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Cuando Gunnie despertó solo en la cama, lo primero que vio fue unas salpicaduras rosa esparcidas por las sábanas blancas, como si alguien hubiera derramado vino rosado en ellas. Parpadeó medio dormido y se apoyó en un codo para tocar una mancha con un dedo. Era un pétalo de rosa, arrancado de la flor y dejado con cuidado en la cama. Al echar un vistazo alrededor, descubrió que habían diseminado los pétalos sobre él.

Esbozó una sonrisa y se recostó de nuevo en la cama fragante.

La noche de embriagadora sensualidad parecía haber formado parte de un largo sueño erótico. Apenas podía creerse las cosas que había permitido hacer a Off, intimidades que jamás había imaginado posibles. Y en el adormilado período posterior a su acto apasionado, él lo había recostado en su pecho y habían hablado durante lo que parecían horas. Gunnie incluso le había contado la historia de la noche en que él, Bas y los hermanos Kanawut se habían hecho amigos, sentados en una hilera de sillas durante un baile.

—Hicimos una lista de posibles pretendientes y la anotamos en nuestros carnets de baile vacíos —le explicó—. Lord Suppasit estaba el primero de la lista, por supuesto. Y tú estabas el último, porque no eras de los que se casan. Off rió con voz ronca a la vez que entrelazaba íntimamente las piernas desnudas con las suyas.

—Estaba esperando que tú me lo pidieras.

—Ni siquiera me mirabas —puso morritos Gunnie—. No eras la clase de hombre que baila con los floreros del baile.

Off le acarició el pelo y guardó silencio un momento.

—No, no lo era —admitió al fin—. Fui un imbécil por no haberme fijado en ti. Si me hubiera molestado en pasar sólo cinco minutos contigo, no te me habrías escapado.

Y lo habría seducido como si fuera aún el virginal doncel, lo habría engatusado para que le dejara hacerle el amor otra vez, tal como habían hecho. Gunnie efectuó sus abluciones matinales recordando las horas de ternura apasionada como si fueran un sueño. Se vistió y bajó para reunirse con Off, quien seguramente estaría en la oficina del club ojeando los recibos de la noche anterior.

En el club sólo había los empleados que limpiaban el local para la próxima noche y los contratistas, que estaban instalando una moqueta nueva y pintando el enmaderado. Al entrar en la oficina, vio a Off y Plustor en lados opuestos de la mesa. Ambos examinaban libros contables, tachaban algunas entradas con una pluma y efectuaban anotaciones en los márgenes. Los dos alzaron los ojos cuando él cruzó el umbral. Gunnie sólo sostuvo brevemente la mirada de Off, pues le resultó difícil conservar la compostura delante de él después de la intimidad de la noche anterior. Off se detuvo en seco al verlo, como si hubiera olvidado lo que estaba diciendo a verlo. Al parecer, ninguno de los dos se sentía aún cómodo con unos sentimientos que eran demasiado nuevos y fuertes.

Tras darles los buenos días, se situó junto a la silla de Off.

—¿Has desayunado ya? —le preguntó.

Él sacudió la cabeza con los ojos brillantes al mirarlo.

—Todavía no. —Iré a la cocina a ver qué hay.

—Espera un momento —le pidió Off—. Ya casi hemos terminado.

Mientras Ambos hombres comentaban unos últimos aspectos del negocio, referidos a una posible inversión en la construcción de una galería comercial en St. James' Street, Off tomó la mano que Gunnie había apoyado en la mesa. Distraídamente, se acercó el dorso de los dedos a la mandíbula y la oreja mientras contemplaba la propuesta por escrito. Aunque él no era consciente de lo que revelaba ese despreocupado gesto de familiaridad, Gunnie se sonrojó cuando su mirada se cruzó con la de Plustor por encima de la cabeza de su marido.

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