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Todo señor, lady, campesino, plebe, dirán que conocen la vergonzosa historia de la princesa Saera, pero los más ancianos tuvieron la fortuna -o infortuna- de ser contemporáneos a tal relato.
La princesa Saera, hija del viejo rey y la bondadosa reina, es descrita habitualmente por los Maestres cómo: intrépida, valiente, hermosa e inteligente como su hermano Vaegon, que terminó siendo archimaestre. Los Siete Reinos y su plebe conocen bien el destino que sufrió la princesa.

Nuestro relato empieza en Lys, cuando la princesa Saera escapó de Desembarco del Rey para huir al continente de Essos y terminar en un jardín del placer por voluntad. «Olvidenla. Siempre fue una puta» son las palabras que dijo el Rey Jaehaerys a su esposa e hijos. Nadie volvería a escuchar salir de sus labios el nombre de su hija, y tampoco el monarca sería el mismo los próximos años. Algo dentro de él se endureció.

Se nos dice que en durante el Gran Consejo convocado en el año 101 d.C, llegaron a Harrenhal tres hijos de Saera Targaryen a presentarse como candidatos por el Trono de Hierro luego la muerte de Baelon, nombrado príncipe de Rocadragón tras la muerte de su hermano mayor, Aemon. Los tres vástagos eran de diferente padre, pero se dice que uno de ellos era la fiel imagen de lo que fue el rey Jaehaerys de joven.

Saera Targaryen fue de las pocas hijas que le quedó a su alteza. Daella, Viserra, Gaemon, Alyssa y la novicia Maegelle murieron antes que su padre. Mientras que, en las ciudades libres, en Volantis, un hombre le llegó a preguntar a la ya adulta Saera si volvería a Poniente. La respuesta fue: «Ya nada me queda allí. Aquí he construido mi propio reino.»
La princesa se hizo de riqueza incalculable pero no comparable a su familia. Junto a sus hijas y nietas vivía en una lujosa residencia en el centro de Volantis, y fue conocida por todo el pueblo como «la dama de Volantis».

En el año 128 d.C contaba con sesenta y seis años, estaba en su lecho de muerte, pero satisfecha por el trayecto y decisiones de su vida. Le cuidaban sus hijos y nietos con atenciones. Era la cabeza de una poderosa casa de placer, por lo que no podría morir sola y sin dinero.

Era de día. El sol estaba en su punto máximo cuando adentro de los aposentos, Alys, comenzó a gritar y discutir con su hija menor. «—Regresa aquí y habla con tu abuela —le amenazó —. Hazlo». Pero la joven Saera se negó en incontables ocasiones a tener la últma charla con su abuela moribunda. Esta vez fue diferente a días anteriores, su madre le abofeteó por renegar y amenazó con casarla con un hombre viejo y feo como castigo.

—Abuela.

—Saera —respondió la anciana postrada en la cama —. Te has tardado.

—Vas a morir —fue la respuesta, su madre le golpeó la mejilla.

—Salte, Alys. Tú no tienes que estar aquí.

—¡Madre…! —se excuso, a medias.

—Déjame sola con mi nieta.

Los guardias sacaron a la hija de Saera Targaryen a la fuerza. Alys temía que su hija fuera una maleducada y provocara una rabieta en su abuela que la conduzca a la muerte.

—Tu familia está buscando semillas de dragón —declaró fuerte la abuela, observandola desde el lecho —. Quiero que vayas a Poniente.

La joven rodeó la cama y se posó delante del ventanal.
—Me niego.

—Tienes prohibido negarte —le dijo —. La familia que dejé atrás ahora se disputa por el Trono de Hierro. Todos son unas sanguijuelas, quieren riqueza, poder y harán todo para obtenerlo.

—Pues no vamos muy lejos. Estamos igual aquí. Mis primos y hermanos batallan cada día por tu favor, ¿no? El poder del que huiste y esa carga de responsabilidades la trajiste contigo, al parecer.

La amante de Reyes [Daemon & Rhaenyra Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora