Capítulo 04

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      La mañana siguiente fue tortuosa

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      La mañana siguiente fue tortuosa. Mis estómago seguía doliendo, había despertado varias veces en la noche por ello y solo podía quejarme.

      Cuando me levanté con gran esfuerzo y abrí la puerta la mujer dueña de la hostal estaba frente a mi puerta con su mano levantada, lista para golpear.

— Oh... niño ¿Estás bien? — preguntó preocupada, al verme con una mano en el estómago, medio encorvado y seguramente con mi peor cara de dolor.

— Solo... me duele el estómago — jadeé adolorido.

      Así que, después de eso, como si fuera una madre me tomó del brazo y me llevó hasta el salón de la primera planta. Me sirvió un desayuno simple para evitar más dolor y me ofreció algunos medicamentos, que acepté únicamente porque necesitaba salir de ese lugar en buen estado, necesitaba salir y respirar aire fresco, y no dejar una cruel responsabilidad a esa señora que ahora me estaba ayudando amablemente.

      Me bebí toda la sopa de algas, y comí un poco de arroz. De alguna manera solo eso, me hizo sentir mejor, miré la hora en el antiguo reloj de la sala. Eran casi las doce del día, por lo general no dormía tanto tiempo por mi trabajo, y gracias a los medicamentos, pero ahora no contaba con ellos y seguramente la crisis de ayer fue más que solo por la anemia, y ahora había dormido en exceso, así que entendía las consecuencias de dejar mis medicamentos. Si me quedara el tiempo suficiente moriría solo por no tomarlos, pero solo tenía un día más y sería suficiente para sobrevivir, lo más grave sería otra crisis y probablemente alguien me llevaría al hospital esta vez. No se corre la misma suerte dos veces.

      Luego me bebí una infusión de yerbas medicinales que había preparado la señora, e intenté tragarme los medicamentos. Una terrible arcada me atacó al hacerlo, además de la hora, tomar medicamentos me daba un rechazo enorme, llevaba mucho tiempo tomándolos y aun así nunca había podido acostumbrarme. Me levanté para ir al baño, pero la voz de la señora me detuvo.

— No te atrevas a botarlo — se acercó a mí y me extendió la infusión nuevamente — bébelo hasta que pasen.

      Asentí en silencio, bebiendo varios tragos de la infusión con algo de dificultad y luego eché mi cabeza hacia atrás. Un horrible hipo me atacó provocándole a ella una risa.

— Niño, eres realmente lindo — se sentó junto a mí en la mesa. — Dime ¿Como te llamas?

— Jungwon... — respondí, mirándola por un breve segundo.

      Su mirada era cálida, como las que solía darme mi madre cuando estaba viva. Eso me reconfortó por primera vez en mucho tiempo.

𝖳𝗁𝖾 𝖡𝗈𝗋𝖽𝖾𝗋𝗅𝗂𝗇𝖾  ›  𝙅𝙖𝙮𝙬𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora