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—Perdón, solo estoy algo impactado por todo lo que acabo de vivir... es como si esto fuera un sueño y ya quisiera despertar —ella hizo una mueca en sus labios como de sonrisa y no tardó en responder.
—No es un sueño, en todo caso sería una pesadilla... pero de cualquier modo te deberías retirar el casco para que puedas estirar el cuello —sin esperar también me retiré el casco, al hacerlo lastimé mis cortadas de las cuales me había olvidado, tenía sangre seca en toda la frente.

Nos miramos fijamente por un instante pero nuevamente ella se colocó el casco, procedí a hacerlo yo también. Activó el motor y el asistente de la nave habló nuevamente, alertándonos que la nave no estaba en condiciones de volar.

《FORZANDO DESPEGUE. TIEMPO APROXIMADO DE VUELO... 6 MINUTOS. VELOCIDAD RECOMENDADA. 6 400 K/H》


Las turbinas comenzaron a echar humo.
—Agárrate fuerte —exclamó y sin darme tiempo, la nave salió disparada a una velocidad aún mucho mayor a la recomendada. Mi cuerpo se pegó nuevamente al asiento. Yo sentí que había pasado una eternidad pero en realidad solo habían sido algunos minutos. La nave volvió a detenerse y yo salí disparado al frente, esta vez no pude moverme hasta que la sangre en mis venas volvió a circular.
—¿Estás bien?
—Sólo algo mareado —contesté tembloroso
—Otros en tu lugar ya estarían muertos —Me dijo quizás tratando de hacerme sentir mejor. Al hablarme volteó a verme y vi en su casco el cristal del mío agrietado.

Tomó una soga y ató mi cuerpo al suyo, después me abrazó y abrió la ventanilla. Fue lindo estar tan cerca de ella.
—¿A dónde vamos?
—Confía en mí —salimos de la nave. Flotábamos, no teníamos rumbo, ella con ayuda de una pistola de aire daba pequeños disparados que nos impulsaban hacia una dirección, aunque no había nada.

De repente un centenar de diminutas estrellas fueron apareciendo a una gran velocidad a pocos metros de nosotros, formando un rectángulo perfecto de unos cuatro metros de altura y cómo ocho de largo, se fueron separando dejando escapar una cegadora luz blanca de a medias. A mis ojos al principio le costaron entender que era eso pero al paso de los segundos fueron adaptándose a la luz. Había en su interior una increíble bóveda de un tamaño colosal. Era mucho más grande por dentro de lo que parecía desde afuera; había escaleras gigantes, muchas luces, compuertas, monitores y en letras inmensas la palabra 《Ynix》. Se trataba de una corveta militar camuflada en el universo.
Dos soldados se aproximaron a nosotros, el primero nos ayudó a incorporarnos y el segundo me tomó bruscamente del hombro y me arrojó al suelo.

—Lo tenemos —dijo uno de los soldados.
—Denle su merecido —ordenó Alisson alejándose del escenario, mirarla por detrás fue sensacional. Uno de los soldados impactó un par de puñetazos y entre ambos me comenzaron a golpear. Traté de poner resistencia pero me volvieron a doblegar velozmente contra el suelo, mi cuerpo me dolía, era una verdadera paliza. El cristal del casco se hizo añicos y continuaron golpeando mi rostro.
—¡Deténganse! —ordenó una voz al fondo. Era brusca y firme, apareció un militar enorme, como de 1.86 y se dirigió a nosotros, él no llevaba el típico traje de las fuerzas especiales "HUMO", llevaba solo una cazadora militar verde y su pecho colmado de insignias al igual que el comandante Nibison. También era pelirrojo, tenía muchas pecas y ojos verdes, su cabello era rizado y físicamente era muy robusto. Una placa de oro en su pecho destacaba su nombre "GENERAL ROBBY". Su mirada estaba vacía, al vórtice del llanto, sus ojos verdes enrojecidos, bañados en lágrimas. Me miraba con odio pero a su vez con nostalgia y duda. Sentía que me quería decir mil cosas y las palabras no le salían. Se dispuso a analizarme y yo a él. Alisson al fondo miraba todo recargada a un costado de las escaleras. Se había retirado el casco, me veía fijamente y seria, como si también me odiara.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó el general Robby, su voz casi se quebraba en el intento. —¡Responde! ¿Por qué mataste al comandaste Nibison? —giré mi cuello para verlo pero un puñetazo suyo apagó mi mundo, escuché a mi nariz crujir y la sangre brotó de ella, mi cuerpo se desvaneció y caí noqueado.
Lo último que recuerdo es a los soldados arrastrando mi cuerpo.

PRÓFUGOS EN EL UNIVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora