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La tormenta asechaba cada vez más cerca. La nave 710 acababa de aterrizar y apenas haciéndolo, abrió sus compuertas. La gente procedió a ingresar, yo me apresuraba a retirar los pasajes porque sabía que no teníamos mucho tiempo.
La tormenta letal se venía sobre nosotros.
Una explosión en el cielo desató el caos, el cielo se tiñó de negro y los relámpagos adornaron el terrorífico escenario. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, a este grado no eran peligrosas, aunque era obvio que iba a empeorar. Los padres abrazaron a sus hijos y las filas se comenzaron a deshacer. Presioné el botón de emergencia y la compuerta de acceso se abrió completamente.
-¡Deprisa! -grité a todo pulmón. Empujé a la siguiente persona para que entrara y las demás personas fueron corriendo al interior de la nave. Un niño antes de subir se detuvo un momento y me miró; me dijo "gracias" y continuó corriendo.
De otras naves espaciales comenzaron a salir soldados "HUMO" para ayudar a tranquilizar a las personas.
Apuntaron sus armas contra la urbe. Ya era un caos total. Todas las naves estaban cerrando las compuertas, las personas se aventaban por debajo o lanzaban entre llantos a sus hijos para que se salvaran mientras la lluvia aumentaba.
Yo iba a ingresar cuando de repente del interior de la nave salió un militar enorme dándome una patada que me lanzó al suelo, caí cerca de un charco de agua. No podía respirar porque me había sacado el aire de los pulmones. Se acercó hacía mí, furioso. Pude ver detrás del cristal su mirada, era la misma que momentos atrás había hablado tras el monitor, y no, no era el soldado "HUMO", era el comandante Nibison. Su mirada terrorífica como la de un león frente cazado a su presa.
Un trueno más aturdió mis oídos, estaba cegado, no sabía que hacer. Solo debía impedir que la lluvia perforara mi traje porque si lo hacía, el agua iba a dejar mi piel al vórtice del hueso y el aire tóxico se introduciría en mis pulmones.
-¡SOLDADOS, HABRAN FUEGO! -Gritó otro militar a la distancia y sin demora los soldados abrieron fuego contra toda mujer, niño y hombre. A decir verdad, contra todo lo que se moviera y que no llevara consigo la armadura negra.
-¡DETÉNGANSE! -Grité en mi suplicio aún con poco oxígeno.
-Cállate gusano. Desobedeciste una orden militar y como castigo para tí no hay lugar en el nuevo mundo.
-Comandante Nibison, la lluvia se venía abajo. Todos iban a morir -le contesté con la garganta medio rasgada.
-¿Y en serio creíste que salvaría a todos? Yo no soy Dios, ridículo -. Intenté aventarlo con el pié para yo poder ingresar pero nuevamente Nibison me lanzó fuera de la nave, le di un puñetazo pero caí al suelo tras recibir otro golpe en el estómago. Era muy fuerte, impacté con mi propio casco y sentí la humedad de mi sangre. Mi cristal se agrietó y ahora veía cinco imágenes de él. Sacó una pistola y apuntó hacía mí. Mi cuerpo se quedó inmóvil, tirado en el suelo, adolorido. Me comencé a arrastrar alejándome de él, la batalla había terminado. Los soldados regresaban a sus naves, había un mar de sangre y muchos cuerpos en el suelo, muchos al borde de la muerte arañaban exhaustos las compuertas ya cerradas hasta desvanecerse y morir. El próximo era yo.
Las naves echaban humo, a punto de despegar, incluso en la que nosotros abordaríamos, pero el comandante Nibison debía tener una nave propia. El humo nos arropó y bloqueó su imágen pero tan pronto como el humo salió disparado, la fuerza de las turbinas lo hecharon nuevamente lejos.
-Ser bondadoso en un mundo de locos no sirve, no lo olvides Gaspra. Solo sobrevive aquel que lucha por vencer a su propio destino -. Nibison iba a tirar del gatillo cuando un soldado salió entre la neblina aún restante.
-¡Aleja tus manos de él, cobarde! -su voz estaba alterada por el micrófono del casco. Golpeó el cristal del comandante con el mango de su escopeta, reventándolo. Pude oír su voz desgarrándole la garganta. No había muerto aún pero ya no tenía salvación porque el aire contaminado ya había ingresado a su cuerpo. Miró con horror al soldado, quien le apuntó con la escopeta al corazón y cargó una bala.
-Seré amable contigo porque me enseñaste a luchar -exclamó el soldado tras un suspiro apenas el comandante había dejado de lloriquear.
-¡Vete al infiern...
Tras la explosión la bala impactó en el pecho del comandante quien cayó al suelo en un mar de sangre entre muchos otros cuerpos. El soldado me levantó y me montó en su espalda, nos fuimos corriendo a su nave mientras yo miraba todo a mi alrededor. Miré el rostro del comandante Nibison apagado, sus ojos verdes diciendo adiós a este mundo.
La lluvia finalmente se vino abajo y el aguacero fundió su piel de la cual salía "humo".
En una media hora no quedaría nada de sus restos, solo el recuerdo en mi mente.

...

Lo que era una lluvia ahora había evolucionado a un diluvio.
El cielo completamente negro, colmado de relámpagos que destellaban en todas direcciones. El soldado y yo volábamos en su nave. Apenas tomamos altura nos comenzamos a sacudir por el viento como una simple hoja en un torbellino, la nave apenas se movía por su propia voluntad. Yo no paraba de chocar en todas partes, todo mi cuerpo me dolía, intentaba cubrir mi casco para que no se dañara más, mientras tanto el soldado a mi lado iba estático. Nada lo hacía moverse, ni la rabia de Zeus.
Tras presionar algunos botones la nave se detuvo. Habíamos dejado atrás las nubes, aproveché para tocar mi pecho y asegurarme que mi corazón siguiera en su lugar.
-Abróchate el cinturón -ordenó el soldado, apenas lo hice quise articular alguna palabra pero presionó otro botón y la nave salió disparada a una altísima velocidad. Mi cuerpo se pegó al asiento, sentí que mis huesos se comprimieron

PRÓFUGOS EN EL UNIVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora