4: Jungkook

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—Kennedy, tienes que irte. Me vas a meter en problemas.

—Oh, por favor...— Me mira con una mirada maliciosa en esos bonitos ojos, sus manos trabajando en el botón de mis vaqueros. —Si ganas, puedes atribuirlo a las actividades previas al juego.

Baja la cremallera, pero no lo siento. No sé si es porque nunca nos reconciliamos después de nuestra estúpida discusión, por los nervios previos al partido o porque mis compañeros de equipo van a irrumpir por las puertas del vestuario en cualquier momento.

—Kenn, hablo en serio. Levántate. Te vas a ensuciar el uniforme.

Su labio inferior se asoma y sus ojos se oscurecen, pero no deja de arrodillarse ante mí.

—Jungkoom, ¿me estás tomando el pelo ahora mismo? ¿No quieres que te la chupe? ¿Qué clase de tipo eres?

—Uno que no tiene ganas de sentarse en el maldito banquillo si el entrenador nos pilla. Levántate. Arriba—. Hablo muy en serio porque me va a dar una patada en el culo. No sólo por tontear en el vestuario antes del partido, sino también porque Kennedy es la mejor amiga de su hija, LeAnn. Y él es protector de ella.

Pero es demasiado tarde. La puerta del vestuario se abre de golpe, y Bates y Dixon entran, observando a Kennedy todavía de rodillas ante mí con mis vaqueros abiertos. Jodidamente genial.

Finalmente empieza a levantarse del suelo mientras silban y entran más miembros del equipo, incluido Jin, que no parece muy contento. Probablemente también le preocupa que el entrenador lo vea.

Por suerte, antes de que el entrenador haga su aparición, consigo poner algo de distancia entre Kennedy y yo, y ella se mantiene en pie. El entrenador la mira con desconfianza mientras algunos de los chicos del vestuario sonríen.

—Kennedy, ¿qué haces aquí?

—Me vino a entregar el celular—, responde al instante la profunda voz de Jin, y Kennedy lo mira con curiosidad. Por favor, déjate llevar, Kenn.

—¿Es eso cierto?— El entrenador mira a Kennedy, que asiente con la cabeza, y yo suelto un silencioso suspiro de alivio al ver que no va a ser una molestia.

—Seguro que sí, entrenador. Ya conoces a Jin, siempre pensando en el partido y olvidando totalmente su teléfono—. Le lanza a Jin un guiño coqueto, pero su cara parece forjada en piedra. Aun así, sé que tiene debilidad por mi novia, ya que la conoce desde hace casi el mismo tiempo que nosotros.

Es lo que tiene esta ciudad. Todos hemos crecido juntos. Claro, ha habido un par de chicos que se han mudado y un par que se han unido a nosotros, pero en su mayor parte, todos somos de toda la vida. Todos nos conocemos. Los padres de todos fueron al colegio juntos. Incluso algunos de nuestros abuelos. Es bastante genial.

El entrenador gruñe algo inaudible y la despide antes de indicarnos que nos pongamos en marcha. Golpeo mi hombro contra Jin juguetonamente.

—Gracias, hombre.

Se tira la camiseta por encima de la cabeza y sigue pareciendo molesto conmigo.

—Si sigues haciendo mierdas como esa, el entrenador te dejará en el banquillo para demostrar tu punto de vista. ¿Por qué siempre eres tan imprudente?

Eso hace que se me levanten los pelos de punta porque esta vez no lo he hecho. Y claro, me metí en problemas, como correr por el centro de la ciudad por un desafío y, bueno, tal vez tomar un poco de whisky de más y saltar a la parte profunda del lago. En ambas ocasiones, Jin estaba allí. Me obligó a ponerme la ropa justo antes de que llegara la policía la primera vez, y la segunda vez, saltó al agua fresca de marzo y sacó mi culo del lago. Pero aun así... No siempre soy imprudente.

—Oye, yo no le pedí que viniera aquí. Simplemente lo hizo—, digo a la defensiva antes de quitarme la camisa y los vaqueros.

—¿Se puso de rodillas para ti en el vestuario justo antes de un partido? ¿Momentos antes de que llegáramos todos aquí? ¿Y si el entrenador hubiera entrado primero?— Sigue sonando jodidamente molesto. No sé cuál es su problema. Por lo que sé, le gusta Kennedy.

Demonios, algunos días creo que ella le gusta más que yo.

—Claro que sí. Es una buena novia—, bromea Dixon, pero sólo me molesta porque Jin está irritado. Odio cuando se irrita conmigo.

—No se lo pedí. Le dije que se levantara antes de que entrara el entrenador. Sé que podría haberme metido en problemas, pero ¿qué quieres que haga?

Me molesto con él de inmediato y veo esa maldita arruga en su frente cuando me frunce el ceño.

—Sólo ten cuidado.

—Lo estaba intentando—. Me pongo los pantalones del uniforme, irracionalmente enfadado con Kennedy por haberme metido en problemas con Jin.

Se pone el uniforme y se gira para mirarme, con el ceño fruncido, pero quizá un poco menos irritado que hace un momento.

—Bien. La cabeza en el juego.

—Vamos a patear culos. No hay duda. Ese otro equipo apesta.

—Entramos en cada partido como si hubiera una posibilidad de perder. Porque siempre la hay. No quiero una derrota en nuestro historial. ¿Y tú?

Dixon se acerca, me da una palmada en el culo y responde por mí.

—¡Claro que no! Ni siquiera conocemos el significado de la palabra.

No puedo evitar la sonrisa porque Dixon es un año más joven, y vaya que tiene hambre de jugar. Cada partido. Este es su paraíso.

—Claro que no—, repito sus palabras a Jin.

Sigue sin parecer contento, pero sinceramente, esa es también su cara de siempre. Y ahora está en modo de juego completo, que puede ser algo intenso. Es lo que lo hace un gran quarterback, bueno, es lo que lo hace tan bueno en todo, su intensa concentración en cada detalle. —Bien.

—¿Fiesta después?— Pregunto, esperanzado. Me gusta salir con Lucy, pero esta noche me apetece mucho salir de fiesta, al estilo adolescente.

Asiente con la cabeza. —Sí. Mamá está en casa con Lucy.

—Claro que sí—, digo, la emoción me enciende.

—Juego. Primero—, dice, tirando de mí hacia abajo desde el alto, pero es una buena cosa que hace.

Jin siempre me mantiene con los pies en la tierra.

My best friend, my worldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora