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A la mañana siguiente, la chica amaneció sola

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A la mañana siguiente, la chica amaneció sola. Miro a su alrededor y se dió cuenta que estaba en aquella habitación en la que había despertado la última vez que estuvo en Alemania.

Un leve dolor de cabeza aparecía por las sustancias que había consumido la noche anterior.

— ¿Tom? — preguntó al no ver al chico por la habitación.

— ¡Ahora salgo, preciosa! — escuchó al chico de rastas desde otra habitación.

La chica se levantó de la cama y busco sus cosas. Al encontrar su teléfono se dió cuenta que tenía miles de llamadas perdidas de su manager, las cuales decidió no devolver.

— ¿Dormiste bien, preciosa? — preguntó el chico de rastas entrando a la habitación.

Solo tenía puestos unos pantalones grises, dejando ver todo su torso, en su cuello tenía una toalla la cual después extendió en una silla para que se secara.

La pelinegra sentía sus mejillas ruborizarse, estaba comenzando a sentir un poco de nervios pero aún así disfrutaba de ver al chico de esa manera.

— Creo que estas poniéndote un poco roja, preciosa — dijo con orgullo al saber que él era el causante de que las mejillas de la pelinegra estuvieran coloradas — ¿Te pongo nerviosa?

— Eso quisieras, Kaulitz — contestó en forma de reto.

— Entonces, ¿no estás nerviosa, Deep? — el chico comenzó a acercarse a la pelinegra y la acorralo contra una pared.

— No...

La chica podía sentir la respiración del guitarrista en su cuello provocando que su piel se erizara, pero decidió intercambiar papeles.

Colocó sus manos en el pecho del chico, para después bajarlas lentamente por su abdomen hasta llegar a los cordones del pantalón de Tom.

— ¿Qué crees que haces, preciosa? — preguntó Tom en un susurro cerca de los labios de la pelinegra, su respiración comenzaba a agitarse un poco.

— Nada, Tom — dijo simulando inocencia — ¿O acaso quieres que haga algo en específico?

Tom sonrío ladino — Sabes que tu puedes hacerme lo que quieras, preciosa — contestó de manera provocativa.

Denisse sonrío en forma de burla — Lo dejaremos para otro momento, Kaulitz — aparto sus manos del pantalón de Tom y volvió a dirigirse hacia sus cosas.

— Vaya, Denisse, tú si que sabes cómo jugar conmigo — dijo Tom jugando con el piercing de su labio — Pero, estoy bien con eso, preciosa — se acerco a donde estaba ella, inclinándose para susurrarle en el oído — Porque después seré yo quién juegue contigo — coloco un beso en la mejilla de la chica, provocándole una sonrisa — Arreglate, iremos a dar una vuelta.

𝗣𝗮𝗶𝗻 𝗼𝗳 𝗹𝗼𝘃𝗲; Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora