La prensa conoce el tamaño del Titanic, pero quiero que se maravillen con su velocidad. Que publiquen algo novedoso. El primer viaje del Titanic debe ganar los encabezados de los diarios.

Gildarts: Señor Loke, no quisiera forzar a las maquinas hasta que estén bien aclimatadas a la luz —contestó ya empezando a molestarse con los comentarios del hombre.

Loke: Se que soy solo un pasajero y dejo a su amplio criterio lo que es mejor. Pero, ¿qué glorioso sería terminar su último viaje llegando a Nueva York el martes por la noche y sorprenderlos? Ganaríamos los encabezados. Y usted se retiraría con honores.

Gildarts evaluó la situación, más se quedó en silencio y no respondió.

[.....]



Erza y Natsu se encontraban hablando apoyados sobre la baranda de uno de los costados del barco. La pelirroja prestaba suma atención a cada una de las palabras que el pelirrosa decía. Él era como una caja de sorpresas para ella.

Natsu: Después de eso, trabajé en un almacén, pero me echaron al poco tiempo porque siempre me comía todo —ambos rieron —naufragué algún tiempo en un pequeño barco hasta que encontré a Laxus y nos hicimos amigos, pasamos el verano en un muelle en el que solíamos echarnos todo el día a mirar el cielo y estar en los parques de alrededor, algunas veces nos metíamos en problemas, pero nos las arreglábamos. estuvimos un tiempo en Francia, luego vinimos a Inglaterra, y acá estamos ahora.

Erza: ¿Por qué no puedo ser como tú, Natsu? — suspiro mirando al sol que empezaba a esconderse a lo lejos —Solo dirigirme al horizonte cuando tenga deseos de hacerlo — sonrió al cruzarse le una idea en la mente —Dime que iremos alguna vez a ese muelle, o que hablaremos de él aunque sea.

Natsu: Iremos. A beber cerveza.. subir a la montaña rusa y dar vueltas hasta vomitar —rió ante la idea de lo asqueroso que le pareció eso —Y andaremos a caballo por toda la playa, tu y yo juntos. Pero tendrás que hacerlo como un verdadero vaquero, nada de sentarse de lado.

Erza: O sea.. ¿una pierna de cada lado? —Natsu asintió y Erza dudó por unos momentos —¿Tú me enseñas?

Natsu: Si quieres.

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