8: Jin

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—¿Qué es esto?— Miro a Jungkook, que está de pie junto al escritorio de mi habitación mientras sostiene la solicitud en la que estaba trabajando.

—La aplicación de la universidad. ¿Todavía no has empezado a solicitarla?

Su ceño se frunce, y sé que es un tema delicado para él.

—No, claro que no—. Lo vuelve a dejar en mi escritorio con cuidado, como si estuviera a punto de detonar, y luego se deja caer en mi cama a mi lado.

—¿De verdad?

—Sí—. Ya no quiero endulzarlo para él. Quiero salir de esta ciudad. Tengo tantas ganas de irme que puedo saborearlo.

—¿Qué harás con una educación universitaria?— Se tumba de lado, con la cabeza apoyada en la mano.

—No lo sé—, respondo con sinceridad. —Algo. Cualquier cosa. Todo—. Todas las posibilidades pasan por mi mente, y creo que sonrío.

Pero él frunce el ceño. —¿Qué pasa con Kensley?

—Seguirá aquí—. Aunque no me veo con ganas de volver. Tal vez mi madre y Lucy puedan venir a visitarme donde sea que termine. Y espero que Jungkook quiera ir conmigo. Salir de esta ciudad que chupa el alma.

—¿Y yo?—, pregunta, con una voz tan condenadamente triste que casi me destroza el corazón, y me acomodo en la cama para mirarlo, reflejando su posición.

—Tú también puedes venir.

Arruga la nariz, con cara de horror ante la idea.

—¿Dejar a Kensley?

—Sí. — Asiento con la cabeza, conteniendo la respiración mientras espero su respuesta. Aunque ya la sé.

—No me voy a ir. Me encanta estar aquí. Creía que a ti también—. Su tono es acusador, como si de alguna manera le hubiera mentido.

Hago una mueca de dolor. No sé de dónde ha sacado esa idea. Juro que me he quejado de esta ciudad desde que estábamos en preescolar.

—Las cosas cambian.

Se incorpora, con la rabia reflejada en sus ojos y quizá un poco de dolor. Yo también me siento para mirarlo.

—¿Las cosas cambian? ¿No me digas? Todas las putas cosas cambian. Todas. Las. Cosas.

—El cambio no es algo malo—, intento, pero no lo escucha.

Se levanta de la cama con pánico en los ojos.

—Sí, lo es. Estás cambiando. Te vas a ir. Kennedy quiere que sea un respetable hombre de negocios o algo así. No sé lo que quiere, pero no soy yo.

Resoplo ante eso mientras me bajo de la cama, esperando que podamos bromear sobre esto y terminar.

—Ya. Tú en traje. Nadie quiere eso. Ni siquiera Kenn.

Sus ojos sólo se oscurecen.

—Aunque eso es lo que tú también quieres ¿verdad? Que vaya a la universidad y sea alguien que no soy.

—No.— Sacudo la cabeza, acercándome a él, pero él se aleja de mí, y eso me escuece, astillando mi corazón al notar lo enojado que está.

—Ya. Vas a ir a la universidad. Vas a vivir esta vida de lujo y nunca vas a volver. Yo sólo seré ese chico del que fuiste amigo una vez. El tipo con el que jugabas al fútbol.

—Jungkook...— Mantengo la voz calmada pero sigo en el mismo sitio. —Siempre serás mi mejor amigo, pero no puedo quedarme aquí si tengo la oportunidad de salir.

—No te entiendo. No entiendo que quieras dejar todo atrás. No tiene ningún sentido. Aquí, eres un rey.

—No lo soy—. Sacudo la cabeza, me duele el estómago. Porque él cree que lo soy. Tal vez toda la escuela lo crea también. Pero no lo soy. Si supieran quién soy en realidad -el verdadero yo-, no habría forma de que fuera su rey. Me exiliarían.

Y sólo quiero salir de aquí antes de que eso ocurra o de que muera por el dominio que este pueblo ejerce sobre mí.

—¡Lo eres!—, grita, y vuelvo a hacer una mueca.

—No quiero ser el maldito rey—. Mis hombros caen cuando me estudia detenidamente. —No quiero estar aquí. Quiero graduarme y salir. Quiero hacer lo que me dé la gana. Libremente.

Quiero decirle la verdad.

Pero no puedo.

La forma en que me mira ahora -como si fuera un total desconocido para él- es exactamente lo que temo si sabe toda la verdad.

No puedo soportarlo.

—Puedes hacerlo aquí. No necesitas correr.

—Lo hago—. Me señalo el pecho. —De verdad que sí. Me estoy ahogando aquí. Y tú no lo ves porque no quieres—. Apenas si ahogo las palabras que sé que son la verdad. Él ve lo que quiere ver y siempre lo ha hecho.

—¿Qué carajo significa eso?— Parece completamente confundido, y de nuevo me invade la culpa por haberle ocultado este secreto.

—Significa que necesito salir de aquí. Kensley me está aplastando.

Deseo más que nada que lo entienda, pero sólo parece aún más herido y confundido.

—Yo soy Kensley. Esto es todo lo que he conocido. Todo lo que siempre he querido saber. Si escapas de Kensley, estás escapando de mí. ¿No lo entiendes?

Intento que no se me escape el sollozo atrapado en la garganta, que arde como el ácido. Porque sí lo entiendo.

—Eres más que este pueblo, y yo también.

—No, Jin—. Se dirige a la puerta de mi habitación, la abre de un tirón y me mira por encima del hombro. —No lo soy. Y no quiero serlo. No lo entiendes, ¿verdad?

No espera a que le responda -y probablemente no se me habría ocurrido nada de todos modos- antes de irse, dando un portazo tras de sí. Me tumbo en la cama, con el corazón y el estómago doloridos.

Puedo salir de aquí. Puedo hacerlo. De eso estoy seguro.

Pero si lo hago, perderé a mi mejor amigo.

De eso también estoy seguro.

My best friend, my worldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora