Capítulo 13. [☑️]

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Min observó a George desde un rincón, su rostro reflejaba frustración y resentimiento. Ella creía firmemente que Ringo había sido la causa de todos los problemas de George, pero esa idea era completamente errónea. Min no entendía lo que realmente había sucedido entre ellos, lo que los había unido, ni por qué George seguía atado a esos recuerdos. En su mente, Ringo representaba una especie de obstáculo, algo que George debía superar para seguir adelante con su vida. Pero lo que no podía comprender era que, para George, Ringo no había sido un obstáculo. Nunca lo había sido.

George no había sido usado por Ringo. Nunca lo había sido. Había sido una relación genuina, una que había tenido sus momentos de dolor, pero también de amor. George había dado su corazón a Ringo, sin reservas, sin temores. Y Ringo había correspondido a ese amor de una manera que Min no podía ni siquiera imaginar. Su relación no había sido perfecta, pero había sido real, algo que Min, con todo su egoísmo, jamás podría entender.

Con una mezcla de rabia y celos, Min se acercó a George nuevamente, esta vez con menos sutileza. Quería que entendiera su punto de vista, que lo viera de la manera en que ella lo veía. Pero las palabras que salieron de su boca solo reflejaban su enojo.

—No sigas perdiendo el tiempo, George. No vale la pena. ¿De verdad crees que alguien que te dejó atrás y ahora está aquí, tirado como una carga, te merece? —le dijo, su tono cortante.

George la miró fijamente, pero esta vez sus ojos eran diferentes. No había duda en su mirada. La tristeza que sentía por Ringo, el amor que aún albergaba en su pecho, no podía ser borrado por las palabras de Min. No podía permitir que ella tratara de manipularlo de esa manera. Ringo nunca lo había dejado atrás. Su relación había sido complicada, sí, pero nunca fue una cuestión de abandono. Ringo siempre había estado ahí para él, de una forma u otra. Incluso ahora, en su estado vulnerable, George sabía que, si Ringo pudiera, estaría allí, a su lado, tal y como siempre había estado.

—Min, tú no entiendes —dijo George, su voz firme pero llena de tristeza—. Ringo no me ha dejado. No lo ha hecho nunca. Tú no sabes lo que hemos vivido juntos, ni lo que significó para mí. No lo entiendes.

Min apretó los dientes, su frustración se reflejaba en su rostro. No podía aceptar que George no la necesitara, que no quisiera escucharla. En su mente, ella aún creía que podía cambiarlo, que podía convencerlo de que olvidara a Ringo y la eligiera a ella. Pero George no estaba dispuesto a eso. No lo haría.

—Creo que sí lo entiendo —respondió Min, su voz cargada de veneno—. Pero, ¿sabes qué? No me importa. Si no puedes ver la verdad, entonces es tu problema, no el mío.

Y, sin esperar respuesta, Min se dio la vuelta y salió de la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos y con su amor por Ringo, que seguía tan vivo y fuerte como siempre.

George se quedó allí, mirando a Ringo, con la conciencia tranquila. Sabía lo que sentía, sabía que nunca lo había usado. Ringo había sido su compañero, su amor, su todo. Min podía seguir su camino, pero George ya había hecho el suyo. Y no importaba lo que ella pensara, él nunca dejaría ir a Ringo.

Entonces, de repente, algo cambió.

Un leve movimiento en la cama, un pequeño suspiro. El corazón de George dio un salto. Miró con más atención, no creyendo lo que veía. Ringo, aún débil, había movido su mano, como si intentara aferrarse a algo, como si estuviera regresando de un largo sueño.

—Ringo… —susurró George, sus ojos se llenaron de lágrimas. No podía creerlo, pero Ringo estaba despertando.

Los párpados de Ringo se movieron lentamente, su respiración se hizo más profunda, más controlada. Fue como si el mundo hubiera dejado de girar por un momento, solo para dar paso a una nueva realidad: él estaba allí, vivo, y podía sentirlo.

Dr. Harrison • Starrison • Donde viven las historias. Descúbrelo ahora