Pasé por una calle estrecha y vi una pequeña tienda de papelería. Caminé hacia allí y entré por la puerta. En todos esos tipos de tiendas siempre había un olor característico que no me desagradaba.
Saqué la lista de mi bolso y miré lo que había escrito. Encontré varias cosas que escribí menos un par de ellas. Le pregunté a la chica que estaba detrás del mostrador y me dijo que tenía que volver antes de terminar la semana para poder comprarlo, ya que le llegaba el pedido sobre esa fecha.
Compré todo lo que llevaba en la mano, lo más importante para mi eran los subrayadores porque también me servían para marcar frases bonitas de los libros que leía en mi tiempo libre, y folios en blanco.
Le di las gracias a la chica y salí con la bolsa en la mano. Ya que no tenía nada que hacer esa tarde, decidí seguir caminando y visitar la zona. Era todo super bonito. Las calles estaban decoradas con luces, como las de navidad, y la gente era muy amable. El suelo parecía que estaba hecho de piedras negras pegadas una junto a la otra, además de tener ese brillo por la lluvia.
Me adentré en una pequeña calle y en la esquina vi una librería. Me emocioné y no pude evitar entrar en aquel lugar. No era muy grande, pero estaba lleno de libros de todos los tipos. Los pasillos eran algo estrechos y cada estantería tenía el nombre del tipo de libro que había. Todo era de madera, como si fuese antiguo pero se notaba que habían abierto la librería recientemente. El techo era bastante alto y estilo renacentista. Todo estaba muy bien cuidado; la gente colocaba bien los libros cuando los terminaban de observar y estaban en completo silencio. Quise quedarme allí todo el tiempo del mundo.
Caminé hacia el fondo buscando los libros de romance, ya que eran mis favoritos, y los vi en una sala con un pequeño sillón al lado de una mesita. Me asombré al verlo todo tan bien ordenado. En España siempre había libros mal colocados, ya que la gente los dejaba uno encima de otro.
Pasé la yema de mis dedos por el lomo de los libros, buscando alguno que me interesara, y encontré el de Romeo y Julieta. Siempre le tendría un cariño especial, ya que mis padres me lo leían desde que yo era pequeña. Lo agarré y leí el título casi en un susurro, pasando mi mano por la cubierta.
—Disculpa —escuché decir a una voz masculina, poniendo ambas manos en mi cintura para poder pasar por detrás de mi. Giré mi cabeza y me sonrió sin mostrar los dientes, apartando las manos en cuanto llegó al otro lado de la estantería.
Tragué saliva y se me cayeron varios libros al suelo. Fijé la mirada en ellos y maldije entre dientes. Me agaché directa a recogerlos y él se ofreció a ayudarme. Me sonrojé aún más cuando su mano rozó la mía al recogerlos.
—Gracias, pero puedo sola. No te preocupes —solté, sin mirarlo a la cara. Estaba muy avergonzada para poder levantar la mirada.
El chico se levantó y elevó las manos, enseñando las palmas en forma de paz. Volví a colocarlos donde estaban y lo miré de reojo. Llevaba una chaqueta marrón con pelo por dentro, la cual abrigaba demasiado para llevarla puesta en septiembre. Su pelo corto era del mismo color que la chaqueta, que brillaba cuando le daba la luz.
—¿Necesitas algo? —preguntó cuando me pilló mirándolo. Me puse roja al instante sintiendo calor por mis mejillas.
—N-no —contesté nerviosa yendo hacia el mostrador para pagar.
Saqué el dinero de mi bolsillo y salí rápido de la librería. Suspiré aliviada y seguí caminando para volver a la residencia cuanto antes. Ni siquiera supe por qué compré el libro de Romeo y Julieta. Solo quería salir de allí y tomar aire para relajarme. Apenas comprendí por qué me sentí así.
Llegué a la habitación y dejé las cosas encima de la cama. Lea llegó minutos después, enroscada en una toalla fucsia y con el pelo mojado.
—Pensé que llegarías más tarde —dijo, secándose el pelo con la toalla que tenía en la mano.
—Estaba cansada de caminar, pero la ciudad es muy bonita —dije, cogiendo aire con mis pulmones.
Se le iluminó la cara en cuanto lo dije.
—Conozco un restaurante por aquí donde la comida está riquísima y ponen música en directo. Sobre todo bachata —agarró un bote de crema y se echó por todo el pelo —. Podemos ir esta noche.
Respiré hondo y me lo pensé. La verdad es que no tenía muchas ganas de salir esa noche, y después del incidente en la librería, prefería quedarme en casa por si el destino decidía mandármelo a mitad de la noche.
Negué con la cabeza y ella aplanó los labios. Comenzó a vestirse y yo fruncí el ceño.
—¿Te vas? —asintió.
—He quedado con Fabien. Vente con nosotros —dijo, echándose perfume y pintándose los labios. Negué con la cabeza.
—Me quedo aquí.
No quería llegar a ser pesada estando todo el día con ellos y, como tenía que organizar las asignaturas y colocar algunas cosas en el escritorio para que pareciera mi habitación en España, no me fui.
Lo ordené todo mejor de lo que estaba e hice espacio para cuando tuviera apuntes, tener dónde guardarlos. Lea se despidió y salió por la puerta a toda prisa. Giré la mirada hacia su cama y vi encima la llave del cuarto. Salí deprisa para dársela pero ya no estaba. No me preocupé porque no tenía pensado salir a ningún lado, así que cuando llegara, yo estaría en la habitación.
[...]
Me pasé toda la tarde haciendo cosas para las clases y hablando con mi familia. Llamé a Val la última porque sabía que iba a ser la única con la que hablaría por horas, y así fue. Me estuvo contando lo mucho que le gustó la gente que vio por la universidad, sobre todo dos chicas que iban a una de sus clases. También me dijo que pasó por mi casa para darle un regalo a mi hermana por su santo y que tenía la misma actitud que yo cuando tenía catorce años. Pasota hasta que ve algo que le interesa.
Colgamos cuando nos dimos cuenta de que se hizo de noche. Echaba mucho de menos estar con ella y con mi familia. Sobre todo los viernes por la noche cuando nos quedábamos en mi casa y veíamos películas todos juntos. Cuando mi hermana se dormía, poníamos las de terror.
Miré la hora en el móvil y vi que me había pasado toda la tarde hablando con Valeria. Ni siquiera me acordé de que no había cenado nada y, no tenía ganas de salir a comprar algo decente para cenar porque ya estaba en pijama, pero mi salvación tocó la puerta segundos después.
—¿Has cenado? —levantó unas cajas de pizza mientras sonreía. Negué con la cabeza y ella entró directa para dejarlas encima de la mesa.
—¿No estabas con Fabien?
—Solo por la tarde. Esta noche quería hacer algo juntas —contestó, chupeteándose los dedos al darle un bocado a un trozo que había ya cortado.
Sonreí y busqué mi ordenador. Abrí mi bolso lentamente para no desordenar nada y lo saqué con cuidado.
—¿Pelis y pizza? —dije entusiasmada.
Tenía muchas ganas de quedarme alguna noche viendo mis películas favoritas hasta que se hiciera de madrugada, y esa noche era la ideal.
Lea me sonrió de oreja a oreja lentamente y asintió sentándose de golpe en su cama. Se puso una camiseta larga para dormir y, agarró las cajas de pizza para colocárselas encima de las piernas, las cuales estaban en forma de mariposa.
Me senté junto a ella y puse mi ordenador delante de ambas. Elegimos una de las películas que tenía guardadas y le dimos al play mientras cenábamos y comentábamos entre risas lo que hacían los personajes.
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Si pudiera decirte 'te quiero'
Storie d'amore-Desde el primer día que te vi, joder, sabía que eras tú. Sabía que jamás me arrepentiría de haberte encontrado, de haberlo dado todo por ti -me sostuvo la mano aún temblorosa. Bajé la mirada sin poder aguantar las lágrimas. -Mírame Ali -me cogió d...