Capítulo 16

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Pasó casi mes y medio desde que coincidimos por última vez Alexis y yo, a propósito o no, en un mismo sitio. Comenzaron los exámenes importantes y me aislé por completo. Estábamos a principios de diciembre, por lo que, Navidad estaba a la vuelta de la esquina y lo pasaría con mi familia. Acordamos que, las vacaciones las pasaría allí. Les echaba muchísimo de menos.

Valeria ya estaba contándome los planes que haríamos cuando llegara a España. Mi hermana pequeña, aunque deseaba estar conmigo, le encantaba ser la única hija de nuestra casa. Mis padres, como cada año, junto con mis abuelos, reservaban cada noche en un restaurante diferente de Madrid para probar los menús y, estos últimos, nos hacían a mi hermana y a mí cantar villancicos delante del vecindario.

Aunque la gente perdiera el espíritu navideño, yo lo seguía teniendo intacto. Me encantaba verlo todo decorado, lleno de adornos, luces parpadeantes por toda la ciudad y a la gente recibiendo regalos entusiasmados.

—Alia —Lea me sacó de mis pensamientos.

Me giré completamente para no darle la espalda. Me quité los cascos y esperé a que hablara de nuevo. Al mirarla, noté cierta preocupación en su rostro.

—¿Estás bien? —preguntó.

Fruncí el ceño y la observé más detenidamente. No entendí porqué me lo preguntaba.

—¿A qué te refieres?

—Estás... —se quedó pensando la respuesta en silencio. Segundos después, siguió —. Llevas meses encerrada y sentada en esa silla. Es hora de que salgas a divertirte, ¿no crees?

Suspiré, mirando aquel retrato que ella me pidió que dibujara a principios de noviembre. Desde que vio unos cuántos dibujos que hice cuando me aburría, me rogó que le hiciera un retrato.

—No tengo ganas.

—Yo tampoco tengo ganas de estudiar y aquí estoy —señaló las instalaciones.

—No es lo mismo.

Lea suspiró profundamente y se sentó a mi lado.

—¿Puedes, al menos, intentarlo?

Me encogí de hombros y me coloqué de nuevo los cascos. Volteé la silla para seguir dibujando mientras escuchaba música. Lea se acercó a mí y me quitó los cascos de las orejas.

—Oye —me quejé, reteniéndolos para que no se los llevara.

—Ya está bien, Alia —logró agarrarlos y tirarlos a la cama —. ¿He hecho o dicho algo que te haya ofendido?

Fruncí el ceño y negué con la cabeza.

—¿Por qué lo piensas?

—Apenas hablas conmigo.

—Eso no es verdad. Ahora estamos hablando.

Cogió aire y exhaló profundamente.

—Te noto distante. Como si evitaras cualquier tipo de acercamiento conmigo.

Me sentí mal. Me sentí muy mal al escucharlo. No quería que se sintiera así, y menos ella. En estos meses ha estado ayudándome en todo lo que ha podido. Incluso más. Sabía cosas de mí que poca gente conocía, y me entendía a la perfección. No necesitaba esconderme, podía ser yo misma.

—Ya no sales como antes, ni haces esos planes sola que tanto te gustan. Estás todo el día en la biblioteca o en el parque estudiando con Egan. Incluso me colgaste el teléfono cuando te llamé por el móvil de mi hermano porque el mío lo olvidé encima de mi cama.

—No me pasa nada contigo, Lea, de verdad. Es... simplemente..., estoy agobiada con estos exámenes.

Era una verdad a medias. Estaba agobiada por los finales, pero no era sólo por eso. No quería mentirle. Tampoco me gustaba hacerlo.

Si pudiera decirte 'te quiero'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora