Capítulo 20

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CALYNN

Me he quedado cuidando a Claire durante todo el día de ayer, aún afirmando que se encontraba bien. Obviamente estaba preocupada por su salud y mientras James trabajaba, estuve con ella.

Lo que pasó hace apenas unas horas fue extrañísimo. Empezando por la desaparición de una pila del mando a distancia, luego de mi mochila y por último, con el portazo injustificado en la habitación de Claire. Parecía que un espíritu se hallase entre nosotras y me estuviera avisando del estado de salud de ella.

No es que haya creído mucho en los ángeles guardianes cuando me lo contaron de pequeña ni nada de eso, pero ahora no me queda otro remedio que hacerlo.

Después de la amenaza de Claire por cortarme un mechón de pelo mientras dormía si no la dejaba en paz, nos encontramos por los pasillos del instituto repartiendo justificantes a cada profesor que vemos por haber faltado ayer. Todo estaba yendo genial, hasta que me encuentro de frente a la directora.

- Señorita Anderson, justo estaba buscándole.- Dice con un tono afable, entrelazando sus manos por debajo de su vientre.

Al instante me tenso. En menos de un mes he hablado más con la directora que en toda mi vida. No sé si me gusta está atención o me aterra.

- Sí, claro. ¿Pasa algo?

- Vámonos a mi despacho mejor. - Dice y comienza a andar tras un leve asentimiento de cabeza por mi parte. Voy detrás de ella.

Camino en dirección contraria a los estudiantes lo más rápido que puedo, ya que es la hora de entrada a clases, pero me está costando mucho llegar al ritmo de la directora.

Sin embargo, me tropiezo con un chico y caemos ambos al suelo. A él se le cae el móvil y a mí mis justificantes firmados, pero ahora pisados por otros estudiantes.

- Perdón, soy una torpe. - Me disculpo sin mirar al chico de frente. Empiezo a recoger con desesperación los papeles del suelo, ya que he perdido de vista a la directora y lo que menos me gustaría que pasara es llegar tarde.

- Calynn, fue culpa mía. No estaba mirando. - Dice una voz conocida.

Giro el rostro y veo a Henry con una sonrisa inocente adornando su aterciopelada cara (nunca se la he tocado, pero jamás le ha crecido pelo ahí, así que me imagino que se sentirá suave al tocarla).

- Oh, eh... - Fijo la mirada en lo que no para de mover entre sus manos. Es un papel. Uno de mis justificantes. - ¿Me lo puedes dar? Tengo prisa. - Sonrío amablemente.

- ¿Claire está mala? - Pregunta leyendo el papel, interesado. ¡Pero si nunca han hablado, qué le importara!

- Ya está mejor. Tengo que irme. - Le tiendo la mano con la palma abierta.

- Sí... - Relee por última vez el papel. - Toma. - Me lo tiende sin objetar nada esta vez. Se recoloca la mochila y me dedica otra de sus bonitas sonrisas. - Bueno, ¡adiós!

Iba a despedirme de él, pero ya estaba en la otra esquina del pasillo. La verdad es que es rápido caminando.

Debería de aprender a ser rápida de esa manera, pero como no tengo tiempo, he empezado a correr como una desquiciada y en menos de quince segundos estaba tocando la puerta del despacho.

La directora me abre con la típica sonrisa educada, sin enseñar los dientes ni marcar los pómulos.

- Te perdí por un momento.

Me pongo roja al instante. Dios, qué torpe soy.

- Sí, eh... me caí. Perdón. - Digo mirando hacia el suelo.

Los Cuatro Portentos de SalemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora