George regresó a la habitación rápidamente, con las medicinas en las manos, respirando con dificultad. Al abrir la puerta, notó que Min ya no estaba allí. La habitación estaba más tranquila, pero había una tensión en el aire que no lograba comprender.
Miró a Ringo, quien permanecía en la cama, inmóvil, como si no hubiera escuchado su entrada. George dejó las medicinas sobre la mesa, pero, al acercarse a él, notó algo diferente en su expresión. Ringo no lo miraba, y su rostro reflejaba una apatía que no había visto antes. Como si su alma hubiera salido de la habitación con Min.
—Aquí tienes las medicinas... —dijo George en voz baja, tratando de sonar normal, pero su corazón latía con fuerza, sabiendo que algo no estaba bien. No recibía ni una mirada de Ringo, ni una palabra. Solo el sonido de la respiración de Ringo, un sonido que parecía venir de otro lugar, como si él no estuviera realmente allí.
George trató de hablar nuevamente, acercándose a él:
—Ringo... ¿estás bien? —dijo, casi en un susurro.
El silencio se instaló entre ellos, denso y pesado. George no sabía cómo llegar a él, cómo romper ese muro de indiferencia que parecía haberse levantado entre ellos. Había algo en los ojos de Ringo, algo que le decía que él no estaba allí por alguna razón. Quizás no era solo la fiebre, ni su estado físico. Era algo más. Algo que George no comprendía.
De pronto, el recuerdo de lo que había sucedido mientras él salía lo golpeó. Min. Ella había estado allí. Y aunque George no había visto nada, algo en la atmósfera de la habitación le dijo que Min había hecho algo más mientras él no estaba.
Fue cuando miró hacia la mesa de noche y vio la cámara de Min, que había quedado allí olvidada, que un escalofrío recorrió su espalda. Sin pensarlo, la tomó entre sus manos, pero lo que vio a través de la lente de la cámara fue lo que más temía. El video. Un video claro de su beso con Min.
El mundo pareció detenerse. Ringo no había mirado a George, porque él ya lo sabía. Sabía lo que había pasado. Las imágenes del beso le dieron forma al dolor que George sentía en su pecho. Min había grabado todo, y ahora todo estaba fuera de control. ¿Cómo le explicaría eso a Ringo?
George volvió a mirar a Ringo, que seguía en su cama, pero sus ojos no brillaban como antes. Ya no lo miraba con amor, ni con la calidez que lo había hecho siempre. Ahora solo veía un vacío, como si todo entre ellos se hubiera ido con esas imágenes.
—Ringo... —susurró George, acercándose aún más a él, con los ojos llenos de lágrimas, pero Ringo no dijo nada. No reaccionó. El silencio entre ellos se volvió insoportable.
Finalmente, después de unos largos minutos, George se levantó lentamente. No sabía si debía pedir perdón, si podría reparar el daño que había causado. Min había hecho lo que quería hacer: romperlo todo. Ahora, la única respuesta de Ringo era el silencio, la indiferencia.
Sin palabras y sin rumbo, George salió de la habitación, dejando atrás a Ringo, quien permaneció allí, atrapado en su propio mundo, sin poder mirar a George.
George, con el corazón pesado, sabía que no podía enfrentarse a Ringo en ese momento. La tensión era demasiado, y el silencio entre ellos lo desgarraba por dentro. Sin saber qué hacer, tomó una decisión impulsiva, como si buscara evitar una confrontación que sabía que no estaba listo para afrontar. Sin decir palabra alguna, salió de la habitación con paso rápido, dejando la puerta ligeramente entreabierta.
Min había logrado lo que quería. El daño ya estaba hecho. Y ahora, George sentía una tristeza profunda, una sensación de traición y confusión que no podía comprender. Necesitaba tiempo. Tiempo para procesar lo que había visto en esa cámara. Tiempo para entender cómo pudo llegar a ese punto.
Al salir del pasillo, se acercó al área de enfermería. Buscó al doctor que estaba más cercano, un hombre de voz suave y ojos cansados por las largas horas de trabajo.
—Doctor, necesito que vaya a la habitación de Ringo y le administre las medicinas —le dijo, con voz quebrada pero firme—. Yo… no puedo hacerlo ahora.
El doctor lo miró, notando la expresión abatida de George, pero no preguntó. No era momento para indagar. Con un simple asentimiento, el doctor tomó el paquete con las medicinas y se dirigió a la habitación de Ringo.
Mientras tanto, George se alejó de allí, buscando el rincón más apartado del hospital. Su mente daba vueltas. ¿Cómo podría volver a enfrentarse a Ringo después de todo lo que había sucedido? Min había logrado sembrar una grieta en su relación con Ringo, una grieta que no estaba seguro de cómo sanar.
En la habitación, el doctor entró con tranquilidad y acercándose a la cama de Ringo, comenzó a preparar las medicinas. Ringo seguía en su estado semiconsciente, sin decir palabra, con los ojos opacos y vacíos. No reaccionó a la presencia del doctor ni a las suaves palabras que le dirigió para tranquilizarlo antes de administrarle la medicación.
El doctor, acostumbrado a la situación, le dio las dosis necesarias y se quedó un momento más en silencio, observando la escena. Ringo no parecía estar luchando contra nada más que su propio dolor. El doctor dejó las medicinas sobre la mesa y se retiró de la habitación sin decir mucho, sabiendo que Ringo necesitaba más que cuidados físicos en ese momento. Necesitaba tiempo. Tiempo para lidiar con lo que había sucedido, tiempo que George aún no sabía si le daría.
Cuando George regresó, lo hizo con una sensación de vacío, casi como si hubiera perdido algo que nunca iba a recuperar. Se detuvo frente a la puerta de la habitación, pero antes de entrar, se quedó unos segundos, tomando aire, como si intentara reunir fuerzas para lo que fuera que quedaba entre ellos.
Al entrar, encontró a Ringo en el mismo lugar, sin moverse. George caminó hasta él, sintiendo el peso de su ausencia en la habitación. La cámara de Min seguía allí, en la mesa de noche, como un recordatorio silencioso de la ruptura que se había dado.
—Ringo… —dijo, finalmente, con la voz quebrada—. Lo siento. No sé cómo explicártelo. No sé qué hacer.
Ringo no le respondió. Su mirada no se levantó de la cama, y George sintió que cada palabra que intentaba decir era inútil, un eco vacío en el aire.
George permaneció allí un rato, mirando a Ringo, pero sin saber qué hacer o qué decir. La distancia entre ellos parecía insuperable ahora. Y aunque había amado a Ringo con todo su ser, no sabía cómo volver a reconstruir lo que Min había destruido.
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Dr. Harrison • Starrison •
FanfictionHISTORIA... TERMINADA 🎀--🎀--🎀--🎀--🎀--🎀--🎀--🎀 El doctor Harrison nunca hubiera imaginado que los ataques de epilepsia ocasionados por la exposición a colores vibrantes de su nuevo paciente iban a llamarle tanto la atención. El ingeniero Stark...